domingo, 17 de febrero de 2019

El dictamen policial incompleto




Sauria llegó a la villa de Arcángeles un mañana de primavera. Fue directamente, de la estación del tren, a hospedarse en una suite de lujo en el elegante Hotel D’Azur, junto al antiguo palacio de los azulejos.

Aún estaba acomodando su equipaje en los espaciosos roperos y cajones de su recámara, cuando los rumores de su  presencia recorrían a toda velocidad la ciudad: las mujeres se sintieron amenazadas por su espléndida silueta, y los hombres se alborotaron por la presencia de una hembra de tanta clase.
En cuanto Sauria salió del hotel para cenar, decenas de pares de ojos observaban sus atractivos movimientos corporales.

Era una mujer bellísima, vestida a la moda, con blusas y faldas largas compradas en los almacenes más exclusivos de Europa. Estos ropajes traslucían sus bien conformados senos y sus suaves caderas, que excitaban  a los hombres y ofendían  a las mujeres de Arcángeles.

Los rumores de las malas lenguas no tardaron en aparecer.

Con ese extraño nombre, debe ser una mujer lagarto, una devoradora de hombres incautos”, decían algunas.

“Me han contado que, cuando lleva un hombre  su lecho, se despoja fríamente de su ropa, dejando ver su desnudo cuerpo lleno de horribles escamas y una cola de reptil, y, antes de que su ingenuo acompañante pueda reaccionar, ella se lanza sobre él para devorarlo”, decían otras.

Mientras tanto, decenas de caballeros, riéndose de los rumores, buscaban la oportunidad para conocerla e invitarla  cenar, como parte primera de intenciones más elaboradas.

El primero que logró salir con ella, fue Don Lucas Arioste, un soltero guapo, rico y divertido. Fueron vistos juntos en varios restaurantes, antes de que él desapareciese misteriosamente. Este hecho incrementó los terribles rumores femeninos locales sobre la bella Sauria.

El segundo pretendiente de la elegante dama fue Don Rigoberto Coello, hombre casado y cínico, que osó pasear con ella por el parque, sin importarle las consecuencias familiares de su hecho.

El jefe de la policía local, el teniente Del Monte, admiraba a la dama, y se asomaba por la ventana de la comisaría cada vez que ella paseaba por el frente,  para deleitarse con su movimiento de caderas. Se reía de los absurdos rumores que la relacionaban con la desaparición de Don Lucas Arioste, y, al mismo tiempo, sentía envidia de Don Rigoberto Coello, quien ahora disfrutaba de la cercana compañía de Sauria.

Sin embargo, pocos días después, la esposa de Don Rigoberto acudió  la comisaría a denunciar formalmente a Sauria de haber devorado  a su marido, quien no estaba en ninguna parte. De mala gana, sabiendo que todo esto era un absurdo, el teniente Del Bosque envió un citatorio para que ésta se presentase a declarar al respecto.

Esto -decía públicamente el comisario- no es más que un trámite para calmar a la celosa esposa”.
Sauria, sin embargo, jamás se presentó. La policía revisó la suite de la dama, y la encontró vacía. Ella había desaparecido sin dejar huella.

Ante esos hechos, el teniente Del Bosque tuvo, por obligación, que responder a la demanda de la esposa del desaparecido, emitiendo un dictamen oficial, que decía así:

Es obvio que la Srita. Sauria y Don Rigoberto Coello, se fugaron de la ciudad. Sin embargo, no hay elementos suficientes para concluir formalmente acusación alguna contra ellos“.

Y efectivamente, ambos se habían fugado. Pero hubo, en el anterior dictamen, una grave omisión que nadie percibió:

Don Rigoberto Coello, en efecto, había huido con Sauria,  la mujer lagarto,…pero dentro de su abominable tracto digestivo.

El decorador de textos



Su misión existencial nunca coincidió con su biografía, sino todo lo contrario. Su nombre (José Pérez García) tampoco lo ayudaba, pero era un hombre de mucho tesón, duro de abatir.

Por más que se esforzó en la escuela por estudiar letras (para amarlas y dignificarlas), la irónica vida lo llevó a ser un burócrata que manejaba números.

Quiso ser un gran literato, y acabo siendo un revisor de declaraciones de impuestos, quien verificaba que no hubiesen errores aritméticos en las sumas y restas de ingresos, egresos y deducciones de los causantes.

Sin embargo, su vocación por darle vida a las letras y a los textos seguía presente con una frustración del peso del plomo.

Un día decidió rebelarse a su  destino y asumió una nueva responsabilidad ante el mundo. Decidió decorar cuanto texto (o receta o especificación o procedimiento) se le atravesase en su camino.

Empezó practicando mientras se desayunaba. Tomó el envase del jugo de naranja, lo leyó, y rehizo literalmente lo que aparecía como referente:

“Elaborado por JUGOMAX  S.A. Km. 12.5 Antigua carretera  León-Madrid, Provincia de León. Código postal 24008. España. INGREDIENTES: JUGO DE NARANJA CONCENTRADO Y REHIDRATADO. DISTRIBUIDO POR DISTRIBUIDORA JUGOMAX. Tel. 3456 7895. HECHO EN ESPAÑA.”



Tomó bolígrafo y papel, y escribió:

“Este delicioso néctar de fruta, orgullosamente español, ha sido elaborado en una empresa llena de alegría y optimismo llamada JUGOMAX, en donde los felices empleados, radicados todos ellos en León , viajan sonrientes diariamente más de 12.5 kilómetros desde su hogar a su lugar de trabajo (código postal 24008), conscientes de la importancia de brindarle a Usted un excelente jugo de naranja concentrado y rehidratado, para entregarlo, por medio de la DISTRIBUIDORA JUGOMAX, casi al día siguiente y totalmente fresco en la mesa en que Usted se desayuna. Nos encantaría que nos llamase al teléfono 3456 7895. Los españoles nos sentimos muy contentos de ser los productores de esta delicia.”

Envió inmediatamente el texto (con una sugerencia al respecto) a:     

JUGOMAX  S.A. Km. 12.5 Antigua carretera  León-Madrid, Provincia de León. Código postal 24008. España.

pero jamás recibió respuesta.

Pero eso no lo derrotó. José Pérez García llevaba muchos años masticando su frustración, así que lo tomó con calma.

Tomó el metro para ir al trabajo, y se encontró con un anuncio que decía:

“Aprende Inglés, la lengua del futuro.

Academia Internacional.

Calle de los Arcos 37, cerca de ti.

Tel. 4387 6549”


Tomó bolígrafo y papel, y escribió:

“Todos nosotros necesitamos hablar inglés, la maravillosa lengua de Shakespeare que hoy se habla en todos los congresos y convenciones por todo el planeta. No es sólo la lengua del futuro. Es la lengua de hoy y de siempre. La amenísima Academia Internacional se encargará de abrirte la puerta al fascinante mundo del éxito que te espera en la agradable Calle de los Arcos 37, cerca de ti y de tu realización. Una llamada al teléfono  4387 6549 es todo el impulso que necesitas.”

Envió inmediatamente el texto (con una sugerencia al respecto) a:    

Academia Internacional
Calle de los Arcos 37
Ciudad

pero jamás recibió respuesta.


Al día siguiente fue al banco a hacer un depósito, y leyó un anuncio que decía:

“Adquiera su casa inmediatamente. Nosotros le prestamos el dinero. Informes aquí mismo. Banco de Madrid.”

