viernes, 30 de diciembre de 2011

La nariz


Hubo una vez una nariz deliciosa, la cual, a quien la veía de cerca, le generaba un irresistible antojo deslizar por ella el dedo (de arriba abajo y de abajo a arriba).

Aquella hermosa nariz -que generaba un espléndido, irresistible y antojoso perfil- disfrutaba mucho de esa táctil sensación, hasta que las llamadas Circunstancias aparecieron y le negaron al dedo el mágico contacto.

Después de eso, el dedo, los músculos que lo controlaban, y las neuronas que dirigían aquel inenarrable desliz, murieron de desesperanza.

Dicen por ahí que también la nariz extraña todavía al deslizante y enamorado dedo.

La noche de las Aberraciones


Zeus, en su olímpica promiscuidad, tuvo relaciones –bajo la influencia del los espiritosos vinos de Baco- con una ninfa muy tonta (pero sexualmente imponente). De ese desequilibrado encuentro nacieron las Aberraciones.

Pudo haber sido una noche como cualquier otra, porque nada había de diferente: ni el clima, ni la alineación de los astros, ni siquiera era martes 13 o un día nefasto.

Simplemente las Aberraciones decidieron que ese día harían su reunión secular, y tras de degustar aberrantemente los mejores vinos de la costas helénicas -aquellos que con toda dignidad y protocolo bebieron Aquiles y Agamenón antes de la batalla de Troya- decidieron salir imprudentemente a las calles humanas a hacer acto de presencia. Como sea, la prudencia nunca fue una de sus virtudes.

Fue precisamente esa noche que imprudentemente se me ocurrió invitar a cenar a Elizabeth. Todo salió mal. Tal vez ella era una de las Aberraciones. O no: tal vez mis infundadas esperanzas eran una de las maquinadas facetas de esas incongruentes criaturas.

Jamás lo sabré, pero –con el perdón del Olimpo- confieso que extraño a Elizabeth.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La historia del pavo que sobrevivió a la Nochebuena


Nadie, en su sano juicio, haría un examen psicométrico a un pavo, y menos un granjero cuyo único objetivo era aprovechar la época navideña para engrosar su cuenta de cheques.

Matías, que desde hacía veinte años criaba pavos navideños, lo buscó por todas partes, pero no fue capaz de encontrarlo.

Pavín no era un conocedor de la historia contemporánea, pero su inteligencia y varias frustantes experiencias familiares lo convencieron que la granja de Matías no difería mucho de los campos nazis de exterminio.

Fue por eso que la víspera de la Noche Buena, se escondió en un lugar que sólo él conocía.

Pavín reapareció en el comedero de los pavos de la granja de Matías el 26 de diciembre, cuando su valor de mercado ya no era una amenaza existencial.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Desconcierto


Llovía, pero no del todo. O sí: de repente era un aguacero, o un chipi chipi, o nada.

Las nubes recibían instrucciones equívocas: ¡píntate de negro! ¡ahora de blanco! ¡desaparece! No sabían qué hacer.

El hecho es que el cielo estaba desconcertado, porque la luna, esa tarde, lo había abandonado.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Y tú, ¿qué comprarías?


Dios –o como se llame- en su supuesta magnanimidad (que no ha quedado plenamente demostrada para todos), generó (no sabemos por qué, aunque algunos arrogantes digan que sí lo saben) una humanidad que, poco a poco, y después de millones de años de evolución, guerras, pestes y problemas de todo tipo, inventó la Internet.

Una vez logrado el anterior objetivo, el llamado Creador puso en la web una página de e-commerce muy interesante (a la que todos estamos invitados), en la que cualquiera de nosotros puede comprar lo que desee.

Algunos imbéciles comprarían en ella un frigorífico de nueva generación, sin olores, con mucho espacio y bajo consumo de energía (con tarjeta de crédito o Pay Pal). Otros comprarían una casa en un lugar privilegiado, o una acción en un club, o un viaje a Bali.

Dios -o como se llame- quedaría muy desencantado de lo anterior, aunque sabe que Él es totalmente culpable de que la mayoría de la humanidad sea banal.

Si nos metemos de lleno en ese website podremos encontrar cosas más interesantes, dignas (ahora sí) de una oferta del tal Dios (o como quiera que se llame el webmaster de esa particular página).

Por ejemplo, podríamos comprar felicidad, si es que en nuestro paso por este planeta eso no se nos ha dado. Otros comprarían status, para poder codearse con gente importante. Otros comprarían compañía (la soledad es patética); o salud (que a quien le falta resulta un bien precioso); o autorrealización (que tampoco abunda); o descendencia (tan importante como puede ser el instinto de que nuestros genes trasciendan).

En fin, en la página web

www.quetehacerealmentefaltaenlavida.com

hay una enorme oferta de cantidad de productos que cualquiera de nosotros podría necesitar.

