sábado, 30 de agosto de 2008

El párrafo


Por más que el escritor quería llevar la novela hacia un final apasionado y triste, el último párrafo se negaba a hacerlo. Él quería un final feliz, en donde todos los personajes, buenos y malos, saliesen contentos y de acuerdo entre ellos.

Desde luego, él no era cualquier párrafo. Ya desde pequeño había mostrado su carácter fuerte y su vocación pacifista.

En la escuela de párrafos -muy joven todavía- juró solemnemente que algún día sería el último renglón de algún bello cuento, pues sabía que eso le daría la ventaja de llevar dentro de sí la relevante última palabra. Jamás permitiría, por lo tanto, que hubiese lágrimas, dolor o que se generasen enemistades o rencores en donde él participara.

Fue el mejor párrafo de su camada, aprobado con mención honorífica en redacción, sintaxis y ortografía, e hizo la maestría en buena voluntad y conciliaciones, además de ejercitar a diario su musculatura y carácter en el gimnasio público del Reino de la Literatura.

Esperó pacientemente a que viniese al mundo un escritor de categoría capaz de escribir algo de gran valor literario, y cuando éste apareció, se incorporó inmediatamente a su cerebro, para así cazar el momento y la oportunidad de hacer el bien en donde podía generarse una tragedia.

Aquél día, el escritor redactaba la página final de una historia romántica que sería su culminación como literato, y pensaba acabarla con la muerte del Príncipe Azul a manos del malvado Caballero Negro, quien robaría a la Princesa Dulce para llevarla a su castillo en el Reino de las Tinieblas.

Cuando llegó el momento del último párrafo, éste se presentó en la escena, e hizo brotar de la nada la nobleza oculta del Caballero Negro, quien de pronto reconoció el mérito del Príncipe Azul y el amor que por él sentía la Princesa Dulce. En un arrebato caballeresco, envainó la espada, se arrodilló frente al enamorado príncipe, y se disculpó con lágrimas por todos los males acaecidos en los párrafos anteriores, permitiendo que la enamorada pareja viviese feliz para siempre, mientras él se retiraba a su reino a hacer el bien a todos sus habitantes.

Después de una larga noche de sudor e insomnio, el escritor acabó cediendo ante los designios del último párrafo.

La novela fue el éxito literario de la época.

domingo, 24 de agosto de 2008

Electronio

Llevaba desde el principio de los tiempos girando en la órbita exterior del núcleo de un átomo de oxígeno, que por lo visto no quería asimilarlo en órbitas interiores que poseían mayor certidumbre.

Por otra parte, él sentía que no era querido en ese átomo. Se daba cuenta de ello por la enorme repulsión electromagnética que sentía, y vivir en esa inestabilidad atómica no le resultaba nada agradable.

Parecía que su suerte estaba echada para el resto de los tiempos, cuando de pronto se acercó a él un átomo de hidrógeno ávido de electrones. Electronio acogió esa oportunidad, saltando a la órbita insatisfecha de este último.

En ese preciso momento, el átomo de oxígeno, dándose cuenta de que lo perdía para siempre, lo reclamó como suyo, y propuso al átomo de hidrógeno compartirlo para siempre.

Así se conformó la primera molécula de agua sobre la superficie de la Tierra.

sábado, 23 de agosto de 2008

La fiesta

Aquella tarde el Mal Humor tenía ganas de divertirse (a su manera, o sea, gruñendo a diestra y siniestra), así que organizó una fiesta en su casa, a la que asistieron todos sus invitados y algunos más.

La Malas Lenguas llegaron temprano disfrazadas de incógnitas, pues tenían muchas cosas desagradables que contar acerca de quienes todavía no estaban presentes.

Después llegaron las Malas Palabras, usando adjetivos altisonantes y de mal gusto que no venían al caso. Con ellas venían las Malas Compañías, haciendo propuestas indecorosas de todo tipo a los presentes.

No faltaron los Malos Hábitos, quienes aportaron el licor, el tabaco y las drogas, para que todo resultara a gusto del anfitrión.

Enseguida apareció la Mala Suerte, acompañada de una inesperada lluvia torrencial que echó a perder el asado al aire libre.

Como resultado de lo anterior, todos pasaron al interior de la casa del Mal Humor, quien estaba feliz renegando de todo lo que estaba sucediendo.

Casi al final llegaron las Malas Mañas, peligrosas, porque solían robarse las cosas de valor en las casas ajenas.