Después de meditarlo un rato, mientras estaba en la línea esperando su turno, tomó bolígrafo y papel, y redactó:

“¿Qué puede haber más importante en la vida que tener nuestra propia casa, un patrimonio que disfrutará toda la familia durante muchos años? Tus amigos del Banco de Madrid estamos dispuestos a facilitarte los recursos económicos necesarios para que tu sueño se cumpla cuanto antes. Pregunta aquí mismo: recibirás una sonrisa y el crédito que te hace falta.”

Ahí mismo, en un buzón de sugerencias, dejó su mensaje. Jamás recibió respuesta.

Así, nuestro decorador de textos, lejos de desanimarse, vivió muchos años promoviendo los textos alegres, optimistas, positivos y bien escritos sin jamás recibir una respuesta, hasta que un día, una enfermedad fulminante lo llevó a la tumba.

El seguro de defunción que le otorgaba la Oficina de Recaudación de Impuestos, incluía el féretro, el entierro, la tumba y la losa con el epitafio.

Un  par  de días después de ser enterrado, un albañil enviado por aquella patética oficina fiscal, colocaba en su tumba una losa irónica que decía:

                                     José  Pérez García
                                            1967-2007




Pocos días después, una extraña mujer sonriente vestida de negro, ordenaba a otro albañil el cambio de losa. La nueva piedra decía:

                           José Antonio Pérez de las Heras y García de la Brena

“Nació en 1967 con la divina misión de decorar los textos y alegrar las letras de los hombres. Hizo optimistamente todo lo que pudo en un mundo literariamente estéril, hasta que Dios lo llamó a su lado en el año 2007, para que contagiase de su alegría a los ángeles, y para que reescribiese completamente los Libros Sagrados, que buena falta les hacía desde hacía varios siglos.”




El cuento que quiso ser historia


Normalmente los cuentos disfrutan siendo cuentos. Hacen lo que pueden por trascender en el mundo de la ficción, de lo fantástico, pero jamás pretenden entrar en los terrenos de la realidad.

El cuento de este cuento –o mejor dicho, el cuento de esta historia, para no entrar en complicadas contradicciones- es que no quería ser cuento, sino historia real, y esas pretensiones literarias suelen conllevar mucha infelicidad y frustraciones.

Desde el principio, nuestro cuento tuvo dos cómplices o verdugos, cuestión de enfoques.

El primero fue su autor quien, siendo un excelente creador de cuentos, le imprimió tal calidad literaria a su obra, que no sólo confundía al lector, sino al propio cuento. Así, sus personajes se consideraban personas como tú o como yo, y pretendían ocupar espacios reales, siendo nada más que seres incorpóreos, ficticios, fantásticos.

El segundo fue aquel niño ingenuo que en todo creía, al extremo de que durante mucho tiempo vivió obsesionado tratando de conocer en persona a la Caperucita Roja, a Peter Pan y a Bambi, y años más tarde, y con más razón, a los personajes de nuestro cuento. Cuando lo acabó de leer, su absurda credulidad infantil alimentó de locas esperanzas a cada renglón de aquel frustrado libro lleno de exquisitos párrafos que se acercaban mucho a la realidad, pero sin jamás llegar a serlo. 

Así, nuestro cuento pasó mucho tiempo pensando que era real.

Pero había algo que no lo dejaba dormir tranquilo: el viejo bibliotecario jamás le concedió un lugar en el estante de los libros de historia, y eso era de verdad preocupante. Su lugar era, lamentablemente, el librero de los cuentos.

Nuestro amigo el cuento anhelaba vehemente que aquel sabio anciano lo colocase en el librero de la derecha, el de los temas de historia, cosa que jamás sucedió.

Así, una mañana, cuando el niño crédulo, por enésima vez, quiso leer el cuento, al abrir el libro, encontró solamente hojas en blanco. El cuento que alguna vez pretendió ser historia, había decidido suicidarse.





El cuento que nunca nació

El autor (que en este caso no lo fue) era un hombre muy creativo. Sus ideas brotaban como excelso manantial de agua fértil, en donde las musas nadaban alegremente en todo momento.

Su capacidad de convertir una simple idea en un texto genial era mundialmente reconocida: premios literarios de todo tipo se mostraban orgullosamente en sus vitrinas.

Pero aquella idea nunca prosperó. Surgió de repente, en un momento de inspiración. Él la acarició durante algunos minutos. La dejó para más adelante. Ella insistía en ser un precioso cuento, pero el autor tenía otros proyectos, otros objetivos.

La idea insistía. Cada mañana, cuando el autor despertaba, ella se hacía presente: “¡Hey, aquí estoy. Valgo la pena!”

Y él coqueteaba con ella, le generaba falsas ilusiones…y la dejaba caer día tras día.

Un día la idea, ya desesperada por convertirse en cuento, intentó su última jugada: su propuesta era ya mucho más que un argumento: le brindó frases, personajes, finales felices y finales tristes, dramas y comedias, opciones, estilos literarios, optimismo.

Pero el autor finalmente la abandonó por otros proyectos literarios. Hoy la idea está muerta, enterrada en el cementerio infantil de lo que pudo haber sido…y no fue.



El cordón umbilical




Hubo una vez un cordón umbilical que cumplió muy bien con sus encomiendas primarias, biológicas y nutricionales. Efectivamente, la bebé a él asignada nació hermosa, llena de energía y con un peso bastante superior a la media estadística de su raza y nación.

Algo extraño y casi desapercibido ocurrió, sin embargo, un momento después del alumbramiento de la regordeta nena, cuando el gineco-obstetra responsable del parto hizo uso de la esterilizada tijera para cortar aquel tubo biológico ya innecesario: el médico especialista creyó escuchar algo así como un leve gemido, un ruido extraño inexplicable que significaba ¡carajo! en el ininteligible lenguaje de las tripas humanas, que obviamente está fuera de nuestra mundana audición y comprensión.

El subconsciente del obstetra, un poco extrañado y angustiado por aquel sutil gemido   inesperado, obligó a su portador corporal a mover los dedos artísticamente, y, emulando a Leonardo da Vinci, éste hizo una verdadera obra de arte, al anudar magistralmente el ombligo de la recién nacida criatura.

Él nunca lo supo, ni nadie jamás se lo reconoció formalmente, pero aquel ombligo de su creación manual -veinte años después- se equipararía a la vista con a la Capilla Sixtina o al Taj Mahal en lo referente a  sexualidad, a estética corporal: los hombres que lo miraban (o eventualmente acariciaban) se volvían locos en la playa –y a veces en la cama- disfrutando de aquel nudo biológico-existencial tan sublime.

Pero regresemos a aquel especial cordón umbilical de hacía veinte años, el del gemido, el orgulloso generador de un ombligo sexy de época.

Hoy se sabe que los cordones umbilicales trascienden a veces a la tijera esterilizada, al corte obstétrico, a ser tirados a la basura, a la resequedad,  a ser considerados como células madre y otras necedades tecnológicas o esotéricas de moda en nuestro complicado mundo. Muchos de ellos se transforman en espíritus, en entes que jamás abandonan a su criatura original, a su ombligo de antaño, sin importar el tiempo que pase. Son seres obsesivos que deciden estar junto a nosotros para siempre.