Algunos de estos bienes se pueden comprar con tarjeta de crédito o con Pay Pal. Otros se compran simplemente con desearlos, o con algún esfuerzo menor (o tal vez excepcional), pero el hecho es que en ese lugar único del ciberespacio podemos encontrar cosas inimaginables y muy relevantes para nuestra existencia.

Y tú - una vez registrado-, ¿qué comprarías en ese lugar?

lunes, 5 de diciembre de 2011

El poeta herido de muerte


Manejaba adecuadamente las dosis de amor y desamor que se le presentaban, y con ellas hacía maravillas en el papel, suficientes para impactar cualquier sentimiento, cualquier afecto.

Por eso fue que su literatura fue reconocida ampliamente, y leída y aplaudida en casi todo el mundo.

Pero un mal día fue rebasado por los acontecimientos. Una mujer supo destrozarlo –a él, a su prosa y a su poesía, a su esencia humana-.

Jamás pudo volver a escribir. El poeta, herido de amor y de muerte, dejó de ser poeta, de ser escritor, de ser humano.

Su pluma dejó de ser pluma. La tinta en la que remojaba sus pensamientos se secó para siempre. El tintero y el papel lloraron desconsolados, pero nada pudieron hacer.

Su verso –hermoso como había sido hasta entonces- fue asesinado para siempre.

Delirio por tu culpa


En aquel extraño mundo al revés, los gatos atacaban a los perros, los ratones a los gatos, los patos tiraban a las escopetas, los ríos corrían cuesta arriba, las estrellas brillaban de día, los árboles florecían en invierno, los leones llevaban la caza a las leonas, las gacelas se alimentaban de cocodrilos…y tú, tú me adorabas con pasión.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Fastidios


Definitivamente estaba de mal humor, o más que eso: fastidiado, muy fastidiado.

Sus creaciones lo habían decepcionado: los aguacates tenían el hueso demasiado grande; las jirafas, el cuello demasiado largo; las tortugas eran desesperantemente lentas; las plantas en la selva se quitaban el sol las unas a las otras; las frutas se pudrían en poco tiempo; los virus mutaban demasiado rápido.

Pero lo peor eran los humanos: los había hecho razonables, pero esa capacidad excepcional hacía que lo adorasen sin sentido, los convertía en rezadores insoportables, acosadores permanentes en busca de milagros inconcebibles, un rastrerismo indigno de una especie diseñada para algo grande.

El Diluvio Universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la Santa Inquisición, la quema de brujas, las lapidaciones y torturas, no habían dado resultados.

Fue entonces, tras de estos razonamientos, que Dios decidió suicidarse, a pesar de que él mismo lo había prohibido.

La vida no cambió para nada. Dios, un momento antes de suicidarse, reconoció su irrelevancia.

Irrelevante historia en la lavandería pública


Después de muchos meses de convivir íntimamente con su compañero de siempre, aquel calcetín quedó atrapado en el aspa de una lavadora pública, y vio con desesperación cómo se quedaba solo y abandonado.

Al día siguiente, la encargada de limpiar las lavadoras lo encontró. Siguiendo las rutinas del negocio, lo entregó al responsable de Quejas de Clientes, quien lo guardó en un oscuro cajón para ver si de causalidad aparecía algún reclamante.

La oscuridad del cajón, la soledad y la mala compañía de un calzoncillo pesimista que todo lo veía negro, acabaron por desesperarlo. Y cuando estaba a punto de suicidio*, el cajón se abrió y junto con la deslumbrante iluminación que se presentó, el dueño del calcetín asomó su cara para decir: ¡Es el mío!

La felicidad del calcetín cuando se reencontró con su compañero fue algo inenarrable.

Poco sabemos de las lágrimas emotivas que pueden desarrollar esas ignoradas vestimentas de nuestros pies.

Los humildes calcetines tienen sentimientos, aunque los arrogantes humanos no seamos capaces de percibirlos.

*eventualmente se sabe de calcetines que se suicidan, aunque, por su irrelevancia, nunca salen en las noticias ni en los diarios.

domingo, 9 de octubre de 2011

Desastre ecológico


El exitosísimo escritor de libros de ecología, finalmente logró -con la venta de millones de sus libros- deforestar el planeta.

Los problemas


Los Problemas decidieron aparecer cuando todo iba bien.

Como sea, nada pude reprocharles, pues ésa ha sido siempre su naturaleza.

La nueva semana


El sabio y bien intencionado Fin de Semana, tendió un manto de sosiego sobre la atosigada humanidad, en medio de aquellos pavorosos, riesgosos e inevitables rápidos de la Vida.

El Lunes, paciente de nacimiento –además de sublime perverso-, afiló con toda calma sus rencorosas garras para arruinar en su momento aquel apacible remanso. Midió sus tiempos y arremetió contra todo y contra todos.

