jueves, 29 de abril de 2010

El maquillaje


Buscó en la bibliografía el mejor de los seudónimos, para que no se supiera que su nombre era Pancracio.

Buscó en las imágenes de la web un avatar que representase a un ser gallardo y poderoso, para ocultar el hecho de que era de escaso tamaño, feo y regordete.

Aprendió a usar magistralmente correctores de texto para que sus faltas de ortografía y sintaxis, consecuencia de su escasa escolaridad, no fuesen obvias en los monitores ajenos.

Hizo copias electrónicas de cientos de poemas de amor desconocidos, para que quien lo leyese lo considerase un gran poeta.

Plagió la foto de un modelo armenio para enviársela a las damas de la Internet que querían verlo retratado.

Mostró mucho tiempo su falsa imagen al mundo de la Internet, hasta que una mujer de su ciudad le sugirió que se conociesen en persona. Pospuso la cita mil años con mil recursos y mentiras, hasta que no tuvo más remedio que encarar el asunto.

Se juntaron en una cafetería, indicándose cómo irían vestidos.

Ella tampoco se acercaba nada a lo que él esperaba, pero se sintieron cómodos el uno con el otro.

Ya sin maquillaje cibernético, ambos se sintieron mejor y decidieron amarse tal como eran.

martes, 27 de abril de 2010

Benny


Apenas salió del huevecillo, Benny se dio cuenta de parte de su triste realidad: era incoloro. Su piel y su cuerpo eran una simple masa gelatinosa totalmente transparente, mientras que todo lo que lo rodeaba tenía luminosos y alegres colores.

Como sea, decidió salir a conocer el mundo. Pasaron a su lado varios depredadores olfateando en busca de algo que comer, y ni siquiera percibieron su existencia. Benny no sabía si alegrarse o deprimirse, porque ser inodoro sumado a ser incoloro, no le hacia sentirse nada bien, sobre todo en un mundo tan colorido y aromático.

Finalmente un pájaro logró verlo moverse, debido a un circunstancial reflejo del sol en su gelatinosa carne. Se lo echó al pico y lo saboreó.

Un instante después, sin siquiera haberlo lastimado, fue escupido del pico del ave.

Benny se dio cuenta de que el pájaro esperaba en él algún sabor. Así supo que resultó también ser insípido.

Si bien su capacidad de sobrevivir estaba garantizada por estas propiedades, su ego lo mortificaba.

Benny decidió no formar ya parte de la fauna de este mundo. Se acurrucó en un lugar asoleado y murió intencionalmente deshidratado. Por lo menos el abrasador sol no lo ignoró en aquella ocasión.

“Mejor muerto que ser inodoro, incoloro e insípido”, fue su último pensamiento.

domingo, 25 de abril de 2010

Besando el piso


Para él la depresión era maravillosa.

Hubo una época en que no la tuvo, y entonces no disfrutaba de la vida, por lo menos de la vida que él anhelaba.

Sin embargo, cuando su depresión alcanzaba altos niveles, la sensación de estar al borde del suicido, del precipicio existencial, del desastre psicológico, le agradaba. No podía vivir sin ella. Eran sus mejores días.

Cuando por excepción se levantaba optimista alguna mañana, revisaba inmediatamente su desastrosa existencia, y en muy poco tiempo respiraba el dulce aroma de la angustia depresiva. Entonces volvía a la cama a imaginar cómo su día iba a ser desagradable, y eso lo estimulaba fuertemente para seguir adelante.

Él sabía que el suicidio no era una solución, por aquello del “descanse en paz” que definitivamente no era su objetivo.

Cuando llegó la hora de su muerte, se agarró a las paredes de su alcoba con toda su fuerza, para evitar aquello que la gente llamaba “la paz del sepulcro”.

Sin embargo murió satisfecho, convencido de que había sido completamente feliz toda su vida. La depresión había sido siempre su aliada, con su eterno sabor a derrota y a incertidumbre que tanto había disfrutado.

jueves, 22 de abril de 2010

La Trinidad del día a día


El Espejo, la Báscula y la Triste Realidad.

martes, 20 de abril de 2010

La cerradura


A pesar de que estaba claro que estaban hechas la una para la otra, la cerradura no podía dejar de desconfiar de la llave, por el simple hecho de que ésta era libre de intentar otros romances en cualquier otro lado. ¡Nunca se sabe!

Ella, en cambio, siempre estaba ahí, siempre cerrada, dándole a la llave certeza absoluta de su eterna fidelidad.

Fue nada más por eso -por esa pequeña pero enorme desconfianza que fue creciendo con el tiempo- que la cerradura jamás quiso mostrarle a la llave todo aquello que ella poseía en sus adentros.