Por último, cuando todo parecía felizmente un desastre inaudito a gusto del Mal Humor, llegó la Mala Voluntad, quien, para fastidiar a todos y arruinar la fiesta, trajo a unas invitadas fuera de lugar: las Buenas Acciones.

Éstas, al no saber de qué se trataba la fiesta, obraron de buena fe y arruinaron todo. La Mala Voluntad logró su objetivo.

viernes, 22 de agosto de 2008

Don Mal Humor


Desde que estaba en el vientre materno, él ya gruñía. Cuando en el exterior su madre encendía la luz, a él nunca le parecía, y respondía con una patada o con un movimiento brusco, dándole la espalda a la fuente luminosa.

Si bien no tenía con qué compararlo, consideraba el vientre de su madre de mala calidad, y solía quejarse de los nutrientes que le llegaban vía umbilical.

Cuando nació, lloró, pero no porque le hubiesen dado una nalgada, sino porque enseguida se dio cuenta de que el exterior era de peor calidad que el interior, a pesar de que éste jamás lo había satisfecho. A su modo de entender las cosas, todo iba de mal en peor.

La leche de su madre era buena, pero a él le parecía que le faltaban grasas, anticuerpos y vitaminas, por lo que mordía el pezón enojado.

Cuando empezó a comer alimentos preparados, solía escupirlos en la cara de su madre, pues venían –según él- demasiado fríos o calientes, grumosos, o la cuchara le parecía de mala calidad.

A los ocho años, por Navidad, sus padres le regalaron una hermosa bicicleta que cualquier niño hubiese disfrutado. A él no le pareció el color, ni el modelo, ni los neumáticos, ni la forma de los manubrios. Jamás la usó, excepto para patearla cuando se enojaba, que era a cada momento.

A pesar de que le gustaba aprender, la escuela no le parecía: ni el edificio ni los profesores ni los compañeros. Siempre regresaba a casa molesto y se lo reprochaba a sus padres todos los días.

Tuvo varias novias, y todas lo dejaron por su forma de ser gruñona. Por fin una lo soportó y se casó con ella, para su posterior arrepentimiento, pues Don Mal Humor todo le reprochaba: la comida, la limpieza y el orden de la casa, el cuidado de los hijos, etc. Ella lo soportaba exclusivamente porque para ello estaba programada.

En el trabajo las cosas no eran diferentes para este individuo gruñón e inconforme, al extremo de que sus compañeros no le dirigían la palabra. El jefe lo soportaba por sus resultados, pero siempre guardando distancia.

Un día –como le ocurre a cualquier ser humano, Don Mal Humor falleció. Había dejado claras sus instrucciones para el velorio y el funeral, mismas que los hijos y la esposa siguieron fielmente. Sin embargo, a él, desde su lugar de transición al más allá, le parecieron unas exequias de mala calidad. Renegó mucho, pero no había nadie cerca de él a quien reprochárselo, así que se tragó el coraje.

Llegó al cielo –nunca se portó mal en realidad-, y tampoco le pareció un lugar como se lo imaginaba: los ángeles aleteaban ruidosamente y generaban desagradables corrientes de aire; los coros celestiales eran monótonos y repetitivos; las arpas le parecían desafinadas; etc.

Poco a poco las demás criaturas del cielo fueron dejándolo solo, pues Don Mal Humor era de verdad insoportable.

Solamente Dios –después de todo su creador- le tuvo paciencia, hasta que se la perdió completamente. Entonces el Señor se vio obligado a crear un cielo perfecto solamente para la satisfacción de Don Mal Humor, quien a pesar de todo, siguió renegando por los siglos de los siglos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Marido electrónico

Marieta aprovechó el sueño pesado de su esposo tras una de sus cotidianas borracheras para implantarle por vía nasal un chip en el cerebro, por recomendación de su amiga Luisa, quien por lo visto sabía mucho de tecnología (y aparentemente de maridos). Después, siguiendo fielmente las instrucciones recibidas, lo conectó al mando manual a distancia del aparato de televisión.

Aquella tarde, cuando el marido empezaba a despertar de su siesta post-alcohólica, ella probó el control POWER/ON/OFF. Hizo un clic en él, y el marido volvió a caer dormido. Volvió a presionarlo, y el hombre despertó sin saber lo que estaba pasando.