Una nueva Semana había venido al mundo.

Tu neurona


En un lugar especial de mi cerebro, hay una neurona dedicada exclusivamente a ti.

Ella fue la que me hizo voltear a verte cuando apareciste en mi vida aquella maravillosa tarde en el parque.

Ella fue la que guardó para siempre la imagen de tu hermosa cara, la de tu adorable silueta.

En ella se guardaron los miles de gratos recuerdos de tu presencia, de tus aromas, de tus sonrisas, de tu alegría al estar conmigo.

Pero últimamente tuve que consolarla, pues lo que ahora ella conserva de ti son malos recuerdos de tus reproches, de tus celos, de tu amargura, de mil cosas que no deberían ser.

Te hago saber, por lo tanto, que en este momento apago para siempre tu neurona.

El mejor de los atardeceres


No había mucho de diferente: el mismo sol, la misma atmósfera, el mismo paisaje, los mismos aromas, el mismo clima, las mismas aves con su mismo canto…

Lo único diferente, era que, por inexplicables cosas del Destino, estabas tú.

lunes, 22 de agosto de 2011

Los Trámites


Zeus agonizaba tal como antes lo hicieron muchas otras deidades (y como lo harán absolutamente todas las que posteriormente le habrán de seguir, sin importar su época o su índole).

Y como todas ellas lo hicieron antes de morir, se enfrentó a las Angustias, diosas previas e inevitables que hacían que todos –dioses y mortales- revisasen de manera patética su agonizante existencia, hasta en el más mínimo detalle.

Fue así que Zeus reconoció que, en su excelsa vanidad, había creado a unas deidades bastante odiosas que se habían adueñado de la felicidad de cuanta criatura divina o terrenal existía.

Ellas nacieron como consecuencia de su divina arrogancia, justo cuando exigió –en su calidad de amo del Olimpo- que todos los demás dioses se presentasen ante Él a rendirle pleitesía, tras de lo cual les extendía una especie de Certificado Supremo, con el cual-a partir de ese momento-, podían ejercer sus funciones y sus poderes sin más limitaciones.

Aquella patética tarde en que se le ocurrió esa olímpica estupidez, generó a los Requisitos, a los Prerrequisitos y a los Trámites.

Dioses y humanos habrían de sufrir eternamente las consecuencias.

domingo, 7 de agosto de 2011

El parto del cuento


El cuento se negaba a nacer .Tenía ya un retraso de varias semanas y había mucha preocupación en el entorno.

La presión empezaba desde la librería, pues los asiduos lectores dependían obsesivamente del cuento de cada semana de aquel prestigiado autor. El gerente de esa empresa recibía muchas llamadas diarias, algunas francamente ofensivas y alarmantes.

Este hombre, consciente de la peligrosidad de los fanáticos lectores voraces que aquel autor había generado, descargaba su angustia con el director de la editorial, quien a su vez se sentía impotente ante lo que estaba ocurriendo.

Como su obligación profesional le indicaba, no pasaba un día sin que éste llamase por teléfono al autor, quien también estaba desesperado y presionadísimo, pero el cuento estaba de alguna manera atorado, a pesar de todo lo que esto implicaba para tanta gente.

El autor -también consciente de las implicaciones- presionaba a cada minuto a la impotente musa, quien ya estaba aburrida de buscar opciones, pero el cuento seguía atorado.

En el mundo creativo neuronal de aquel genial escritor (en donde los cuentos se gestan, algo así como el útero literario), el cuento ya estaba listo, pero algo extraño impedía su parto.

A modo de fórceps, el autor, la musa y la mayoría de los personaje del cuento pujaban y empujaban hacia afuera, pero algo muy poderoso anulaba sus enormes esfuerzos, y el cuento ni siquiera asomaba la cabeza.

Fue entonces cuando Joseph Marriot, el personaje que hacía las veces de brillante detective en el cuento, decidió investigar la causa del problema.

Empezó interrogando a varios personajes de la mala vida que figuraban en la trama, y esto enseguida lo llevó a Gregory, el turbio y malencarado soplón que aparecía en la página 46 del cuento.

Lo que éste confesó tras un cuantioso soborno de Joseph, fue relevante: quien impedía el nacimiento del cuento era Matheus, el villano de la historia, quien recurría a todos sus cómplices para frenar el esperado nacimiento literario.

El detective decidió acercarse al barrio en donde Matheus vivía, y fue entonces que lo encontró en plena flagrancia: era efectivamente él quien no quería que la obra saliese a la luz…y sus razones tenía.

Tras un rato de mutuas amenazas de muerte y amagos con armas, Matheus hizo su confesión:

El autor del cuento le había asignado un papel de malvado que a él no correspondía.