La cerradura murió virgen.

domingo, 18 de abril de 2010

Tu reproche


Aquel inconmensurable reproche, una vez que logró deshacerse de su gigantesca indignación, mostró infinitas cantidades de amor y ternura.

viernes, 16 de abril de 2010

Bichito


Solamente su amorosa madre y tal vez algunos de sus hermanos supieron su verdadero nombre, porque él enseguida emprendió el rumbo hacia la aventura. Tal vez se llamaba Ulises o Marco Polo o Jasón, en el desconocido idioma de los alacranes.

En cuanto se sintió listo, salió de su escondrijo para observar unas chozas no muy lejanas, habitadas por unos extraños y enormes seres bípedos que él sabía que odiaban a su estirpe, y que solían aniquilarla a pisotones.

Con la curiosidad instintiva que le generaba su propio nombre, se acercó sigilosamente a aquellos misteriosos humanos para observar detalladamente su comportamiento, y se dio cuenta de que éstos fabricaban extraños objetos de fibras vegetales que indudablemente eran vehículos para transportarse lejos. No podían ser otra cosa.

Así, nuestro alacrán decidió ocultarse en una cesta de mimbre de las que ahí se fabricaban, con la seguridad de que ésta lo llevaría muy muy lejos en este mundo tan amplio y desconocido.

Y así fue: decenas de cestas de mimbre fueron cargadas en un camión para luego ser rellenadas de frutas, mientras el joven alacrán permanecía oculto en una de ellas, observando con interés todo lo que ocurría a su alrededor.

Finalmente, tras de varios días y varias vueltas por aquí y por allá, su vehículo de mimbre lo llevó a un nuevo lugar muy diferente de todo lo que antes había conocido, y entonces decidió bajarse de él, empezando a curiosear por aquí y por allá.

El territorio en que se encontraba era muy diferente de todo lo que había conocido con anterioridad, lo que lo llenaba de júbilo e interés, pues se dio cuenta de que ese mundo estaba lleno de sorpresas inimaginables.

Efectivamente, el piso era duro, liso y algo resbaloso. No había tierra ni posibles escondrijos donde guarecerse ante la llegada de insospechados depredadores, pero él estaba feliz en su nuevo hábitat.

De repente, en un momento de distracción, sintió pisadas fuertes cerca de él. Volteó y supo que ya era demasiado tarde: un humano lo había descubierto. Nuestro alacrán encogió el cuerpo esperando ser vilmente aplastado por aquella enorme criatura, cuando, de pronto, se dio cuenta de que –todo lo contrario- estaba siendo tomado con cariño y observado de cerca por ojos amigables.

Muy pronto fue colocado en una pequeña prisión de material transparente que los humanos llamaban frasco. Vio desde ahí a varios de ellos que lo observaban fijamente, pero algo le decía que con ellos no corría ningún peligro. Algunos de esos seres bípedos eran criaturas muy jóvenes.

Un poco después fue trasladado a una prisión más grande, también trasparente, con las paredes curvas, imposibles de trepar por más que intentaba salir de ellas: era lo que los humanos llamaban una pecera.

Sus amables captores habían llenado previamente esta prisión con mucha tierra y vegetales, en donde habían cochinillas, pequeñas arañas y otros insectos, por lo que su alimentación y su supervivencia estaban, de momento, garantizadas.

Pronto le quedó claro que en ese lugar lo querían mucho, que no corría peligro, y que había sido rebautizado como Bichito, nombre extraño para un alacrán, pero obviamente muy afectivo.

Los humanos mostraban constantemente interés por él, y se preocupaban por su nutrición. Bichito pudo probar muchos nuevos alimentos inesperados y exóticos, como deliciosos pedazos de jamón cocido, miga de pan recién horneada y hasta una cosa amarilla con excelente sabor llamada tortilla de patata.

Los niños que lo cuidaban solían sacarlo a pasear frecuentemente al jardín, en donde él podía correr libremente y asolearse, además de atrapar moscas u otros deliciosos insectos frescos.

Así, la vida de Bichito y sus amigos humanos transcurrió con mucha felicidad y afecto, hasta que él recordó que su destino era la aventura, y que ahí ya nada habría de nuevo en lo sucesivo.

Y aprovechando uno de sus paseos matutinos al jardín, sin despedirse de nadie para evitar llantos y tristeza innecesarios, decidió desaparecer para siempre en la maleza.

Nunca más supieron nada de él sus amigos humanos, pero éstos siempre estuvieron seguros de que Ulises, Marco Polo, Jasón, Bichito o como quiera que se llamase en realidad, era feliz en alguna parte de aquel enorme jardín, pues su destino era la aventura, y sus límites el amplio mundo.

El patán


Venía de círculos sociales excelsos, de muy buenas universidades, de recorrer los mejores lugares del orbe.

Sus genes eran envidiables. Su cuerpo era atlético y su cara irresistible para las mujeres.

