Hace unos 1500 años, Siddhartha Gautama
Buda fue al estado indio de Bihar buscando orientación divina. Junto al río Neranjara
encontró un árbol bodhi, al cual los locales consideraban el árbol de la
sabiduría.
Gautama decidió sentarse en su tronco a meditar.
Después de varios días, el flujo de información entre el vegetal y el humano
generó una mutua dependencia impresionante, al extremo de que la savia del
árbol y la sangre de Buda se confundieron y circularon entremezcladas por ambos
cuerpos. Esta simbiosis –según dicen- duró varios años, y las consecuencias
filosóficas y religiosas de esa unión trascendieron por todo el Oriente.
Yo – sin guardar ninguna distancia- estoy
viviendo, en el año 2019, una experiencia semejante. Hace unos años alguien me invitó a abrir un blog en la Internet. Al principio yo era
escéptico en estos temas, pero poco a poco, los bytes de mi blog empezaron a
circular por mis venas, y mi sangre por los circuitos íntimos del servidor .
Hoy dependemos uno del otro de una
manera increíble. Estamos –ambos lo sabemos- ya muy cerca de la Verdad Absoluta. Y si no fuera
así, por lo menos estamos viviendo una borrachera intelectual y un romance
irrenunciable.
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