Nuestro cordón umbilical, el de esta historia, -aún presente en este mundo como espectro asilado en el cerebro de la regordeta bebé de antaño, hoy convertida en apetecible mujer-  no había renunciado para nada a sus obligaciones neuróticas.

Así, la encantadora, sexy y aparentemente mujer de mundo poseedora de uno de los ombligos más bellos del planeta, cada vez que tenía un orgasmo con el amante en turno, sentía la obligación compulsiva de usar su teléfono móvil para decirle a su mami:

“¡No sabes cómo te extraño!”


El club de la hormonas maduras


“Mi nombre es Ariana, aunque en realidad soy Ana Lucía, y he sido adicta al sexo. Desde jovencita me he dedicado a la prostitución. Aclaro que, desde el principio y hasta la fecha, siempre ha sido por gusto. No he tenido en mi vida la menor necesidad económica ni problemas sociales que me hayan inducido a esa profesión que reconozco haber asumido de buena gana.



Hoy estoy  arrepentida, y vengo con ustedes para que me ayuden a alejarme de esa vida viciosa.”

Clap, clap, clap, clap (aplausos fuertes de los asistentes).

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Si bien se parecía en muchos aspectos a Alcohólicos Anónimos, este particular grupo de adultos reunidos en una vieja casona en la ciudad Buenos Aires, distaba mucho de serlo, sobre todo por la sinceridad y la experiencia de sus miembros. Todos estaban aquí de corazón, sin entender del todo por qué, pero llenos de esperanza.



No había sido instituido formalmente por alguna ONG piadosa y financiada, sino por los mismos integrantes -pocos, pero todos ellos completamente convencidos de lo que hacían-.

Lo conformaban:

  • una ninfómana redimida (María Luisa)
  • un ex-violador (Hugo Ramírez)
  • una prostituta que ansiaba retirarse (Ariana)
  • un viejo rabo verde aburrido de fracasar con las jovencitas (Alfredo)
  • un play boy con cientos de historias tortuosas (Gianni)
  • una mujer que mil veces engañó a su marido (Josefina)
  • un homosexual de época, una leyenda de promiscuidad en su medio (Lolita)

Uno tras otro, sin ninguna inhibición, fueron presentándose ante sus compañeros.

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Un mes antes, Hugo Ramírez, ex-convicto por haber violado a tres mujeres, recibió una extraña carta en su domicilio, con el siguiente texto:

“Estimado Hugo:

Si bien tú no me conoces, yo he seguido de cerca tus pasos desde que hace dos años abandonaste la Unidad Penitenciaria. Sé que te has portado bien desde entonces, pero he notado que sufres conteniéndote cuando ves a las mujeres con falda corta. Ambos sabemos que sigues siendo vulnerable, y que podrías recaer en cualquier momento. Sabes que las consecuencias serían terribles dadas tus condiciones de libertad bajo fianza y tus antecedentes.

Por eso quiero invitarte a conformar un grupo especial, un grupo que he decidido llamar “el club de las hormonas maduras”, un grupo de autoprotección que sé que te ayudará a salir adelante. Sé que aceptarás esta invitación. Pronto, en unos días, te haré llegar el lugar y la hora para tener una reunión con gente que tiene problemas semejantes a los tuyos, que llamaremos, de momento “el síndrome de incontinencia hormonal”.

Mientras tanto, sé bienvenido al “club de las hormonas maduras”.

Un saludo del coordinador del CHM.”

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María Luisa vio con cierta desesperación como su amante de esta noche se vestía y se alejaba agotado de su departamento.

La misma historia de siempre se repetía: noche tras noche, ella buscaba desesperadamente, en los bares y tabernas, un nuevo compañero para pasar la velada sexual. Como era una ninfómana experta, sabía lucir sus encantos en el corto plazo, y pocas eran las noches en que un nuevo desconocido no calentaba su lecho dispuesto a acariciar sus bellas piernas y otras cosas. 



Pero siempre ocurría lo mismo: ningún hombre soportaba su presión sexual toda la noche. Los más resistentes lograban tener sexo con ella cuatro o cinco veces, cuando lo que ella necesitaba era una veintena de orgasmos en cada sesión. Además, todos le prometían que regresarían a la noche siguiente, pero ninguno lo hacía, por más favores y fantasías eróticas que ella hubiese desplegado.

Decidió buscar su vibrador para aniquilar la necesidad que le quemaba sus interiores, cuando descubrió sobre el buró un sobre que contenía una carta. Lo había dejado –sin lugar a dudas- el frustrante compañero de esa noche.

Abrió el sobre, leyó la carta, y un par de lágrimas brotaron de sus ojos: era una invitación sincera a redimirse.  La firmaba “el coordinador del CHM”.

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Alfredo siempre esperaba pacientemente a que dieran las 13 horas para que las estudiantes de la escuela secundaria saliesen de clase para ir a casa. Le gustaba disfrutar de esos cuerpos juveniles, de los senos incipientes y de los muslos desnudos que enseñaban las más atrevidas colegialas, con sus faldas excepcionalmente cortas.

Casi todos los días, Alfredo intentaba abordar a alguna de ellas, fuera con piropos, fuera preguntándoles la hora, o con cualquier otro truco barato y sobado.



Las colegialas apostaban bromeando siempre, antes de salir de la escuela, acerca de quién sería la “afortunada” de recibir esa tarde las anticuadas propuestas de romance de aquel cincuentón feo y mal vestido, obsesionado con lo imposible.

Aquel día, la suerte parecía cambiar para Alfredo. Una chica joven y bien formada, con la falda muy corta, se le acercó espontánea, y le dio una tarjeta envuelta en papel de regalo, con un corazón y un moño. Ella se fue enseguida, mientras él, sorprendido, abría esperanzado el sobre envuelto en papel rojo. 

Lo leyó rápidamente, y su ceño se frunció, derritiéndose por completo la libidinosa sonrisa que el acercamiento de la adolescente le había generado.

La carta decía:

“Estimado Alfredo:

Das lástima. Eres la burla de las estudiantes y toda una vergüenza social. ¿No te das cuenta de que eres patético?

Te invito a que medites al respecto. Pronto recibirás una invitación que te sacará –de aceptarla- de esa mediocre y vergonzosa vida que llevas.

Atentamente, el coordinador del CHM.”


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Lolita había estado ya unas siete veces en la cárcel por delitos menores (promiscuidad, homosexualidad y putería), y había estado en la Cruz Roja unas cinco, siempre recuperándose de las golpizas que frecuentemente recibía como consecuencia de esa vida pecadora y desubicada.

No estaba claro si su mala fortuna en la vida era realmente su culpa, pues estaba consciente de que algo muy profundo de su ser era lo que lo obligaba a ser así. Efectivamente, era un gran homosexual al que no le gustaban los homosexuales, sino los hombres hombres, aquellos que nada querrían saber en sus vidas de desviaciones sexuales como las que él (¿ella?) solía proponer.

Por eso Lolita era frecuentemente golpeado, no solamente por los “machos” ofendidos, sino por muchos hombres normales que eran sexualmente acorralados por el incontinente homosexual que gustaba de llamarse a sí mismo Lolita.



La vida de Lolita era terriblemente patética, así que cuando encontró en su buró aquella carta, la besó y la guardó dentro de su sostén con toda ilusión, esperando que aquel desconocido que se autollamaba coordinador del CHM, lo contactara y lo sacara de esa inacabable tormenta existencial.

