Todos hemos oído hablar de espíritus. Algunos hasta aseguran
haberlos contactado.
Hoy, en pleno siglo XXI, hay dos enormes cambios en la vida
que nos hacen renovar el enfoque espiritista: el primero es el avance de la
ciencia. Poco hay hoy en el universo que no pueda ser escrutado a fondo por los
instrumentos científicos.
Existen ya los detectores de espíritus, algunos de ellos tan
sofisticados que reconocen género, año de la muerte, causa de la defunción,
enfermedades venéreas, árbol genealógico, e incluso analizan el ADN del difunto
(con sus taras y virtudes). Incluso he oído hablar de un GPS virtual que se le
inserta al fantasma para saber en dónde pasa su larga jornada.
El segundo avance es el tema de los derechos humanos que los
conservacionistas han extrapolado a los animales, y que -gracias a la difusión
de la naturaleza que hacen vía satélite instituciones como Nacional Geographic
o Animal Planet- hoy los espíritus pueden demandarnos legalmente cuando
abusamos de la ouija o de otras metodologías apelativas de esa índole, que de
verdad los disturban.
Yo pertenezco a un grupo de científicos especializados en la
motivación humana: ¿Por qué actuamos como actuamos? ¿Por qué Bin Laden y George
Bush Jr. se odian, si alguna vez fueron socios? ¿Qué neurosis tenía Lady Di,
que el príncipe Carlos la dejó por una plebeya?
¿Por qué el príncipe Felipe se enamoró de una periodista insulsa y no de
la terrible y sexy Carolina de Mónaco que lo pretendía? En todo eso soy
especialista. Tengo respuestas y tecnología para todo.
Mi última aportación científica (debidamente patentada) es
el llamado “diván virtual”, que se maneja con un monitor y teclado como
cualquiera de los nuestros, pero tiene la capacidad de convocar -sin ofenderlo-
a cualquier espíritu. Ahí, quieran o no, se recuestan la difunta realeza, los
amantes legendarios, los líderes de la historia, los asesinos seriales, etc.,
etc., y todos ellos me cuentan sus intimidades.
Cualquiera pensaría –después de leerme- que me paso los días
y las noches persiguiendo espíritus para que se acuesten en mi diván virtual.
Lo que ocurre es exactamente lo contrario.
Tengo una enorme cantidad de espíritus en lista de espera.
¿En qué radica mi éxito? Radica en una falacia: cuando alguien muere, los vivos
solemos decir que el muerto “pasó a mejor vida”. No, para nada. De cada diez
espíritus que me visitan, ocho manifiestan angustia, desesperación,
inconformidad. De hecho, ellos prefieren el apretujado metro, los pagarés, la
represión e incluso tener a la suegra en casa.
Cuando se enteraron de mis servicios, se agotaron los
espacios en mi agenda. La “mejor vida” no
existe, y menos en el mundo de los espíritus. Así que dediquemos unas
cuantas cuartillas a entender algo sobre…la vocación de los espíritus. En una
encuesta realizada por mis discípulos en una muestra al azar de 200 espíritus,
180 manifestaron su deseo de regresar a nuestro mundo. Incluso en la muestra de
50 espíritus suicidados, más del 60% reconoció que fue un error haber
abandonado nuestro mundo. No dicen que éste sea agradable, pero reconocen que
al más allá le faltan atractivos mundanos.
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