La mujer, maravillada de las ocurrencias de su genial amiga, lo apagó y encendió a su gusto varias veces, y lo más curioso es que el hombre no se enteraba de lo que sucedía.

Después decidió probar el mando del volumen. La mujer se sorprendió al ver que el marido aumentaba o reducía su actividad según aplicase el “+” o el “-“

“¿Qué efecto tendría el MUTE?”, se preguntó. Lo probó y el marido perdió la voz completamente. Movía la boca, pero de él no salía el menor ruido.

“¿Y los números de los canales?”, pensó la mujer.

Descubrió que el número1 lo volvía tierno y cariñoso; que el 2 lo ponía agresivo; que el 3 le generaba ganas de hacer deporte; que el 4 lo mandaba a orinar; que el 5 lo excitaba sexualmente; que el 6 le generaba hambre; que el 7 le hacía telefonear a su suegra para saludarla afectuosamente; que el 8 hacía que llamase a sus amigos para jugar dominó; que el 9 hacía que viese el fútbol por la TV; y que el 0 (cero) hacía que se riese como loco.

Después de un rato se le ocurrió que las combinaciones de dos números también podrían implicar actitudes del ahora electrónico marido, así que probó el 10, dándose cuenta de que el marido se ponía a barrer; el 11 lo hacía ponerse el delantal y cocinar; el 12 lo hacía lavar ropa; con el 13 sacaba a pasear a los perros; con el 14 tiraba la basura en el contenedor; etc. Aquello era una verdadera maravilla.

La mujer anotó todo lo anterior para no confundirse, mandó al marido a dormir por medio del botón OFF, llamó a su amiga para agradecerle el chip y la sensacional idea, pensando que el resto de su vida sería maravillosa, cuando de repente –mientras hablaba por teléfono- sintió que unas ganas irresistibles de ponerse a dar brincos. Después sintió enorme necesidad de dar maromas; luego de subir y bajas las escaleras.

Algo la impulsó a destruir el control de la TV en sus manos.

Y mientras continuaba, sin poder evitarlo, dando brincos y maromas cada vez más rápido por toda la casa como si estuviese loca, alcanzó a ver de reojo que su marido tenía en las manos el control de la TV de los hijos.

martes, 19 de agosto de 2008

El Teatro de la Vida

Sentada está la Humanidad en butacas de fina piel frente al impresionante escenario del Universo, esperando con ansia que la Gran Obra comience. Importantes y legendarios personajes de la cotidianidad aparecen como prometedores actores en las marquesinas del Teatro de la Vida.

De repente, se escucha –acompañada de un enorme jolgorio- una voz bien templada que anuncia: ¡Tercera llamada, comenzamos!”.

Así, el telón de auroras y estrellas fugaces se levanta, para dejar a la vista de la Humanidad expectante, un majestuoso escenario lleno de sombras que aparecen y desaparecen.

Entonces las luminarias del teatro se encienden, proyectando sus haces de luz sobre un primer personaje: el Presente, criatura que abarca de momento todo el campo visual de los espectadores. “¿Habrá algo más allá?”, se pregunta el auditorio.

Las lámparas proyectan entonces su luz hacia la derecha, y vemos que el Presente no está solo. Ahí, a su lado, muy cerca, demasiado cerca, está la Rutina, una dama excelsa con fama de secuestradora, a quien se acusa de haber asesinado sin piedad al Afecto, justo cuando éste se estaba manifestando.

Dicen las malas lenguas del Pasado, que la Rutina odia al Ensueño, que critica al Entusiasmo y reprime a la Ilusión.

De pronto y de la nada –para sorpresa del público-, surge un tercer personaje, el Destino, quien apoyado en Circunstancias y Casualidades, invita al Presente a ignorar a la Rutina, y a acogerse a la Esperanza y al Amor para que traigan cuanto antes al Futuro.

Éste sale de una nube, prometiendo al auditorio mucha Pasión y Placer, con algo de Incertidumbre. Los aplausos del público motivan la aparición de Locura y Frenesí en el escenario, pero, tristemente, junto a ellos, Odio, Enojo y Amargura aprovechan el momento para ocupar su lugar en la Vida.

Pero no todo está perdido. Colgados de un rayo de sol –cuando nadie los espera- aparecen el Cariño, la Ternura y la Amistad, quienes con su blandiente espada de Calor Humano, y despojándose de toda Vergüenza y Timidez, alejan a los Temores y a la Indiferencia, y levantan al Futuro hacia una nube, de la que jamás bajará.