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“Mi nombre es Josefina, y soy mucho más puta que Ariana, pero soy tan farsante que me hago pasar por dama de sociedad, por esposa abnegada. Mi marido es un buen hombre, serio, trabajador, cariñoso, buen padre, y yo le pago casi a diario con una enorme ración de cuernos. Tengo cinco amantes, he tenido decenas. Raros son los días en que no tengo relaciones con un hombre. No lo puedo evitar. El olor a hombre me excita, me desnuda, no lo resisto.



Por eso estoy aquí. Quiero ser buena esposa, quiero respetar a mis hijos y a mi marido. Ya no quiero seguir entregándome a cuanto hombre se me acerca.

Por eso, cuando fui convocada a esta reunión, fui a la iglesia de Santa Teresa a pedirle a Dios una oportunidad de redimirme. Lamentablemente esa noche conocí al párroco, al padre Francisco, y con él me fui a la cama inmediatamente.

Estoy desesperada. No sé si tenga remedio.”

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Salía Gianni a media noche de un lugar muy exclusivo, acompañado de una mujer bellísima con escote y minifalda, cuando sintió –justo al momento de recibir su Ferrari F50 del empleado del valet parking- un enorme vacío existencial. La mujer sólo pensaba en pasar una deliciosa noche de sexo con el play boy de moda en la ciudad. Gianni ya no estaba tan seguro de soportarlo.

Tantas noches de juerga cara, tantas bellas mujeres entregándosele fácilmente, tantas propuestas de mujeres casadas, tanto mundo despilfarrado, lo tenían ya harto. Abrió la guantera de su auto para sacar su teléfono móvil, y se dio cuenta de que ahí había un sobre inesperado. Alguien había dejado un mensaje importante para él. 

Decidió –ante la enorme sorpresa y frustración de la acompañante- irse a dormir solo a su pent-house. Una vez enfundado en su bata de seda, abrió el sobre. Lo que leyó lo afectó enormemente.

Unos días más tarde, de pie ante un grupo de desconocidos, reconocía:

“Mi nombre es Gianni. Soy un perfecto imbécil extraviado en la vida. Dios me dio todo, menos cordura y valores. He arrasado con muchas conciencias. He comprado almas y cuerpos. Estoy aquí con ustedes para que me ubiquen, para que me saquen de este espantoso agujero en que me encuentro. Por favor, ¡ayúdenme!





sábado, 16 de febrero de 2019

El buey sagrado


Esta fábula (o cuento)  obviamente no es  mía. Fue desarrollada –supongo- por una persona superior que dejó huellas en la humanidad. Me permito modestamente tratar de  reconstruir su aportación. Hablo de H.G. Wells, el gran historiador y novelista, a quien -seguramente- todos hemos leído alguna vez.



En alguna época  y en algún lugar de nuestro absurdo e incomprensible planeta, existió una vez un torete hermoso en condiciones maravillosas. Sus genes eran espléndidos, y sus circunstancias de vida  inmejorables.

Era de un color plateado que irisaba al sol, con una silueta perfecta y una alegría inconmensurable. Vivía en un cerro verde con un clima ideal, adornado con flores multicolores, atravesado por varios arroyos de agua cristalina.  Todas las vaquillas de la región le coqueteaban,  procurando llevarse lo mejor de su estirpe, lo que el juvenil semental disfrutaba enormemente.

Lamentablemente para nuestro prometedor y feliz ejemplar, un día inesperado de cualquier época, pasó por ese lugar un sacerdote de cualquier religión, quien se mostró sorprendido de tanta magnificencia estética y genética. Este mediocre individuo concluyó que el torete de nuestra historia era sagrado.

Unos días después, el hermoso semental fue lazado y llevado a un oscuro e insalubre templo. Fue castrado y encerrado en un aposento de lujo con aromas que embriagaban innecesariamente. Lo vistieron de gala con colgajos metálicos y cascabeles lujosos incrustados de piedras preciosas.

Era visitado a diario por cientos de feligreses que lo adoraban, sin que el frustrado torete castrado entendiese el porqué de su suerte.

Pocos meses después, el buey sagrado murió de  tristeza, añorando aquel cerro primaveral en el que había nacido.



El autor in situ


En aquella plácida y asoleada hondonada junto al arroyo Atongo -de tiempo atrás- se reunía a diario un grupo de borrachines del pueblo conocidos como “las iguanas”, pues bebían -de la mañana a la noche- echados al sol sobre viejos y desvencijados colchones.



Constituían todo un folklore urbano, por lo que el prestigiado escritor de novelas sobre temas sociales -recientemente avecindado en ese pueblo- se interesó por ese grupo tan especial.

Habló con su mujer acerca de su nuevo proyecto, diciéndole que las llamadas “iguanas de Atongo” ameritaban una novela de fondo, y por ende una convivencia intensa con ellos, un par de semanas a lo más. Él pernoctaría en la ribera, mimetizándose como alcohólico pueblerino, vistiéndose como ellos, convirtiéndose temporalmente en uno más. Después, apoyándose en las grabaciones clandestinas de tecnología inaccesible para las iguanas, lograría una novela de alto impacto.

Con el visto bueno de su mujer, empezó la aventura. Él -con su experiencia en la vida- logró ser aceptado por el grupo. Nadie sospechó de la intromisión.

Durante cinco o seis días, él fue consciente de su objetivo literario-intelectual. Al iniciar la segunda semana, se dio cuenta de que el licor barato que se consumía en esa muy especial ribera, podía compararse –con un poco de criterio- con un buen whisky escocés. Se lo atribuyó al candente sol tropical, y lo asumió como tal.

Una madrugada regresó a su casa a bañarse y cambiarse de ropa, y aprovechó para decirle a su mujer que el interesante proyecto novelístico implicaría tres o cuatro semanas más: había mucho que investigar al respecto antes de liberar la creativa pluma que lo caracterizaba.

Un mes después volvió a casa tratando de no hacer ruido. Su esposa lo sorprendió llenando un cheque a nombre de una licorería pueblerina. Él lo justificó como parte de su proyecto: la novela avanzaba y no era el momento de interrumpirla por falta de financiamiento.

Antes que después, el escritor dejó de serlo. Su mujer intentó rescatarlo una tarde –meses después- de la perniciosa ribera del arroyo Atongo, pero se dio cuenta de que todo era inútil: el único proyecto de aquel intelectualmente exitoso hombre que alguna vez fue su marido, era convertirse en una iguana más.



La esposa del escritor regresó a la capital a rehacer su vida.

Las iguanas de Atongo disfrutan día a día de las interesantes anécdotas de su nuevo integrante. 





El árbol y el blog


Hace unos 1500 años, Siddhartha Gautama Buda fue al estado indio de Bihar buscando orientación divina. Junto al río Neranjara encontró un árbol bodhi, al cual los locales consideraban el árbol de la sabiduría.


Gautama  decidió sentarse en su tronco a meditar. Después de varios días, el flujo de información entre el vegetal y el humano generó una mutua dependencia impresionante, al extremo de que la savia del árbol y la sangre de Buda se confundieron y circularon entremezcladas por ambos cuerpos. Esta simbiosis –según dicen- duró varios años, y las consecuencias filosóficas y religiosas de esa unión trascendieron por todo el Oriente.