Su cultura era amplia y su status de altura. Vestía elegante como nadie, y toda la gente lo quería cerca.

Pero su vocación era ser patán. Lo que más le gustaba en la vida era ofender, fastidiar, agredir, ridiculizar. Escupía en público, era mal hablado, arrojaba la basura al piso, miraba lascivamente a las mujeres, no respetaba nada.

Pero era de verdad encantador, al extremo de que un día toda la sociedad que lo rodeaba decidió imitarlo en su forma de ser y actuar.

Pronto los caballeros y las damas elegantes pasaron de moda, y la gente decidió que la patanería era la nueva forma de vida, la última palabra.

Lamentablemente nadie en aquella estúpida sociedad captó que él no era cualquier patán, sino uno con clase, un tipejo elegante y con estilo.

Ante esa impertinencia social de gente que nada entendía de la vida, él decidió retirase a vivir con una dama con muy buenos genes que ofendía, fastidiaba, agredía, ridiculizaba, escupía en público, era mal hablada, arrojaba la basura al piso, miraba lascivamente a los hombres y no respetaba nada, pero que de verdad tenía mucha clase y estilo.

sábado, 10 de abril de 2010

El Señor Beso


En este extraño mundo en el que nos tocó vivir, además de todo tipo de raras criaturas, existen los llamados besos.

Hay y han habido miles de millones de ellos, y de muchas naturalezas muy diferentes: besos de cariño, besos de amistad, besos hipócritas, besos apasionados, besos de admiración, besos de felicitación, besos eróticos, besos frívolos y besos enviados por correspondencia (antes en sobres sellados; ahora por e-mail).

Pero existió una vez uno que fue muy especial, que en la posteridad es conocido por todos con el nombre de Señor Beso.

El Señor Beso empezó muy mal su existencia, porque un adolescente no se atrevió a dárselo a su amada novia. Más tarde él habría de llamarlo “el beso me nunca me atreví a dar”, mientras que la chica lo llamó “el beso que nunca me dio”.

Este beso frustrado, bautizado de dos manera diferentes y repartido entre dos almas que la vida alejó inmediatamente sin darles otra oportunidad, permaneció ahí, acurrucado, marchitándose, soñando en lo que pudo haber sido, de repente explotando de coraje por su mala fortuna, resignándose a su suerte otras veces, pero siempre ilusionado pensando que tal vez algún día…

El tiempo pasó por aquellas dos almas alejadas que alguna vez se buscaron con cariño, mientras el beso agonizaba ante la implacable realidad del transcurrir de los años, cuando de pronto…

…Eros, hijo de Venus y de Marte, al revisar sus asuntos pendientes –que eran muchos-, se preguntó una tarde qué habría sido de aquel gallardo y esperanzador beso que entregó en una ocasión a un adolescente tímido que lo requería para acabar de enamorar a esa chiquilla que tanto le gustaba.

Sus profundas pesquisas le hicieron saber que aquel beso estaba abandonado, ya cercano a la muerte, triste, frustrado, sin esperanzas, repartido entre dos almas alejadas por las circunstancias de la vida.

Fue entonces que Eros, muy preocupado por aquel beso a punto de fallecer, se disfrazó de Facebook, e inmediatamente se encargó de que aquella jovencita (que ya era una mujer pelo blanco) localizase a su novio de hacía tantos años.

Lo encontró muy pronto, pues Facebook (o sea Eros) siempre ha sido muy eficiente para eso de los inesperados reencuentros.

Inmediatamente la pareja de jóvenes (que ya eran adultos de pelo cano), logró ponerse en contacto desde sus lejanías. Se alegraron mucho de estar en comunicación, se reprocharon todo lo pendiente entre ellos, y viajaron medio planeta para, sin más preámbulo, besarse.

De aquella maravillosa fusión entre “el beso que no me atreví a dar” y “el beso que nunca me dio”, surgió algo muy poderoso y memorable, algo que hoy se conoce en el mundillo de los besos como El Señor Beso, el beso más importante en la vida de aquellas dos almas enamoradas que la caprichosa vida había alejado.

viernes, 9 de abril de 2010

Irresponsable borrachera


Decidieron dejar que se cayera el mundo, que la vida de siempre continuase sin ellos, que el universo fuese todo de su propiedad, que el tiempo transcurriese de mil alocadas maneras, que nada ni nadie interrumpiese aquel imposible romance tan fuera de lugar, que todos los vientos del orbe soplaran a su favor en todo momento.

Decidieron fundirse entre sí sin importar las consecuencias; acordaron vivir una irresponsable borrachera de dos que sólo terminaría cuando el Destino así lo quisiese; pero también decidieron sobornar al Destino para que convenciese a su amiga la Eternidad de dejarlos tranquilos para amarse, para disfrutarse.

