sábado, 21 de noviembre de 2009

Entre locos


Aquella noche, aquel hombre se fue a la cama tranquilo.

Finalmente había concluido que en la vida había reglas, una de las cuales era que las reglas no lo eran necesariamente, y que cada quien podía aceptarlas o rechazarlas, o inventarlas, o ignorarlas, o simplemente saber que en esto que alguien alguna vez definió como vida, no existían las reglas.

También se dio cuenta de que en la vida había absolutos, pero que todos eran relativos. Lo único absoluto en este universo –concluyó- era que todo era relativo, lo que en sí era ya un absoluto.

Fue así como se dio cuenta de que el Creador era muy incongruente, bastante más que él.

Irse a dormir aquella complicada noche fue lo más cuerdo que hizo en su vida.

El Creador, leyendo sus pensamientos, reconoció que esa noche, su relativamente absoluta Obra había quedado al descubierto.

También decidió irse a dormir.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El último bicharrajo



Hacía un buen rato que Max no encontraba una hembra con quien aparearse, lo que le sorprendía, porque antes era diferente: las había por todas partes.

También le extrañaba que desde hacía algunos días no veía a ningún otro bicharrajo disputándole la comida o el territorio.

Esa soledad era extraña y muy desconcertante.

Su sorpresa dejó de serlo cuando percibió sobre su cuerpo la sombra de la suela de un enorme zapato humano.

Lo último que Max percibió de su existencia fue el sonido crosh de la destrucción de toda su estructura corporal.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Shira y las hadas mariposas


Shira, como todos los perros de su raza, posee un hocico largo que le permite percibir y distinguir cientos de impresiones olfativas.

Uno de los atractivos para ella de nuestras diarias caminatas matutinas, es el disfrutar de los olores y aromas de la calle, pues los de casa ya le resultan demasiado familiares y nada misteriosos.

Mientras caminamos, acerca su hocico a todo lo que puede. A veces se queda prendada de algún objeto por unos cuantos segundos o minutos.

Pero el momento culminante del paseo olfativo de la perra, es cuando llegamos al parque de las flores.

Ahí percibe cientos de aromas simultáneamente, y aunque ambos sabemos que casi todos ellos van dirigidos a las abejas, abejorros y mariposas, ella toma su parte de esa orgía olfativa y la disfruta enormemente.

Ella sabe de sobra que existen las mariposas, pero siempre ha creído que son hadas sutiles que coquetean con las flores, y por ello las admira. Pero sus colores y su vuelo entrecortado la desconciertan, por lo que se divierte –a veces obsesivamente- intentando atraparlas con sus torpes mandíbulas de Pastor Alemán.

Shira jamás ha atrapado a una mariposa, pero van varias veces que se muerde la lengua intentando hacerlo. Algún día se dará por vencida y dejará de perseguirlas.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Shira y la motocicleta de los periódicos


Todas las mañanas, antes de la salida del sol, salgo a pasear por las calles cercanas a casa a mi hermosa y grandulona perra Shira.

Ambos disfrutamos del clima fresco, de la caminata, de la tranquilidad de las calles, de los aromas del parque, justo hasta que aparece la motocicleta del repartidor de periódicos haciendo su tradicional ruido, mientras entrega los diarios casa tras casa, edificio tras edificio.

Shira lo odia, a pesar de las veces que le he dicho que es un ser humano como tantos otros que tiene que ganarse la vida madrugando y repartiendo periódicos. Le ladra hasta el cansancio, y si le soltase la correa, iría tras él para despedazarlo.

Shira es una perra tranquila. Jamás agrede a la gente, pero en este caso particular ve las cosas de diferente manera: entiende bien lo que son los diarios, y también sabe que en esos trozos de papel viajan unas hadas extrañas que los humanos conocemos como Noticias.

Y aunque Shira sabe que las Noticias que contienen los periódicos a veces son buenas, su experiencia le dice que por lo general son malas, que disgustan y entristecen a la gente.

Es por eso que ella no se hace cómplice del repartidor de periódicos, quien a su entender hace todo lo que puede para que las malas Noticias lleguen a nuestros hogares.

Shira quiere a la gente, pero la quiere de buen humor siempre, y ella sabe de sobra que este estado de ánimo desaparece muchas veces después de que los humanos leemos los periódicos.