Yo – sin guardar ninguna distancia- estoy viviendo, en el año 2019, una experiencia semejante. Hace unos años alguien me invitó a abrir un blog en la Internet. Al principio yo era escéptico en estos temas, pero poco a poco, los bytes de mi blog empezaron a circular por mis venas, y mi sangre por los circuitos íntimos del servidor .

Hoy dependemos uno del otro de una manera increíble. Estamos –ambos lo sabemos- ya muy cerca de la Verdad Absoluta. Y si no fuera así, por lo menos estamos viviendo una borrachera intelectual y un romance irrenunciable.

Amo a mi blog. Lo confieso.



El amante perfecto



 Por el simple amor a su persona, ella decidió ponerse bonita para despedirse de su cuerpo. Además, pronto alguien lo encontraría, y deseaba dejar un buen recuerdo a quienes fuesen a su velorio.

Frente al espejo de su alcoba, desplegó sobre su rostro colores alegres y sombras que acentuaban su belleza. Abrió el ropero y tomó el vestido rojo que tanto le gustaba. Se lo puso.



También arregló con flores la única habitación de su piso de soltera. Finalmente se recostó sobre su cama tras de asegurarse de que lucía como nunca. Fue entonces que dijo…

…“Estoy lista, amor.”…

 ….justo antes de que su cuerpo se desvaneciese inerte para siempre.

Él (que realmente no era “él” sino “ello”) se acercó a su cuerpo inanimado  y le dijo al oído:

“Amada mía: sé bienvenida a nuestro universo.”

Así, ambos partieron felices hacia la dimensión prometida.

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“A mediados del lejanísimo siglo XX, el Dr. Christian Banard inauguró la era de los trasplantes entre seres humanos. Después se empezaron a usar órganos animales. A mediados el siglo XXI se inició la  salvaje costumbre de clonar órganos “de respuesto”, pero finalmente en el siglo XXII se suspendió esa horrible práctica y se inició en serio el empleo de reemplazos biónicos para que la humanidad viviese casi los 180 años en promedio.

Surgieron por lo anterior problemas de sobrepoblación, por lo que se decidió miniaturizar a los humanos usando nanotecnologías que permitieron que fuésemos (tras de varias adecuaciones) del tamaño de una pelota de golf y que nos nutriésemos de luz solar. Llegamos así a vivir más de 250 años.

Finalmente, en el siglo XXV, una nueva tecnología nos permitió deshacernos de cualquier presencia física. Nos convertimos en esencia, conformada únicamente por dos vectores: inteligencia y emociones.

Me preguntarás en dónde residen la inteligencia sin cerebro y las emociones sin glándulas. Pues bien: la humanidad desarrolló un centro cibernético enorme que, puesto en órbita terrestre, hace las veces de lo que ustedes llaman “servidor” y nos sirve a todos de sustento físico a pensamiento y sentimiento.

Después nos dimos cuenta que, como seres incorporales, con cierta tecnología de nuestra época, podíamos traspasar las dimensiones. Así, la humanidad escogió, por diversas razones poderosas, radicar en la llamada “dimensión 16”, la más cómoda de todas, sobre todo porque en ella no existe eso que ustedes conocen como tiempo.

Y por todo lo anterior, te digo que nosotros carecemos de género o de sexualidad. No quiere decir que no amemos o no seamos capaces de generar orgasmos. Tú eres testigo de muchos de éstos que compartimos en los escasos e interminables momentos que hemos convivido.”

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Él rondaba circunstancialmente el límite de la dimensión 16, cuando una súbita contracción natural de la membrana del espacio-tiempo lo arrojó a nuestra dimensión. Accidentalmente su esencia atravesó cierta partícula neuronal de ella, quien dormía con mucha angustia por desesperantes noticias recibidas el día anterior.

Cuando se dio este casi improbable encuentro, ambos lo sintieron: él, totalmente convulsionado por el accidente dimensional; ella, sintiendo una presencia maravillosa dentro de su cuerpo.

Él penetró en ella como un muy agradable sueño que poco a poco se fue convirtiendo en conciencia. De hecho, su inmaterialidad equivalía para un humano casi a lo mismo, a una presencia sin materia, pero con emociones gratas.

En un brevísimo estado de sueño consciente que a veces tenemos, ambos supieron el uno del otro. Se preguntaron todo. Se amaron.

Él, completamente seguro de que por fin había encontrado su esencia gemela,  la invitó a dejar atrás su cuerpo, así como las desventajas de vivir en una dimensión afectada por el tiempo y la materia. Le ofreció amor y felicidad permanente, eterna.

Ella lo aceptó sin ninguna duda. También sabía que él, quienquiera que fuese, era su destino.   



jueves, 14 de febrero de 2019

Sueños dulces tiene el alacrán



Sueños dulces tiene el alacrán: un mundo sin pájaros ni suricatas que lo molesten, y lleno de arañas e insectos, todos ellos jugosos y carnosos; con muchas hembras de su especie, fogosas y sexuales; un mundo pleno de rocas y de escondrijos para facilitar sus emboscadas y huidas.

Pesadillas también las tiene, algunas de ellas terribles, como por ejemplo, la del despiadado pájaro negro que pretende devorarlo, o la de la tarántula peluda que ansía atraparlo para comérselo, pero sobre todo aquella en que una enorme bota humana lo persigue para aplastarlo.



Doctorado en arrogancia


Arrogante: quien restriega innecesariamente sus virtudes
Presumido: quien exagera sus virtudes
Inmodesto: quien no se siente obligado a ocultar sus virtudes
Mentiroso: quien miente acerca de sus virtudes
Soberbio: quien hace uso de sus virtudes para ofender a los demás



DOCTORADO EN ARROGANCIA

La Inmodestia llegó aquella tarde con un poco de retraso al elegante club de los Adjetivos Calificativos, dispuesta a pasar una tarde agradable jugando a las cartas. Encontró  -ya sentadas en la mesa y jugando- a sus compañeras de siempre, y se hizo notar para ver si le permitían incorporarse al juego inmediatamente. Las demás estaban metidas en la partida,  y no querían interrumpirla, así que ninguna hizo caso de la intencionada y notoria presencia de la Inmodestia.

Ya cansada de esperar su turno para entrar al juego, les dijo:

“Parece mentira que no me dejéis jugar. Claro: sabéis de sobra que casi siempre os gano, pues soy con mucho la mejor. Por eso hacéis como que no me veis.” Esto era cierto: de cada cinco juegos, la Inmodestia ganaba tres.

La Arrogancia respondió a la Inmodestia: “¡Yo soy igual de buena que tú! Es obvio que tú y yo ganamos casi siempre.”

La Presunción intervino: “No sé de donde sacáis esas estadísticas: yo soy brillante en todo lo que hago, y este juego no es la excepción.”

La Mentira –sintiéndose rebasada- dijo: “Yo con vosotras siempre pierdo, pero en el otro club en donde juego, se me considera un genio. Este juego es circunstancial”.

La Soberbia –dirigiéndoles una mirada de superioridad- les dijo: “La gente inferior habla y habla. No voy a comparar mi inteligencia con ninguna de vosotras. Perdería la figura y mi tiempo.”

La Inmodestia finalmente se incorporó a la partida, y así las cinco amigas pasaron una insoportable tarde “de lo más agradable”.  




