jueves, 29 de marzo de 2012

El quitacochambres


Era un párroco muy cómodo para los pecadores:

Los asesinos seriales quedaban perdonados rezando un par de rosarios.

Los narcotraficantes se redimían con diez o doce padres nuestros, según fuese el tipo de droga que distribuyesen.

Los carteristas se arreglaban con un Ave María.

A las mujeres infieles les bastaba con sonreír al cura.

Todo iba bien en aquella concurrida parroquia, hasta que alguien en el Vaticano decidió tenerlo cerca, por razones desconocidas pero claras como el agua.

El párroco -mejor conocido en aquel barrio con el sobrenombre del quitacochambres- fue extrañado durante muchos años.

La báscula perversa


Era una báscula mal nacida: cuando alguien se pesaba, en cuanto aparecía el peso del usuario, ella soltaba una carcajada estruendosa, burlona y ofensiva.

lunes, 19 de marzo de 2012

Acerca de la afectología


Dedicado a mi maravillosa hija Jimena, en un día particularmente difícil para ella.

Cuentan los científicos de vanguardia que existe una fuerza natural que supera a la gravedad, a la fisión nuclear, a las leyes de la física, de la óptica y de la acústica, una fuerza que poseen de manera natural todos los mamíferos, incluyendo a nosotros los humanos.

Esa poderosa energía se denomina afecto, y forma parte de la ciencia llamada afectología.

El instrumento que la mide se conoce como afectómetro, y su unidad de medida es el Afectrón (abreviado Af).

Cuentan los avezados sabios expertos en afectología que, cuando una relación entre dos seres se da por la razón que sea, los involucrados se llenan de Afectrones, y éstos son capaces de generar, en grandes cantidades, ternura, cariño, vínculo, impulso, fe, comprensión, amor, afecto y muchas otras cosas maravillosas, tales como las que siento por mi adorable hija Jimena, encantadora mujercita quien, desde que nació, ha llenado todas mis expectativas existenciales.

domingo, 4 de marzo de 2012

¿Qué sería la vida sin un nieto?


Con todo mi amor, para mi nieto Leonardo.



¿Qué sería la vida si mi nieto no me hubiese pedido dormir con él a la intemperie sobre la cama elástica en nuestro jardín?

¿Qué sería la vida si le hubiese dicho que no, que a mi edad hay cosas que no debería yo hacer?

¿Qué sería la vida si Make, la mascota pastor alemán de mi nieto, no nos hubiese exigido a su manera pasar la noche con nosotros sobre la cama elástica?

¿Qué sería la vida si yo, el abuelo, no hubiese cargado a la perra para subirla a la cama elástica para que pasase la noche conmigo y con mi nieto?

¿Qué sería la vida si esa noche no hubiésemos dormido abuelo, nieto y mascota abrazados observando las estrellas debidamente cobijados?

¿Qué sería la vida si no hubiésemos esa noche refrendado los tres nuestros vínculos afectivos como lo hicimos?

No: la vida no sería igual si los tres nos hubiésemos comportado de otra manera.

sábado, 3 de marzo de 2012

Metamorfosis


Desde su laboratorio, aquel hombre generaba preciosas fórmulas químicas que, convertidas en míticos productos, daban la vuelta al mundo.

Combinaba, con mágica sabiduría, ingredientes que reaccionaban entre sí para convertirse en exquisiteces técnicas que demandaban muchas empresas.

Generaba tecnología poética, con toda la rítmica, métrica y contenido, para beneplácito de las multinacionales.

Un día decidió dejar la química para convertirse en escritor.

La industria química mundial entró en crisis.

La literatura universal vivió sus mejores épocas.