Él reconocía ser ladronzuelo y estafador, pero no era un asesino, por lo que no quería que la humanidad lectora lo recordase eternamente como un sicario inhumano.

Tras varias horas de negociaciones, Joseph, el detective, contactó al autor con una propuesta de solución:

El cuarto párrafo de la página 56 debería ser modificado para que los lectores comprendieran que Matheus era un buen hombre a quien la vida había llevado a cometer un asesinato; y en el tercer párrafo de la siguiente página debería aparecer su confesión ante su esposa con un profundo arrepentimiento por el asesinato cometido.

El autor aceptó las justas enmiendas, y Matheus, el asesino, fue reinvindicado como un buen hombre acorralado por la vida.

En menos de un día, el esperado cuento estaba en la librería.

Matheus cambió completamente su semblante literario, y la mayoría de los lectores comprendió que a veces la vida resulta demasiado complicada para algunas personas.

sábado, 6 de agosto de 2011

El pollito feo


Clarisa, la gallina, estaba feliz. Y no era para menos: había puesto cinco o seis huevos la noche anterior, y había llegado el momento de sentarse sobre ellos y empollarlos como su instinto lo indicaba.

Pacientemente los calentaba con su cuerpo, y eventualmente salía de su nido a conseguir su alimento, esperando el momento en que sus huevos eclosionaran y naciesen de ellos hermosos pollitos color amarillo con un agradable y enternecedor pío-pío.

Finalmente se cumplieron los quince días de regla, y muerta de la curiosidad empezó a observarlos. Pronto notó que algunos huevos se movían, lo que la llenó de ilusión. Al día siguiente, varios de ellos mostraron rajaduras en su cáscara, y algún pollito mostró por fin su pelaje amarillo característico. Efectivamente, era un día de fiesta en el nido.

En menos de veinticuatro horas, ya habían nacido cinco hermosos pollitos, pero, por alguna razón desconocida, uno de los huevos mostraba retraso.

Como sea, era un huevo raro, sin cáscara, pero huevo al fin.

Pronto el extraño huevo empezó a moverse, y de él salió un pollito un poco raro: sin pelos, de color verdoso, con escamas y sin patitas.

Clarisa estaba un poco sorprendida, pero como sea, era su hijo, así que esas anomalías fueron pasadas por alto, y el nuevo miembro de su familia se integró mentalmente a sus hermanos.

Pronto apareció el primer problema con este extraño hijo: al carecer de patitas, no podía salir de paseo a alimentarse con la familia, y solía quedarse quieto en el nido.

La madre, preocupada, no dejaba de llevarle gusanos o carnosos insectos para alimentarlo.

Pronto los demás pollitos se dieron cuenta de que este peculiar hermano llamado Piolín, era raro y feo, así que empezaron a cuestionarlo y a reírse de él.

Clarisa se molestaba mucho con esta actitud discriminadora de sus hijos, y decidió proteger a su pollito feo por encima de todas las cosas.

Un día, este extraño hijo decidió por fin salir del nido a buscar comida, arrastrándose sobre la tierra por la carencia de patas

Enseguida demostró extrañas habilidades rastreras y un extraño sonido de cascabel en su extendido rabo. También era muy hábil cazando pequeños roedores que devoraba inmediatamente y sin problemas.

Los hermanos y Clarisa estaban sorprendidos: el pollito feo distaba mucho de ser pollito, a pesar de que todas las noches regresaba al nido a acurrucarse junta a su madre y hermanos.

Una tarde, cuando todo estaba tranquilo en la granja, Juan, el cuidador, descubrió que había una serpiente de cascabel en el nido de Clarisa la gallina. Sin ninguna consideración tomó una piedra grande y aplastó a Piolín.

Clarisa quedó muy ofendida por el asesinato de su adorado hijo, y se negó a poner huevos durante varios meses.

Los demás hijos de Clarisa, sin entender mucho lo que había pasado, quedaron contentos con el asesinato de un hermano que distaba mucho de ser estético.

Piolín, la joven serpiente de cascabel que adoraba a su gallinácea familia, nunca tuvo la oportunidad de demostrar que en el cuerpo de un pollito feo había una criatura dulce y amorosa de una especie bastante diferente.

viernes, 27 de mayo de 2011

El otro monasterio


Era definitivamente un grupo selecto.

El ingenuo y arrogante Vaticano los escogió por su brillante inteligencia, sin saber realmente en lo que se metía.

Al principio, aquellos veinte monjes consideraron rescatar –con su enorme capacidad intelectual- a los feligreses que huían desesperadamente de la Fe, de la Iglesia.
Pronto se dieron cuenta de que iban por el camino equivocado: en realidad nada había que rescatar.