Desnudando a los espíritus


Todos hemos oído hablar de espíritus. Algunos hasta aseguran haberlos contactado.
Hoy, en pleno siglo XXI, hay dos enormes cambios en la vida que nos hacen renovar el enfoque espiritista: el primero es el avance de la ciencia. Poco hay hoy en el universo que no pueda ser escrutado a fondo por los instrumentos científicos.

Existen ya los detectores de espíritus, algunos de ellos tan sofisticados que reconocen género, año de la muerte, causa de la defunción, enfermedades venéreas, árbol genealógico, e incluso analizan el ADN del difunto (con sus taras y virtudes). Incluso he oído hablar de un GPS virtual que se le inserta al fantasma para saber en dónde pasa su larga jornada.

El segundo avance es el tema de los derechos humanos que los conservacionistas han extrapolado a los animales, y que -gracias a la difusión de la naturaleza que hacen vía satélite instituciones como Nacional Geographic o Animal Planet- hoy los espíritus pueden demandarnos legalmente cuando abusamos de la ouija o de otras metodologías apelativas de esa índole, que de verdad los disturban.
Yo pertenezco a un grupo de científicos especializados en la motivación humana: ¿Por qué actuamos como actuamos? ¿Por qué Bin Laden y George Bush Jr. se odian, si alguna vez fueron socios? ¿Qué neurosis tenía Lady Di, que el príncipe Carlos la dejó por una plebeya?  ¿Por qué el príncipe Felipe se enamoró de una periodista insulsa y no de la terrible y sexy Carolina de Mónaco que lo pretendía? En todo eso soy especialista. Tengo respuestas y tecnología para todo.

Mi última aportación científica (debidamente patentada) es el llamado “diván virtual”, que se maneja con un monitor y teclado como cualquiera de los nuestros, pero tiene la capacidad de convocar -sin ofenderlo- a cualquier espíritu. Ahí, quieran o no, se recuestan la difunta realeza, los amantes legendarios, los líderes de la historia, los asesinos seriales, etc., etc., y todos ellos me cuentan sus intimidades.


Cualquiera pensaría –después de leerme- que me paso los días y las noches persiguiendo espíritus para que se acuesten en mi diván virtual. Lo que ocurre es exactamente lo contrario.
Tengo una enorme cantidad de espíritus en lista de espera. ¿En qué radica mi éxito? Radica en una falacia: cuando alguien muere, los vivos solemos decir que el muerto “pasó a mejor vida”. No, para nada. De cada diez espíritus que me visitan, ocho manifiestan angustia, desesperación, inconformidad. De hecho, ellos prefieren el apretujado metro, los pagarés, la represión e incluso tener a la suegra en casa.

Cuando se enteraron de mis servicios, se agotaron los espacios en mi agenda. La “mejor vida” no  existe, y menos en el mundo de los espíritus. Así que dediquemos unas cuantas cuartillas a entender algo sobre…la vocación de los espíritus. En una encuesta realizada por mis discípulos en una muestra al azar de 200 espíritus, 180 manifestaron su deseo de regresar a nuestro mundo. Incluso en la muestra de 50 espíritus suicidados, más del 60% reconoció que fue un error haber abandonado nuestro mundo. No dicen que éste sea agradable, pero reconocen que al más allá le faltan atractivos mundanos.

Desdoblamientos


Él se llamaba Juan. Era un simple ser humano. Bueno, no tan simple porque los humanos no somos tan simples. De hecho, Juan estaba desdoblado en dos personas. Una de ellas era realmente Juan, y la otra era aquella que Juan creía que él era. Esto no era tan grave: todos los seres humanos creemos ser alguien diferente de quien realmente somos.

Juan tenía una novia de nombre Irma. Ella también tenía dos personalidades: la verdadera Irma y quien Irma creía que ella era.

Cuando estaban juntos, aparecían dos personas más en la plática: quien Juan creía que era Irma, y quien Irma creía que era Juan.

Así, estas seis personas se veían casi todas las tardes en el parque y trataban de entenderse entre ellas. Si a dos personas les cuesta trabajo entenderse, imaginémonos una reunión de seis personas. Las seis pensaban que se habían entendido y se marchaban convencidas de eso, pero después empezaban a surgir dudas, complicaciones, malos entendidos.

Juan –que amaba a Irma- estaba muy afectado por toda esa serie de desentendimientos. Decidió ir al bar a tomar un poco de vino para aclarar sus pensamientos. Bebió algo de más antes de tomar camino al parque, donde las tres Irmas lo esperaban (aunque una de ellas ya no era la misma).

Esa tarde todo fue más complicado, pues fueron seis personas diferentes las que discutieron en el parque:

El verdadero Juan (tomado)
Quien Juan creía que era (tomado)
Quien Juan (tomado) pensaba que era Irma
La verdadera Irma
Quien Irma creía que ella era.
Quien Irma creía que era Juan


Irma se empezó a desesperar de los constantes desentendimientos con Juan, y decidió coquetearle a un amigo de éste que se llamaba Pedro. Juan sospechó que había algo entre su novia y su amigo, así que, una buena tarde Juan citó a ambos en un bar para aclarar las cosas entre él, su novia y su amigo.


Cuando los tres llegaron al bar, en realidad eran doce personas:


El verdadero Juan (sin tomar)
Quien Juan creía que él era (sin tomar)
Quien Juan (sin tomar) pensaba que era Irma
Quien Juan (sin tomar) pensaba que era Pedro
La verdadera Irma (sin tomar)
Quien Irma creía que ella era (sin tomar)
Quien Irma (sin tomar) creía que era Juan
Quien Irma (sin tomar) creía que era Pedro
El verdadero Pedro (sin tomar)
Quien Pedro creía que él era (sin tomar)
Quien Pedro (sin tomar) pensaba que era Irma
Quien Pedro (sin tomar) pensaba que era Juan


Tres botellas de vino más tarde aparecieron doce personas diferentes en la mesa.


El verdadero Juan (tomado)
Quien Juan creía que él era (tomado)
Quien Juan (tomado) pensaba que era Irma
Quien Juan (tomado) pensaba que era Pedro
La verdadera Irma (tomada)
Quien Irma creía que ella era (tomada)
Quien Irma (tomada) creía que era Juan
Quien Irma (tomada) creía que era Pedro
El verdadero Pedro (tomado)
Quien Pedro creía que él era (tomado)
Quien Pedro (tomado) pensaba que era Irma
Quien Pedro (tomado) pensaba que era Juan

Esa noche el verdadero Juan asesinó con una navaja al verdadero Pedro ante los ojos de una Irma que todavía no aparecía en esta novela: una Irma asustada que huyó del bar al descubrir que el verdadero Juan era mucho más bruto que quien ella había creído que era Juan.

CONCURSO: ¿Cuántos personajes aparecieron en esta novela?    


De suegras y cosas peores


¿Qué es una suegra? ¿Por qué las madres de nuestras parejas han sido históricamente equiparadas con Drácula y el hombre lobo? ¿A qué se debe esa enorme diferencia de percepción presente en casi cada matrimonio acerca de una criatura -aparentemente humana- que desgasta nuestra existencia hasta hacerla miserable?



Viéndolo desde lejos, suena a injusticia –a difamación-, pero los yernos y nueras tenemos razones poderosas para protegernos con collares de ajo, balas de plata, estacas afiladas ¡y hasta con abogados y seguros de vida!, de esos  espantosos engendros llamados “suegras”.



Es un tema profundo que amerita mucho análisis y objetividad, además de la participación de eruditos de diversos menesteres.

