viernes, 15 de enero de 2010

La vaca que observaba


Nunca nadie en aquella aldea supo qué era lo que la vaca observaba. Siempre, entre bocado y bocado de pasto, ella miraba hacia el sur, en donde en realidad no había nada digno de observarse. Había algunas colinas y pastizales, pero nada extraordinario.

Sin embargo, cuando el sol asomaba por la mañana, la vaca salía del establo y donde decidiera ella pastar, siempre miraba hacia el sur. Cuando el sol se ponía, la gente veía cómo el animal seguía con su mirada fija hacia ninguna parte.

El tema se volvió de discusión general entre los vecinos. Algunos incluso llegaron a apasionarse externando todo tipo de teorías acerca del curioso comportamiento de Anastasia, la vaca.

Un día la vaca murió de vieja. Los aldeanos nunca pudieron descifrar el misterio de aquel extraño animal que nunca dejó de mirar hacia el sur.

jueves, 14 de enero de 2010

Crónica de la muerte de la hernia maldita


Fue una mala tarde cuando sus síntomas empezaron a mostrarse en aquel privilegiado y sanísimo (hasta entonces) organismo.

Se presentó disfrazada de disfagia, justo cuando aquel estupendo esófago Dejaba pasar un bocado de un excelente queso Camembert añejo y cremoso. El dueño del organismo tuvo que suspender aquella deliciosa cena sorprendido por aquel inesperado malestar.

El fenómeno sintomático apareció un par de veces más en los siguientes días, hasta que el afectado decidió acudir al médico. Éste, sin pensarlo mucho, ordenó al paciente una laringoscopía.

Dicen los doctores presentes durante este último acto que jamás habían visto un esófago tan espléndidamente conformado. Su diámetro era perfecto; su color rosa-naranja denotaba salud y bienestar. Merecía mejor suerte.

Pero cuando la sonda indagatoria se acercó al estómago, apareció la culpable de la disfagia: una hernia hiatal se encontraba obstruyendo la comunicación nutricional del organismo, justo a la entrada del estómago.

Pero ese mismo día fue condenada a muerte. El médico y el paciente conspiraron y pusieron fecha a la ejecución sumaria. No le dieron concesiones a la bestia, y pocos días después, el organismo fue intervenido en un quirófano.

La horrible criatura pasó a mejor vida en cuestión de una hora. Un DVD filmado por el ayudante del cirujano sirvió de testimonio de su desaparición sempiterna.

Hoy la hernia hiatal descansa en paz en el infierno de las vísceras malévolas, mientras el organismo se recupera y se prepara –una vez que el médico lo autorice- para brindar con ron y CocaCola con las hadas y los duendes que tanto lo aprecian, por su esperado regreso al maravilloso mundo de la fantasía.

miércoles, 13 de enero de 2010

El gato garabato


Con toda seguridad era el gato más feo del mundo.

Nació en una camada de seis gatitos, pero a su madre le faltaba leche, y optó por ignorarlo y dejar que se muriese.

Un grupo de niños lo hallaron casi desfallecido, y a pesar de que era horrible, le consiguieron algo de leche y lo sacaron adelante con mucho cariño.

Llegó el día de ponerle nombre, y los niños que lo habían adoptado deliberaron un rato largo acerca de cuál sería el nombre ideal para su horrible y cariñosa mascota callejera.

Como el gatito parecía una caricatura de gato, decidieron llamarlo Gato Garabato.

Con ese extraño nombre y mucho cariño de sus amigos humanos, el Gato Garabato salió adelante en la vida, y un buen día tuvo la oportunidad de convertirse en héroe cuando avisó como pudo que un incendio se iniciaba en una guardería infantil. Gracias a él todos los niños se salvaron de morir quemados.

Su fotografía y su nombre se publicaron en todos los diarios de la ciudad, y su fama trascendió.

Pronto, cientos de lindas gatitas aparecieron en su vida, al extremo de que hoy, en esa ciudad, existe la famosa raza de Gatos Garabatos, todos feos y descoloridos, pero muy cariñosos y apreciados por sus habitantes.

lunes, 11 de enero de 2010

La víscera


Era una víscera brillante y malévola, que manipulaba sin contemplaciones a su dueño y otros órganos de su cuerpo.

Convenció al cerebro de que su dueño firmase un acta de cesión de órganos en caso de defunción. Después le pidió que se desactivara cada vez que ella derramase adrenalina.

Esperó el momento oportuno y sacó de quicio a su dueño. Éste se enfrascó en una pelea a muerte con unos pandilleros que acabaron acuchillándolo.

El cirujano, conocedor de que el difunto había aceptado donar todos sus órganos que se encontrasen en buen estado, extrajo la víscera con todo cuidado, y la trasplantó en el cuerpo de un adolescente.

Nadie en aquel quirófano percibió la pérfida carcajada de la víscera al estrenar un nuevo e inocente organismo.

viernes, 8 de enero de 2010

El suicidio de la dromedaria


Desde el ángulo que se le viera, aquella dromedaria era perfecta.

Sus piernas eran largas y elegantes, apuntaladas por unas pezuñas afiladas de color rosado que contrastaban vistosamente con el color de la arena del desierto.

Su trote era de hembra de clase, con unas corvas y un rabo que impresionaban a los rústicos machos del oasis, que volteaban a verla sin moderación y con gestos obscenos.

Sus belfos eran espléndidos, y ocultaban una dentadura perfecta que las demás dromedarias envidiaban.

Su joroba era grande y erguida, digna de su estirpe de damas del desierto…pero ella la sentía demasiado pequeña, lo que le quitaba el sueño noche tras noche.

Se acercaba con frecuencia al manantial entre las enormes palmeras a beber mucha agua, para ver si con eso su joroba aumentaba de tamaño. Veía la sombra de su silueta proyectada por el sol del atardecer, y su inconsciente le decía que su giba no estaba proporcionada con el resto de su cuerpo, lo cual de verdad la mortificaba.

Y a pesar de que todos los machos de la manada la pretendían, a pesar de su belleza objetiva, un día ella decidió internarse en la soledad de las enormes dunas del norte y morir insolada bajo los candentes rayos del implacable sol del Sahara.