Para llegar a esa conclusión, revisaron de forma erudita todos los Libros: los cristianos, los musulmanes, los orientales, los de las innumerables sectas surgidas de los errores de interpretación de libros huecos y falsificados.

Un día decidieron, en Solemne Sesión, utilizar los enormes fondos de que disponían en investigaciones biológicas que nada tenían que ver con la propagación de la Fe, con el decadente cristianismo, con los perversos objetivos del Vaticano.

Montaron un impresionante laboratorio bioquímico disfrazado de monasterio, en donde aquellos científicos, sabios, ateos y objetivos, desarrollaron la Sagrada Bacteria.

Una vez liberada ésta, el Génesis quedó totalmente alterado: lo que el tal Dios bíblico creó en siete días, fue aniquilado en cuestión de horas.

Aquella veintena de sabios monjes acabaron en muy poco tiempo con la patética humanidad.

Otros dioses, de naturaleza muy diferente al cristiano, apreciaron el gesto de aquellos brillantes monjes.

La Tierra vivió, a partir de ese momento, ya sin la desesperante humanidad, sus mejores épocas.

jueves, 26 de mayo de 2011

Y entonces...


Un artenicoteriono del lejanísimo planeta Rr4est%w, mientras pastaba, pisó sin darse cuenta aquel complejo pétreo sobre el depósito de uranio radioactivo que estaba ya sobrecargado por las radiaciones de la luna 7%destrix), generando una explosión casi insensible unos 25 metros debajo de la superficie de aquel fértil mundo.

De ella emanaron algunas radiaciones alfa que pronto contaminaron la órbita de la otra luna de aquel mundo –llamada Or!%tocia/-, por lo que uno de sus escasos habitantes, un rtrancionio, sintió una descompensación de su aparato digestivo, que resolvió simplemente eructando.

Sin embargo, su eructo ácido hizo que todo su sistema solar se sobrecargara de iones positivos, y su sol ya no pudo soportar el pH consecuente, por lo que explotó súbitamente.

Aquel sol en agonía generó millones de partículas gama que atravesaron la galaxia, produciendo decenas de reacciones en cadena.

Millones de astros se vieron afectados. Muchos de ellos vieron como su vida desaparecía.

Otros tuvieron menos suerte, y sufrieron consecuencias orbitales que los alejaron de todo tipo de equilibrio sideral.

Uno de ellos se estrelló con el cometa Ytr$34& que cargaba partículas alfa-plus, las que se desparramaron por todo el universo.

Una de esas partículas atravesó mi cerebro, afectando varias de mis neuronas, una de las cuales pudo recordar en donde carajo había dejado las llaves de mi automóvil que tenía dos horas buscando.

Gracias a todo eso, llegué temprano a mi cita y pude enamorar a quien hoy es mi amada compañera.

sábado, 7 de mayo de 2011

El brinco y el cactus


Nació brinco, pero en el lugar equivocado.

Los brincos siempre nacen sin cuerpo. Son ni más ni menos que una intención, un potencial que si se utiliza adecuadamente, reduce significativamente el tiempo y la distancia entre dos puntos.

Pero los brincos siempre necesitan músculos para concretarse.

El problema de este brinco fue que nació en donde casi no existían músculos.

En su desértico horizonte existían muchas criaturas: cactus, abrojos, flores del desierto, pero muy pocos animales, al extremo de que pasaban decenas de días sin que alguno de éstos apareciese.

El brinco estaba frustrado por no poder manifestarse, hasta que un buen día apareció un armadillo despistado.

El brinco, emocionado, aprovechó la oportunidad para presentarse:

Hola, armadillo: soy un brinco lleno de ganas de materializarme en tu cuerpo. Si me aceptas, podrás ir más rápido a través del desierto; podrás cazar insectos con más facilidad; presumirás de tu agilidad entre los demás animales del desierto….

El armadillo le respondió que no lo necesitaba, que su especie no brincaba ni necesitaba hacerlo.

Inténtalo con alguna serpiente de cascabel”, concluyó alejándose rápidamente.

Al rato apareció un correcaminos, y de nuevo el brinco lo consideró una oportunidad:

Hola, correcaminos: soy un brinco lleno de ganas de materializarme en tu cuerpo. Si me aceptas, podrás aumentar tu velocidad a través del desierto; podrás burlarte del coyote con más facilidad; presumirás de tu agilidad entre los demás animales del desierto….

El correcaminos le respondió que no lo necesitaba, que su velocidad era impresionante, que su especie no brincaba ni necesitaba hacerlo.

Casi al anochecer apareció la serpiente de cascabel, y el brinco aprovechó de nuevo la oportunidad de manifestarse:

Hola, serpiente de cascabel: soy un brinco lleno de ganas de materializarme en tu cuerpo. Si me aceptas, podrás aumentar tu velocidad a través del desierto; podrás escabullirte del águila con más facilidad; presumirás de tu agilidad entre los demás animales del desierto….