Inicio hoy esta serie de aportaciones, esperando con ello deshacernos de esa horripilante maldición que aqueja a la humanidad desde que Eva se empeñó en hacer la vida imposible a la mujer de Caín.


EL GEN DE LAS SUEGRAS

Recientemente, científicos genetistas de la Universidad de Cambridge,  han demostrado que, en el ADN de la mayoría de las hembras de la especie humana, existe un discreto gen que permanece desapercibido hasta que alguno de sus hij@s adquiere pareja. Justo, cuando esto ocurre, el gen se activa y truena como volcán reprimido.

Así, la mujer que lo porta puede tener un todo un historial de simpatía, amor y bondad inmaculado, hasta que…

Ese gen (como todos) es hereditario (con una gran probabilidad de trascendencia) y se manifiesta, como ya dijimos, justo cuando el hijo o la hija anuncian que tienen relaciones formales con otra persona.

En ese momento, este reactivo gen (llamado sarcásticamente por los genetistas “alfiler en los testículos”) se hincha como balón de fútbol y empieza a generar en la madre unos celos espantosos por su hij@.

Estos celos se transforman en sarcasmos (contra el yerno o la nuera), en caras hostiles, en críticas abiertas, en consejos perversos a su hij@, en intervenciones en el hogar o en los asuntos de la pareja, etc. Este último “etcétera” debe servir de advertencia a mis lectores de la enorme creatividad destructiva que genera el “alfiler en los testículos” una vez que se activa. 

Pero una interesante característica del “alfiler en los testículos” es que, a pesar de los grandes celos y del enorme odio generado en la suegra, a veces ésta suele mantener una impresionante frialdad hacia fuera. Nadie puede imaginar lo que una suegra es capaz de hacer por volver las cosas al útero. Pocas son las suegras que la emprenden de frente contra sus yernos o nueras. Lo más probable es que aquellas sean sutilmente dañinas, manteniendo siempre cara de inocentes, envenenando el medio con caramelos, y siempre negando los hechos.



SOBRE L@S DAMNIFICAD@S DE LAS SUEGRAS

El recién descubierto gen de las suegras -conocido en el medio de los genetistas como “alfiler en los testículos”- ha hecho, a lo largo de la historia,  más daño que el diluvio universal, que la peste bubónica, que el holocausto, que la bomba de Hiroshima, que George Bush hijo y que el cambio climático.

Hogar tras hogar, pareja tras pareja, siglo tras siglo, las suegras se han encargado de sembrar molestia, problemas de pareja, crisis matrimoniales, infelicidad conyugal, divorcios, sentimientos perversos, alcoholismo, abandonos de hogar.

La lista de damnificad@s –si bien nadie la ha publicado- es enorme.

Me sorprende que la ONU no haya intervenido oficialmente en el tema, a pesar de que el ex-Secretario General de dicha organización, Kofi Anan, fue echado de su hogar por su suegra hace dos años..

Los científicos están a punto de clasificar a ese gen como de “altísimo riesgo”, colocándolo al mismo nivel de peligro que el SIDA, el calentamiento global y la pederastia.


CÓMO DESHACERSE DE LAS SUEGRAS


Hay varias maneras de minimizar el impacto de las suegras en nuestra vida. Recomiendo tres, y las enumero en orden de efectividad creciente (de menos a más).


1)      Echándolas de casa por medio de la fuerza bruta.

2)      Chantajeándolas hasta la deshonra

3)      Asesinándolas


La opción de “llevar al fiesta en paz con la suegra” es simplemente una falacia, es esconder la cabeza en la arena. A las suegras hay que enfrentarlas a tiempo y de la manera adecuada. De otra forma ellas nos aniquilarán a nosotros.

A continuación describiré detalladamente cada método recomendado.



CÓMO ECHAR A LAS SUEGRAS DE CASA POR LA FUERZA BRUTA

En el momento más inesperado del día (no importa la hora), se llega a casa con algunos amigotes (o amigotas, según se sea hombre o mujer). Se hace mucho ruido y borlote, simulando que un@ está pasado de copas.

La suegra enseguida empieza a reaccionar ante el presunto mal comportamiento del yerno o la nuera (lo hará de diversas maneras, según sea su personalidad y arraigo doméstico). En ese momento se sienta un precedente y ya existe una causa beli:  la suegra es quien ha empezado con las hostilidades. Éste será un gran argumento ante cualquier persona que pretenda saber qué ocurrió y que desee opinar. De ser posible, se recomienda tomar un video de las agresivas reacciones de la suegra ante el derecho humano a la diversión del yerno (nuera) con sus amistades.

A continuación, el más fuerte de los amigotes (o amigotas) debe tomar a la suegra por  sorpresa del cogote. Los demás la toman de los brazos y las piernas. Uno más la amordaza para no preocupar a los vecinos con sus gritos y amenazas. Se le carga (con dulzura) y se le saca de la casa.

El desagradable bulto debe ser depositado en la cajuela posterior del auto (el maletero), transportado y arrojado discretamente en algún basurero de la ciudad (el más lejano que se conozca).

No debe uno preocuparse por lamentos o represalias, pues la suegra, a esas alturas, ya debe haber entendido quién manda en casa. El video de la agresión de la suegra será un justificante holgado para que la bruja nunca regrese a nuestro dulce hogar. Pocas suegras se atreven a regresar al hogar del yerno (nuera) desde el basurero metropolitano.

OBSERVACIÓN AL CALCE: nótese que la suegra no ha sido golpeada, sino simplemente reubicada.


COMO CHANTAJEAR A LAS SUEGRAS (sexta parte de muchas)

Solamente se requiere una máquina fotográfica sencilla y un poco de ingenio. La máquina puede ser incluso nuestro teléfono móvil.

El 99% de las suegras son deprimentemente obesas y arrugadas, pero lo esconden dentro de restringidas fajas y gruesas capas de maquillaje.

¿Qué mejor que una foto mientras se duchan, tal cual son?

Una foto clandestina de la suegra duchándose es un tesoro existencial, una oportunidad de supervivencia matrimonial, una joya para sanear nuestro complicado futuro.

Ya con la foto en la mano, podemos amenazar a la suegra con vendérsela al Animal Planet (argumentando que esa criatura es un hipopótamo mutante del río Nilo); o al canal Infinity (diciendo que es un monstruo del inframundo que recién nos ha visitado)…La televisión satelital hará el resto.

Si esto no dice nada para ella, le diremos que haremos una amplificación de la foto  y que la imprimiremos digitalmente en una tela enorme que colgaremos de algún edificio cercano para mostrarla a todo el vecindario.

Si la suegra no acepta irse a su pueblo inmediatamente, procederemos a la siguiente opción, un poco más radical.


CÓMO ASESINAR A LAS SUEGRAS

Asesinar a una suegra es aparentemente un crimen como cualquier otro asesinato, pero definitivamente NO es como cualquier otro asesinato. Matar a una suegra es el equivalente a la frase:

“Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón.”

Digámoslo así:

“Todo hombre debe tener un hijo, sembrar un árbol, leer un libro y matar a su suegra.”

Desde el punto de vista legal, los asesinatos de suegras ocupan el lugar más honorable y con más atenuantes. Encontraremos en los policías, los forenses, los fiscales, los jueces y los jurados, toda clase de identificación con nuestra causa y mucha comprensión, al extremo de que –en la mayor parte de los casos- se ha dejado libre al yerno (nuera) asesin@ bajo el argumento de:

“Para juzgar a un asesino, primero debemos conocer a la víctima.”