Por eso, cada mañana, cuando aparece la ruidosa motocicleta del repartidor de periódicos repletos de malas Noticias, permito que Shira desahogue sus temores mientras ladra disgustada en las aceras de mi barrio.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La fría máquina de hacer negocios


Nadie podía saber si ese ente indeseable era un ser humano o una criatura biocibernética programada para ganar dinero.

Lo único que podía concluirse observándolo de cerca, era que su frialdad era absoluta, y sus resultados económicos eran fulminantes.

Quienes colaboraban con él para apoyarlo en las nimiedades relacionadas con planear, negociar y cerrar contratos, no percibían sentimientos, nervios, debilidades o incertidumbres de parte del frío personaje que todo supervisaba y a veces aprobaba tras de rápidos análisis comerciales, financieros y probabilísticos.

Era un monstruo especializado en asertividad, eficiencia, efectividad y resultados económicos.

Sus colaboradores cercanos se preguntaban si tenía familia, seres queridos, amantes, aficiones o mascotas. Él no daba la menor información. Solamente dosificaba lo que era necesario para fulminar a la competencia o para arrasar con los mercados que pretendía conquistar.

Un día no llegó a la oficina a la hora acostumbrada. A sus cuarenta años murió de un infarto que ningún dinero del mundo pudo haber evitado. Nadie estaba con él a la hora de su muerte.

Su lujoso entierro fue administrado por un fideicomiso frío e impersonal, y por una funeraria de lujo igualmente indiferente.

Más allá de algunos empleados desconcertados que se sintieron obligados a asistir a las exequias, no apareció nadie que derramara una sola lágrima o que diese a algún deudo inexistente un abrazo afectivo.

La herencia del poderoso magnate quedó congelada en una cuenta bancaria que nadie quiso jamás reclamar.

Cuentan que el combustible del horno crematorio se negó a quemarse. Nadie pudo explicar aquel fenómeno, por lo que el administrador del fideicomiso se vio obligado a hacer un entierro tradicional.

Cuentan también que los gusanos mortuorios vomitaron cuando pretendieron digerir aquel cuerpo indeseable, y que huyeron de aquella fosa buscando en cualquier otro lugar cadáveres digeribles pertenecientes a seres humanos dignos.

martes, 10 de noviembre de 2009

Shira y las lagartijas malditas


Shira, mi perra Pastor Alemán, no puede comprender que unas criaturas insignificantes puedan trepar paredes sin ser víctimas de la omnipresente gravedad de nuestro planeta.

Yo, siendo humano y con algo de escolaridad, puedo comprender que la evolución dotó a las lagartijas de características que les permiten hacerlo.

Shira las odia, porque no puede concebir que lo hagan sin ser cómplices de hechiceros malditos, de criaturas diabólicas que les facilitan el hacerlo, a cambio de algo perverso que ella presiente.

Por eso, cuando cada mañana la llevo a pasear y pasamos frente al muro de las lagartijas, ella les ladra indignada, tratando de salvar a los seres buenos de nuestro mundo de la malignidad de esos espantosos seres escamosos y verdes que desafían cínicamente la lógica de la ciencia.

Algún día, tal vez Shira comprenda que la Naturaleza nos dio a cada especie características especiales que nos distinguen.

Mientras tanto, ella, cada mañana, despierta a todos los vecinos con sus enardecidos ladridos, convencida de que está salvando al mundo de la perversidad de las lagartijas malditas.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El fanático


Era un hombre inteligente, pero lo dominaban las pasiones obsesivas.

De niño se apasionó por el futbol, al extremo de que en su adolescencia la policía le prohibió asistir a los estadios para evitar su violencia extrema en contra de los aficionados a otros equipos.

Después se volvió creyente. Asistía al templo a diario, y por las tardes buscaba pecadores para redimirlos. Dada su enorme pasión, tuvo éxito, pero aquellos a quienes no lograba convencer les iba mal. Algunos desaparecieron, no si sabe si por haber sido asesinados o por haberse ido lejos para evitar al fanático. El sacerdote de su parroquia logró aplacarlo temporalmente.

Su país entró en guerra. Al igual que miles de jóvenes juró amor a su bandera, lo que le permitió olvidarse de la religión. Pero su nacionalismo brotó por primera vez en su existencia: veía traidores a la patria en cada esquina y en cada pelotón. Algunos desaparecieron.

Exigía a sus compañeros de tropa que desbordaran pasión nacionalista, o él se encargaba de corregirlos personalmente.