La serpiente de cascabel le respondió que no lo necesitaba, que su zigzagueo era impresionante, que su especie no brincaba ni necesitaba hacerlo.

Cuando el brinco estaba a punto de renunciar a su existencia, un cactus cercano que había escuchado todas las ofertas hechas por éste y que habían sido rechazadas por los arrogantes animales del desierto, le dijo:

Hola, brinco: ¿por qué no me das la oportunidad de poseerte? A veces la vida de los cactus en aburrida, monótona, desesperante. Yo estaría encantado de brincar aquí y allá.

El brinco le respondió:

Yo fui concebido para la especie animal, no para la vegetal, pero dadas las circunstancias, no me desagradaría integrarme a tu cuerpo. ¿Lo intentamos?

Al principio, todo fueron complicaciones: las raíces del cactus no lo permitían; las carcajadas del armadillo, del correcaminos y de la serpiente de cascabel desmotivaban el intento; todo parecía contra natura.

Pero ambos, el brinco y el cactus, eran criaturas de carácter, y no dejaron de procurarlo.

Después de cientos de intentos, el cactus logró un pequeño salto que sus empecinadas raíces permitieron. Fueron tan sólo un par de centímetros, pero suficientes para que el armadillo, el correcaminos y la serpiente de cascabel quedasen mudos y con la boca abierta.

Cientos de años después de ocurrido lo anterior, aún circula una leyenda entre los escasos habitantes del desierto de Sonora, que cuenta que todos los anocheceres, en el lejano horizonte, la silueta de un extraño y alocado cactus surge de la nada dando brincos por doquier, seguido de cerca de un armadillo, de un correcaminos y de una serpiente de cascabel, que lo observan con envidia y admiración.

sábado, 30 de abril de 2011

El verdadero punto final


Existieron millones de puntos gramaticales en el planeta Tierra. Cerraron en su devenir cantidades inconmensurables de frases, de párrafos, de capítulos, de textos, de libros enteros.

Pero entre todos ellos sólo hubo uno que concluyó el último libro que se escribió.

Esto ocurrió cuando la extinción del sol acabó con la vida en el planeta Tierra.

viernes, 29 de abril de 2011

El fin de las fábulas


Un astuto jaguar que Esopo nunca habría imaginado, penetró los libros de fábulas, y acechando tras de las letras y las palabras, devoró a la tortuga, a la liebre, a la zorra y el cuervo. Después, aprovechando una distracción, se comió al mismo Esopo.

miércoles, 27 de abril de 2011

Lágrimas sinceras


El cocodrilo lloraba de verdad la cruel indiferencia de su amada, pero por cuestiones del ADN de su especie (de las cuales no era responsable), nadie en aquel pantano creía en la sinceridad de sus lágrimas.

Tuvo que tragarse solo su amargura.

martes, 12 de abril de 2011

Cambio de roles



Finalmente los personajes de La Caperucita y el Lobo decidieron cambiar de aires después de 500 años, aburridos de hacer y decir siempre lo mismo cada vez que alguien los leía.

El cuento quedó descontinuado por falta de personajes, y así los cuatro cambiaron de historia y de estilo.

La Caperucita Roja, harta de ser una niña inocente y buena, decidió convertirse en un pavoroso dragón flamígero y secuestrador de princesas. Pero no fue capaz de desprenderse de su caperuza roja, de la que tanto dependía psicológicamente, así que el mencionado dragón la sigue llevando puesta, para la sorpresa de propios y extraños.

La abuelita, frustrada sexualmente porque jamás pudo tener sexo con el leñador (quien pudo haberla poseído con sólo habérselo pedido) ni con el lobo (porque el leñador no lo permitía), decidió convertirse en la perversa y odiosa bruja de Blanca Nieves, desahogando así con esta adorable niña todos sus problemas existenciales.

El lobo, cansado de que se le considerara el malo del cuento (siendo realmente una criatura noble) se retiró de la literatura para pedir asilo en el zoológico de Munich, en donde convive pacíficamente con muchos niños que lo adoran y se toman fotografías con él.

El leñador, como era de verdad raro, decidió asumir el papel de Ricitos de Oro.

martes, 15 de marzo de 2011

El pollo


No es que fuese un pollo pesimista. Tal vez era todo lo contrario, como lo demuestran algunos elementos de su corta biografía.

Cuando fue consciente de su existencia, estaba todavía inmerso en el interior de un huevo.

Ahí mismo concluyó –con su precaria inteligencia gallinácea- que el universo al cual estaba destinado era mucho más grande que el interior de aquel reducido espacio de pared blanca y ovalada.