Pero pasemos a los aspectos técnicos del asesinato:

La academia nos dice que la suegra debe ser envenenada con estricnina. ¿Por qué con estricnina?

Pues porque es el veneno que se emplea para matar a las ratas en el drenaje y a  los perros callejeros con rabia. El uso de la estricnina en el asesinato de una suegra tiene mucho de simbólico. Otros venenos podrán ser igualmente efectivos, pero no nos dejarán la satisfacción de poder decir que “mi suegra murió como rata”. Esa sensación, en nuestro corto, mediano y largo plazo, es, de verdad, satisfactoria y muy reconfortante.

Ahora bien:

La estricnina se aplica en la siguiente dosis:

20 miligramos de estricnina por cada kilogramo de peso del animal a envenenarse.

Como las suegras (o sea, el animal al que se refieren las instrucciones de la etiqueta) suelen ser muy gordas, el gasto que debemos hacer en estricnina es considerable (pero si le decimos discretamente al boticario que es para matar a nuestra suegra, nos hará un buen descuento y nos dedicará una sonrisa de aprobación). Además hay que desconfiar del peso que las suegras declaran: siempre se quitan kilos. Tal vez lo hacen de manera instintiva, sabiendo que nuestra pregunta al respecto lleva un trasfondo malévolo.

Como sea, al peso que declare la suegra, súmenle 25 kilos (factor de embuste). El total, multiplíquelo por 20 miligramos (por 0,0002), y ésa será la cantidad de estricnina a poner en la paella dominguera que ella tanto disfruta en nuestra casa, mientras envenena el ambiente doméstico y matrimonial con sus comentarios y actitudes.

Claro está que debemos evitar que nuestra esposa (o esposo) coman de esa paella, y que las sobras no se le den al perro.

Una vez ingerida la paella por la suegra, debemos asegurarnos de que nuestro teléfono no funcione. Cada minuto que tarde la ambulancia en llegar, será a favor nuestro. Lo más probable es que la bruja muera retorciéndose de merecido dolor en la ambulancia, en la ruta al hospital de emergencias.

La policía llegará a casa y, al darse cuenta de que la occisa era la suegra, dirá que la muerte fue por causa natural.

El forense descubrirá la estricnina en el cuerpo, supondrá que se trata de un rutinario asesinato de suegra, y falsificará el expediente.

El fiscal minimizará las acusaciones. Nuestro abogado defensor bostezará del aburrimiento. El jurado aplaudirá el asesinato, y el juez, tras absolvernos, pasará una mala noche envidiando nuestro enorme valor existencial.


CÓMO QUITARSE EL MALEFICIO DE SER MALA SUEGRA

Es simple: basta jurar el cumplimiento del siguiente documento.

Decálogo de la buena suegra:

1)      Aun sabiendo que mi hij@ merecía mejor pareja, me resigno a lo que escogió y me comprometo a jamás cuestionar su decisión.

2)      Aunque se me retuerza el hígado,  prometo ante Dios que jamás intervendré en los asuntos de mi hij@ en donde su pareja tenga algo que ver.

3)      Aunque mis nietos salgan espantosos y/o con taras hereditarias, nunca manifestaré públicamente que los genes de “la otra familia” vinieron a contaminar los nuestros.

4)      Por poco dinero que gane el pelafustán de mi yerno, jamás me permitiré pensar que mi hija vive en peores condiciones de las que tenía cuando vivía en mi casa.

5)      Cuando mi hij@ llegue a mi casa a desahogar sus problemas matrimoniales consecuentes de haber escogido tan mal a su pareja, siempre le recomendaré resignación y paciencia.

6)      Visitaré la casa de mi hij@ solamente cuando sea invitada por la pareja. La invitación por parte de mi hij@ deberá siempre llevar el aval libre y voluntario de mi yerno (nuera).

7)      Mis visitas a casa de mi hij@ serán leves. Prometo comportarme con la ligereza de Campanilla (el hada de Peter Pan).

8)      Por corriente y patanesco que me parezca el comportamiento de mi yerno (nuera), siempre guardaré compostura, y evitaré externar cualquier tipo de crítica o gesto.

9)      Si la decisión de mi yerno (nuera) es que jamás vuelva a su casa o que desaparezca para siempre de su vida, lo haré sin chistar e inmediatamente.

10)  Si mi yerno (nuera) decide asesinarme, le evitaré complicaciones legales firmando previamente una  manifestación de suicido, felicitándolo además por su actitud.

¿ES USTED UNA BUENA SUEGRA?

Conteste honestamente las diez siguientes propuestas.

1) No considero superiores mis genes a los de la pareja de mi hijo.

SI                                 NO                         NO LO SÉ

2) Acepto plenamente  la decisión de mi hij@ respecto a la elección de su pareja.

SI                                  NO                       NO LO SÉ


3) Tengo la suficiente fuerza de voluntad para abstenerme de intervenir en los asuntos de mi hij@ y su pareja, por graves que me parezcan.

SI                                  NO                       NO LO SÉ


4) Estoy lo suficientemente madura para reconocer que la genética es una ciencia probabilística, y que mis nietos pueden ser feos o tarados por parte de los genes de mi familia.

SI                                  NO                        NO LO SÉ

5) Estoy lista para aceptar que mi yerno hace todo lo posible para mantener un nivel de vida digno para mi hija.

SI                                  NO                         NO LO SÉ

6)  Tengo la madurez suficiente para asesorar a mi hij@ respecto a sus problemas de pareja sin arriesgar su matriminio.

SI                                  NO                          NO LO SÉ

7) Estoy dispuesta a MINIMIZAR mi presencia en casa de mi hij@.

SI                                  NO                          NO LO SÉ

8) Podré superar cualquier afectación de sentimiento de superioridad de clase social en relación a mi yerno (nuera).

SI                                  NO                          NO LO SÉ

9) A petición expresa de mi yerno (nuera), yo renunciaría a visitar el hogar de mi hij@.

SI                                  NO                           NO LO SÉ

10) Me iría para siempre a otra ciudad para permitir que mi hij@ viviera el resto de su vida sin interferencias que afectasen la felicidad de su vida en pareja.

SI                                  NO                            NO LO SÉ

RESULTADOS:

CERO A TRES SÍES:  MEREZCO SER ENVENENADA CON ESTRICNINA Y MORIR COMO RATA DE DRENAJE

TRES A CINCO SÍES: SOY UN VERDADERO ESTORBO, Y DEBO ALEJARME DEL HOGAR DE MI HIJ@ INMEDIATAMENTE.

CINCO A SIETE SÍES:  NO SOY LA SUEGRA PERFECTA, PERO PROMETO QUE IRÉ CON EL PSICOANALISTA E INTENTARÉ SUPERARME.

OCHO A NUEVE SÍES: SOY UNA SUEGRA MADURA QUE NECESITA TAN SOLO MÁS COMUNICACIÓN CON EL YERNO (NUERA).

DIEZ SÍES: SOY MARAVILLOSA COMO SUEGRA, Y MI HIJ@ Y MI YERNO (NUERA) PODRÁN HACER DE SU VIDA UN ENSUEÑO DE AMOR Y MADUREZ.