Fueron muy felices mientras se pudo. Después, el simple recuerdo de aquella increíble aventura les dio alegría para el resto de sus vidas. Ninguno de los dos se arrepintió de haberla vivido.

lunes, 5 de abril de 2010

Ntembe


Ntembe apareció un día solicitando amistad y comunicación en el monitor de Mónica, una chica madrileña a quien fascinaba el chat y el hacer amistades en la Internet. Con un golpe de tecla aceptó la propuesta, y ambos jóvenes iniciaron un diálogo intenso y frecuente a partir de ese día.

Ntembe era africano, del Camerún. Se presentó ante Mónica como un chico de 30 años que vivía en una aldea cercana a la frontera con Nigeria, en donde acababa de llegar la Internet junto con todos sus prodigios de comunicación humana.

Intercambiaron fotos y halagos durante varios días, y así empezó a gestarse una de esas profundas amistades cibernéticas que muchas veces trascienden hasta el amor y el matrimonio.

Mónica adoraba la amplia sonrisa y el musculoso cuerpo color de ébano que aparecían en las fotografías digitales de Ntembe. Pronto su cabeza se llenó de alegres y alebrestadas mariposillas, así que no pudo negarse cuando su amigo africano le ofreció el boleto de avión para que ella pudiese visitar su aldea en el Camerún.

Un par de semanas después, la avioneta que transportaba a Mónica desde Douala estaba a punto de aterrizar en una pista en medio de la selva. El corazón de la joven madrileña latía muy fuerte mientras sobrevolaba la pista con decenas de negros ataviados con coloridos trajes alrededor de enorme letrero hecho de flores que decía:

BIEMBENIDA, MONICA QERIDA

Los alegres tambores retumbaban fuertes, sin dejar de ser escuchados a pesar del ruido del motor de la avioneta al hacer tierra.

Una vez detenido totalmente el vehículo aéreo y abierta la puerta de éste, Mónica bajó de ella. Localizó a Ntembe entre los asistentes. Corrieron uno hacia el otro y se fundieron en un enorme abrazo ante los entusiastas aplausos de los presentes.

Esa noche, Mónica -al igual que otras seis jóvenes europeas que la habían precedido- conoció íntimamente a su amado Ntembe y a muchos otros de los locales, tras de haber sido rebanada y hervida en perol de bronce con yerbas olorosas y especias locales, conformando el principal ingrediente del buana buana, maravilla gastronómica local.

Los alegres tambores de la aldea siguieron tocando hasta el amanecer. Ntembe, mientras tanto, procuraba la amistad de una ingenua chica sueca vía chat en la Internet.

domingo, 4 de abril de 2010

Mariposillas


Inquietas chiquillas con alas de mil colores, contenidas en tierna y tenue jaula en el alma de una dama de pelo blanco, vivían adormecidas desde hacía ya bastante tiempo, al extremo de que ya casi no recordaban cuando habían volado esperanzadas por última vez.

Después, bastó una dulce mirada seguida de una agradable sonrisa seguida de un bello piropo, para que aquella jaula liberase sus puertas y se generase un increíble revoloteo de las mariposillas en alguna parte del cerebro de la dama de pelo cano, justo en donde los neurólogos afirman que se encuentran entrelazadas las neuronas responsables de las ilusiones, de la esperanza y del amor.

Revolotearon alocadas hasta el cansancio, sintiéndose por fin libres, estimuladas por aquella dulce mirada seguida de aquella agradable sonrisa seguida de aquel bello piropo. Fueron felices durante hermosos minutos, horas y días, hasta que se dieron cuenta de que aquella dulce mirada seguida de aquella agradable sonrisa seguida de aquel bello piropo, no habían sido sinceras.

Muchas mariposillas murieron de tristeza tras aquel inútil y engañoso esfuerzo de liberarse ante un romance en puerta que jamás se dio. Otras regresaron a la jaula, ya con muy pocas ganas de volver a creer en el amor.

La dama de pelo cano, con amargo nudo en la garganta, pero conteniendo el llanto, guardó la correspondiente compostura. Nunca jamás volvió a ilusionarse.

jueves, 1 de abril de 2010

Invocaciones


El espíritu requerido se negaba a aparecer. Hacía ya rato que se le estaba llamando, pero no asomaba por ningún lado.

Fue entonces que las Invocaciones fueron convocadas por la medium.

Primero apareció el Así Sea, pero nada se logró.

Se llamó al Ojalá, pero el espíritu seguía ausente.

Siguieron los Rezos y las Plegarias, pero nada ocurría.

Se llamó a los Ruegos, pero fueron inútiles.

Se agotaron los Conjuros sin haber logrado nada.

Se recurrió entonces inútilmente al infalible Abracadabra.

Fue entonces que se escuchó un fuerte ¡Carajo! salir de la boca de la medium...

…y el espíritu, muy asustado, se presentó inmediatamente.