El hecho de ver traslucir la luz en los límites de su temporal prisión de calcio, le hizo sentir esperanzas de que afuera algo grande e importante lo esperaba, así que, en cuanto su desarrollo se lo permitió, empezó a dar fuertes picotazos para destruir el cascarón que lo separaba de su promisorio futuro. Lo logró enseguida, sin mayor esfuerzo.

Lo primero que vio fue el entorno de una incubadora industrial. No había nada en ella que semejase a una madre, como su instinto le había prometido. Sin embargo, la temperatura era agradable, y las luces le permitían ver adecuadamente su entorno.

Percibió otros huevos a su alrededor, y en seguida concluyó que era un pollo más de una inmensa serie cuyo futuro nada prometía.

Fue entonces -quince minutos después de romper el cascarón- cuando decidió suicidarse.

¿Cómo se suicida un pollo?” se preguntó.

Se dio cuenta de que era prácticamente imposible hacerlo. Durante unos minutos pensó que su vida sería desastrosa y azarosa.

Pero le bastó poco tiempo entender que era un pollo de engorda. Una vez que diese el peso que indicaba la norma, sería acuchillado por un diestro especialista, ensartado en una espada de fierro y asado al fuego lento en un dispositivo rotativo.

Si ése era su futuro y su única opción real, decidió acelerar aquel proceso: se dedicó a comer y comer.

En poco tiempo –cuestión de semanas- llegó a tener el peso y el tamaño estándar que requerían las asadurías comerciales de pollos, así que logró dar marcha atrás a su absurda existencia en menos tiempo del esperado.

Disfrutó cuando aquel humano con delantal ensangrentado lo degolló como parte de una rutina.

El pollo de esta historia nunca supo que el cliente que adquirió su asado cadáver había pagado más del doble de lo que su criador había invertido en su nutrición, ni que aquel niño regordete que lo comió sin contemplaciones se había relamido los dedos por el excelente sabor de su pellejo rostizado.

Tampoco le interesaba saberlo. La vida para nuestro pollo jamás fue relevante.

domingo, 6 de marzo de 2011

Extraño asesinato rural


Para el inspector Rupert Von Kuyf no cabía la menor duda:

Clarabella, la vaca pinta, era la autora intelectual de aquel horrendo asesinato.

Era obvio que con su dulce mirada de rumiante amigable y su rítmico rabo espantamoscas, ella había convencido a Hans, el granjero, de que Klaus, el ordeñador, era amante de Klarisa, su amada esposa.

La prueba contundente de que Hans había asesinado brutalmente a la infiel pareja inducido por la perversa res, era un pedazo de alfalfa semimasticada en la escena del crimen.

El juez revisó el caso detalladamente, y encontró que la vaca tenía antecedentes criminales. Fue condenada a muerte.

Hans, el granjero, reconoció el crimen habiendo sido influenciado por Clarabella. Por considerarse un asesinato pasional inducido, su condena fue menor: veinte años de cárcel.

El inspector Rupert Von Kuyf recibió mención honorífica de la policía rural alemana, y el juez fue inmediatamente ascendido a magistrado.

La granja de Hans sin Hans, sin Clarabella, sin Klaus y sin Klarisa, es actualmente un desastre económico que ha dejado sin leche a decenas de hogares de la región, pero en ese aspecto la prensa alemana mantiene absoluto silencio por razones que aún están por esclarecerse.

martes, 25 de enero de 2011

El gato


Alguna vez fui un macho irresistible.

Mi privilegiado olfato percibía a la distancia las provocativas hormonas de las mininas, que siempre acababan locas con mi presencia, con mi brillante pelo negro, con mis atributos y mi innata fogosidad.

Durante mucho tiempo no necesitaba nada de nadie. Viví agradables años de irresponsable autosuficiencia. Dejé hijos regados por todos los alrededores sin ninguna carga de conciencia, pues mis privilegiados instintos no permitían esa miseria de los remordimientos.

Fui completamente feliz muchos años, lo reconozco, pero nadie me advirtió de las implicaciones del paso del tiempo en los organismos vivos como el mío, y así, un inesperado día me di cuenta de que mis implacables reflejos gatunos estaban deteriorándose.

Esto ocurrió aquella tarde cuando quise –jugando- atrapar a una mariposa amarilla. No pude agarrarla, pero de ello culpé a las circunstancias.

Esa mala experiencia se repitió en varias ocasiones más importantes que un simple juego, en temas de supervivencia: no fue sólo el hecho de que aquel carnoso ratón se me escapase, sino que además sentí un gran dolor en mi espinazo al saltar en falso al tratar de atraparlo.

Después vino la temporada de lluvias con el consecuente descenso de la temperatura, y sentí por primera vez los dolores en las articulaciones, los que también deterioraron rápidamente mis capacidades de depredador.