Concluye la Gran Obra del Teatro de la Vida con el inesperado renacimiento del Afecto, momento en el cual -mientras desciende el telón de auroras y estrellas fugaces-, la Humanidad se abraza y felicita, creyendo ingenuamente que la Gran Obra se ha deshecho para siempre de la Rutina, del Tedio, del Odio…y de la Humanidad misma.

lunes, 18 de agosto de 2008

Espejito, espejito...

Se dio cuenta de que los lentes oscuros favorecían mucho su imagen.

Intentó el fleco sobre la frente: se veía aún mejor.

Después probó dejándose la barba. Definitivamente le quedaba bien.

Usó el cuello de tortuga y se veía espléndido.

Una bufanda que le tapaba la boca y la nariz lo hacía ver sexy.

Finalmente decidió apagar la luz: notó que en la oscuridad absoluta era como mejor se veía.

sábado, 16 de agosto de 2008

La leyenda de los colores


Aquel extraño ente vino cargado de amor a un universo en blanco y negro. Lo vio innecesariamente triste, por lo que decidió poner lo mejor de sí mismo y alegrarlo para siempre.

Creo los colores, uno por uno. Les dio vida para que tuviesen tonos y brillos. Los plasmó de significado y de razón de ser. Los enseñó a mezclarse y a combinarse.

Después fue con el arco iris y lo impregnó con ellos. Éste le quedó por siempre agradecido, y a modo de homenaje a aquel ser, hoy despliega orgulloso sus hermosos colores tras de la lluvia.

Llegó su turno a las flores, a las aves, a los reptiles y a los peces, los cuales escogieron los colores a su agrado, embelleciendo su estirpe.

Un día él inventó el caleidoscopio, a modo de despedida a la incipiente humanidad.

Después se fue a otro mundo que lo necesitaba, a llevar allá su amor y alegría.

martes, 12 de agosto de 2008

Amor maternal


Ella esperaba ilusionada la eclosión de sus huevos. Era su primera ventregada, y todo parecía estar bien.

Desde que supo que había sido fertilizada, guardó para sus pequeños algo que con mucho amor había preservado de otros voraces peces en aquel prolífero río tropical: una mano bien conservada del más reciente hombrealagua del Amazonas.

Mami Piraña estaba, de verdad, entusiasmada.

sábado, 9 de agosto de 2008

Musa infiel


La musa engañaba al autor con uno de sus personajes.

viernes, 8 de agosto de 2008

Infidelidades


Aquel calcetín engañaba a su pareja con el zapato izquierdo, ante la cómplice mirada del dedo gordo.

martes, 5 de agosto de 2008

El diputado en campaña

Desde su campaña electoral, el entonces candidato a diputado que alguna vez había sido escritor de cuentos (y que dejo de serlo por la deserción inesperada de su musa), empezó –como cualquier otro político- a marear a sus seguidores con soluciones mágicas a los problemas reales.

Prometía que vendría Peter Pan a combatir la pobreza, que Aladino llegaría con el genio de la lámpara a pavimentar las calles de la ciudad, que el lobo de la Caperucita Roja pronto estaría en el zoológico local para felicidad de los niños, que llenaría la región de hadas madrinas para todos los ciudadanos, que nombraría a una musa como Ministro de Educación, que los duendes se encargarían de recoger la basura de las ciudades, que Batman garantizaría personalmente la seguridad de los habitantes, y que cientos de ninfas sonrientes atenderían las ventanillas de los servicios públicos.

Desde luego, el candidato fue votado con abrumadora mayoría, puesto que la población de esa región era más increíble que los mismos seres fantásticos.

lunes, 4 de agosto de 2008

El escritor que decidió ser diputado


Aburrido de crear cuentos fantásticos fastidiosos y sin encanto por la deserción de su musa, el antes exitoso escritor de cuentos decidió retirarse de la literatura.

Como de algo tenía que vivir, se preguntó cuál era su vocación y para qué servía.

Se dio cuenta de que su especialidad era escribir cuentos fantásticos para enajenar a sus lectores. Fue entonces cuando decidió postularse para diputado.

domingo, 3 de agosto de 2008

sábado, 2 de agosto de 2008

Musa maldita (segunda parte)


Mira, musa:

No me voy a pasar la vida esperando a que regreses, así que aquí te va mi última palabra:

O regresas inmediatamente o me convierto en diputado.