domingo, 19 de julio de 2009

La habichuela engreída


Hay decenas de tipos diferentes de habichuelas, de todos los colores y tamaños imaginables. Es obvio, por lo tanto, que, como en el caso de la humanidad, existan clases, estratos y todo tipo de discriminación y resabios entre ellas.

Ésta es la historia de una habichuela que se sentía superior a las demás, porque pensaba que su color y tamaño eran únicos. Suponía que su contenido genético de proteínas superaba al de los odiosos y arrogantes garbanzos, y que el bajo índice de azufre de su estirpe no generaría jamás problemas de digestión a quien las ingiriese.

Concluía que -por su clase- sería escogida como semilla de élite para una plantación importante, y que su descendencia sería servida eternamente en elegantes platos de fina porcelana en restaurantes de lujo, acompañando siempre a porciones de cerdo selecto, para el deleite de gourmets de primer nivel.

Se creía descendiente –y seguramente lo era- de aquellas habichuelas que cenó Alejandro Magno la noche en que pidió a Oxiartes la mano de la espléndida Roxana, así como de las que acompañaron al majestuoso ciervo real que se preparó para el banquete con que se celebró el nombramiento de Rodrigo Borgia (conocido entres las habichuelas como el Papa Alejandro VI ).

Sin embargo, el responsable de la siembra que escogía las semillas selectas para la siguiente cosecha la ignoró, poniéndola sin más entre las que saldrían al mercado alimentario.

Una vez resignada a su suerte, se ilusionó pensando en un plato fino en restaurante de lujo.

Navegó mentalmente imaginando al distinguido chef que la cocería en olla elegante, y en la calidad del tocino que la acompañaría al platillo en que cumpliría su misión de habichuela comestible.

No fue así: fue a dar a una tasca de pueblo y cocinada en olla vulgar.

Un maloliente eructo de burdo e ignorante campesino fue su epitafio.

sábado, 18 de julio de 2009

Relevancias


El asunto no era poca cosa.

Había cumplido su relevante misión durante miles de millones de años, sin siquiera saber quién se la había asignado. Para él, eso no era importante.

Durante todo ese tiempo, mantuvo orgullosamente girando en su ámbito a casi una decena de planetas, en dos de los cuales, gracias a su moderada y constante aportación de benigna energía, logró generar vida sustentable, y en uno de ellos, seres presuntamente inteligentes.

Para ello había fusionado miles de billones de átomos de hidrógeno que implicaban un enorme desgaste en sus interiores. Pero era un ente serio y responsable, que alguna vez, en un desborde de optimismo existencial, había creído que así sería todo para siempre.

Hoy, sin embargo, estaba derrotado, invadido de un pesimismo existencial insuperable.

Su compromiso con el universo de amanecer cada día, estaba a punto de ser revocado, pues no encontraba ya razones para ello: los seres que habitaban el planeta azul y verde adoraban ahora a uno de ellos mismos, a alguien que les dijo con increíble arrogancia y sin más lógica que la amenaza eterna de un infierno inexistente para quien no le creyese, que era el hijo de Dios, el Mesías.

Fue entonces que el Sol, con enormes lágrimas de fuego, decidió extinguirse.

jueves, 9 de julio de 2009

Autoconocimiento


Se conocía tan bien a sí mismo, que todas las mañanas, al despertarse, lo primero que hacía era buscar sus pertenencias de valor.

martes, 7 de julio de 2009

Mariana y la fuente mágica


Era la octava maravilla, un prodigio único creado por algún brillante ser humano inspirado por sutil musa, pragmática y desconocida.

Mariana, en su ingenuidad, observó que de las paredes de aquella inusitada fuente brotaba agua prístina, de la cual eventualmente tomaba algún trago, ayudándose con sus manos. El sabor era fresco y agradable, extraordinario.

A veces, el agua adquiría un hermoso color amarillo ambarino muy agradable a la vista.

Otras veces, aparecían flotando trozos de amorfa materia de color marrón.

La magia de la fuente consistía en que, cuando Mariana halaba de una cadena, todo su contenido desaparecía, y el agua volvía a ser transparente: ¡los materiales flotantes y el color amarillo ya no estaban!

Todo lo contenido en aquella maravillosa pileta, se renovaba sorprendentemente.