Como consecuencia de mi recién adquirida torpeza, llegó el hambre que jamás había sentido, por lo que empecé a perder peso y musculatura, y mi suave y brillante pelo negro empezó a adquirir tonos grisáceos y perdió completamente su toque sedoso.

Nuevos galanes aparecieron en mi antes impenetrable territorio, y las hembras me perdieron totalmente el respeto, al igual que antes lo habían hecho los ratones.

Fui humillado y desplazado por los nuevos triunfadores.

Finalmente, tras de muchas penurias, decidí pedir auxilio a los arrogantes seres humanos. Maullé lastimosamente en muchas puertas pidiendo alimentos, sin obtener más respuestas que zapatazos y pedradas.

Mi fin parecía cercano, hasta que encontré aquel jardín descuidado, marchito y amarillento, en donde había unos columpios abandonados, y al fondo, una casa bastante deteriorada, pero habitada.

Maullé con la desesperación del hambre ante aquella desvencijada puerta cuyo barniz había casi desaparecido, y afortunadamente, en poco tiempo apareció aquella humana vieja de pasos lentos y falda de lana gris.

Me observó un momento con cara de ternura, seguramente identificándose con mi ruinosa edad, y puso a mi lado un plato con leche y pan remojado, algo que me supo a gloria, pues llevaba varios días con el estómago vacío. No sabía cómo agradecérselo, pues ella fue el único humano que me había ayudado en toda mi vida.

Para colmar mi sorpresa, la anciana dejó la puerta abierta como invitándome a pasar a su hogar, hecho que interpreté acertadamente: estaba tan sola y vieja como yo, y su alma necesitaba compañía.

Tuve mis dudas antes de entrar a aquella destartalada casa, pero finalmente lo hice, porque mi vida fuera de ella era un desastre. Ya nada podía perder.

Vi a la anciana sentada en un vetusto sofá, mirándome con cariño, emoción que devolví inmediatamente por reciprocidad y –confieso-algo de interés.

Me acerqué a sus delgadas piernas, restregando en ellas mi áspero rabo. Ella, agradecida, decidió acariciar mi lomo durante un rato. Fue entonces cuando confirmé que éramos un par de viejos solos y lastimosos, que bien podíamos acompañarnos el resto de nuestras existencias.

Decidí –o la vida lo decidió por mí, nunca se sabe- convivir por siempre con aquella dulce mujer, repitiendo en muchas ocasiones el juego de los ochos, subiéndome a su falda de lana gris, para agradecer su hospitalidad con ronroneos.

La verdad es que éramos un par de fantasmas.

Junto a ella me brotaban muchos recuerdos de mis años buenos, y me preguntaba si los humanos eran capaces de recordar como lo hacíamos los gatos.

Tengo que confesar que esa anciana estaba un poco loca, pues hablaba sola. Ella, para no sentirse tan mal, me dirigía palabras que jamás entendí, pero que yo agradecía, pues ya no era yo más que un desvalido gato que trocaba alimento por compañía.

Como sea, y a pesar de tantas aventuras felices durante mi juventud, hoy reconozco que haber conocido a esa humana decrépita fue para mí la mejor experiencia de la vida.

jueves, 13 de enero de 2011

La cebolla


Cuando fue consciente de su existencia, una vez que su bulbo enterrado empezó a formarse y conoció a sus vecinas, se dio cuenta de que ella no pertenecía a ese lugar.

Algo en su interior le decía que, si bien su bulbo era esférico, había nacido para ser alargada.

También cuestionaba su color rojo-guinda, pues prefería ser de color naranja.

Como sea, si algún humano la hubiese podido ver durante su desarrollo subterráneo, la habría considerado una cebolla.

Pero no lo era, o al menos no deseaba serlo, o no se identificaba para nada con la especie allium cepa, lo que la hacía de verdad infeliz.

En sus adentros ella sabía que era una zanahoria atrapada en el cuerpo de una cebolla, pero nada ni nadie la escuchaba ni podía ayudarla a sobrellevar esa desagradable situación.

Finalmente llegó el momento de la recolección, y el destino la llevó al mercado en un cajón repleto de cebollas redondas de color rojo-guinda. Se sentía infeliz y humillada, pues cerca de ella estaban las zanahorias, orgullosamente larguiruchas y anaranjadas, recargadas de carotenos.

Pero para su mala fortuna fue comprada como cebolla, y después, en una cocina, rebanada para formar parte de una ensalada de cebolla con apio y vinagreta.

Como sea, fue comida por un jovenzuelo hambriento, que, en un momento dado, preguntó a su madre:

“Mamá: ¿acaso le pusiste zanahoria a la ensalada de cebolla con apio y vinagreta?”

A pesar de que la madre lo negó rotundamente, la cebolla de esta historia se dejó digerir con mucho orgullo: efectivamente, a pesar de ser redonda y de color rojo-guinda, ella era en realidad una zanahoria.