Regresó de la guerra cargado de medallas por las acciones heroicas que algunos consideraban suicidas, lo que le valió que los tribunales militares ignorasen algunos extraños asesinatos que habían ocurrido con sus compañeros cercanos.

Como sea, fue internado por orden de un juez civil en una clínica-prisión para neuróticos obsesivos, en donde demostró en unos pocos años haber quedado totalmente curado de su fanatismo.

Habiendo quedado totalmente convencido del daño que generan los radicales a su sociedad, se dedicó discreta y obsesivamente el resto de su vida a eliminar esa lacra de la faz de la tierra, asesinando con frialdad a todo aquel a quien él consideraba fanático.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El genio y la máquina perfecta


El pequeño Walter, a sus seis años de edad, la concibió mientras se desayunaba. Se retiró muy entusiasmado a su habitación, pero enseguida se dio cuenta que aún faltaban muchos años para que su idea pudiese cristalizarse, dada la carencia de tecnologías de la época, pero esa mañana decidió dedicarle su vida, dada la transcendencia que él preveía.

Orientó sus estudios y forma de vida a lograr su idea. Se tituló muy joven de ingeniero mecánico, y se especializó en biorobótica sensorial. Se diplomó en gastronomía y en cristalografía de sales.

Años después, cuando creyó estar listo para lograr su obra maestra, adquirió un crédito enorme de bajo rédito por ser de interés científico, lo que le permitió disponer de un poderoso laboratorio y conseguir a los mejores especialistas en la materia.

A sus treinta y seis años, estaba a punto de lograr el sueño de su vida.

Contrató un grupo de expertos en seguridad industrial para preservar la confidencialidad de sus investigaciones. Registró decenas de patentes previniendo que alguien copiara sus relevantes desarrollos.

Finalmente llegó el día de la prueba final.

Con toda la discreción del mundo, llevó a casa su invento. Durmió poco esa noche, por los nervios que le generaba el haber dedicado toda su vida y sus recursos materiales a ese pequeño robot que se suponía que sería capaz de hacer algo de verdad complicado, algo que nadie había logrado en la historia de la humanidad.

Amaneció, y nervioso llevó a ovoperfectumsalinizatorum –así bautizó a su invento- al desayunador de su hogar, a aquel preciso lugar en donde treinta años antes lo había concebido.

Frió, como hacía todas las mañanas, un par de huevos, su desayuno favorito, y puso el salero en las manos de su criatura biorobótica. El robot percibió el aroma de los huevos fritos, analizó la conformación de los cristales de sal contenidos en el salero, midió la temperatura y la humedad de la cocina, y después de cientos de complicados cálculos, arrojó 23.4 gramos de sal perfectamente distribuidos sobre los huevos fritos.

Walter, muy nervioso por lo que todo esto implicaba, tomó el tenedor y acercó a su boca un pedazo de aquellos huevos fritos que esperaba exquisitamente salados.

Cuando su paladar percibió aquella perfección, un grito de felicidad salió se su garganta:

Finalmente había creado la máquina perfecta para salar adecuadamente los huevos fritos de cada desayuno.

El ovoperfectumsalinizatorum había cumplido con todas las expectativas de su existencia.

Después de abrazar un rato largo a su magnífico robot, Walter empezó a pensar en su segundo proyecto existencial: una máquina cibernética capaz de calcular el tiempo óptimo para que los cereales con leche, que todas las mañanas tomaba tras de los huevos fritos, tuvieran la dureza perfecta antes de ser ingeridos.

Su próxima invención recibiría, veinte años después, el nombre de cerealisdurezaperfectumcalculatorum.

martes, 3 de noviembre de 2009

Las prolongadas vacaciones de la musa


Es posible que estuviese extasiada. También podía ser que estuviese sobreordeñada, y que ésa hubiese sido la razón de su no anunciada huída. Pero el hecho es que ella abandonó sin previo aviso su compromiso con el escritor, quien obviamente vivía de las ocurrencias que ella aportaba.

Después de cierto tiempo, que a él le pareció eterno (y mucho más a su editor), ella regresó arrepentida, con una enorme carga de conciencia.

Con sutilezas fuera de lugar, ella pretendió disculparse.

No tardó mucho en darse cuenta de que, como en el caso de los humanos, hay cientos de musas desempleadas.

El escritor salió adelante sin ella.

La musa no tuvo más remedio que asesorar a un diputado.