miércoles, 31 de diciembre de 2008
El año que se negaba a nacer
El Año Viejo ya transcurrido deseaba entregar la estafeta del tiempo a su sucesor. Su paso por la vida no había sido nada satisfactorio, y sabía que dejaba enormes problemas para el año por nacer.
Por lo mismo, el año que debía sucederlo se negaba terminantemente a recibir de él la estafeta del tiempo, argumentando que ésta era de hecho un artefacto explosivo, una bomba de tiempo a punto de reventar sobre la impotente humanidad.
Ante esa negativa rotunda e inaudita de un Año Nuevo que se oponía a serlo, todos los dioses del Universo, muy alarmados, se juntaron a deliberar inmediatamente.
El dios Tiempo, bastante molesto por lo que estaba sucediendo, argumentaba que su marcha era irremisible, que nada ni nadie podía negarse a aceptarla.
El dios Destino lo apoyaba, aduciendo que sus designios eran absolutos, y que no podía aceptar que un simple año por nacer se negase a cumplirlos.
La diosa Vida trataba de entender al año rebelde, pero sus argumentos no pesaban al lado de los del dios Tiempo y del dios Destino.
Muy callada, al fondo de aquel divino salón, se encontraba, triste y perturbada, la diosa Esperanza, quien finalmente tomó la palabra para pedir que se le permitiese hablar en privado con el año que no quería nacer.
Después de algunos momentos de charla en voz muy baja, éste aceptó finalmente llamarse Año Nuevo, y tomó del Año Viejo la estafeta del tiempo, y así, de la mano de la diosa Esperanza, asumió su papel ante la diosa Vida y ante la ahora menos preocupada humanidad.
martes, 30 de diciembre de 2008
Mariana, la de los pájaros
Mariana es una dulce viejecita muy apreciada por todos en su comunidad, pues es muy cariñosa con los pájaros. Vive junto al parque, y siempre está pendiente de que este jardín sea un lugar agradable para ellos.
Como es pobre, la gente la ayuda regalándole bebederos, nidos artificiales y alpiste, y así ella puede colocar en el parque muchos sitos agradables para los pájaros que ahí habitan, y también para los viajeros ocasionales.
Gorriones, alondras, golondrinas, ruiseñores, abejarucos y muchas otras especies de la región se detienen siempre en el parque de Mariana –así lo llaman los vecinos- a beber, a alimentarse, a descansar o a anidar, sintiéndose protegidos por aquella pequeña y aparentemente amable mujer de cabello cano.
Lo que nadie sabe ni imagina, es que Mariana es en realidad una bruja que se alimenta solamente de estufados de pájaro. Por las noches, cuando la gente duerme, ella sale al parque con redes y atrapa cuantos puede. Los lleva a casa, los hierve en agua salada, y prepara deliciosos consomés y guisados de ave, condimentados con excremento de sapo y puré de arañas.
La dulce viejecita, a pesar de todo, duerme frustrada, pues pocos años antes se alimentaba con estufados de niños de la calle, su platillo favorito. Lamentablemente para ella, en su ciudad ya no los hay.
El alcalde presume de que en su gestión logró eliminar ese grave problema. Mariana sabe que el mérito de que ya no haya niños callejeros es solamente de ella.
lunes, 29 de diciembre de 2008
Un cerdito muy especial
Aníbal no era un cerdo como cualquier otro.
Solía despertarse temprano, con el primer canto de Anacleto, el gallo. Salía optimista cada mañana de su chiquero a saludar, uno por uno, a todos los habitantes de la granja: caballos, vacas, borregos, perros, gatos, gallinas, etc., y después, sin falta, pasaba bajo la ventana de la casa de Mario, el granjero, con quien compartía el gusto de escuchar la música de Mozart mientras aquél se desayunaba.
Cuando el sol ya estaba en lo alto, Aníbal iba a revolcarse en el lodo a la charca con los demás cerdos, para quitarse todas las garrapatas que le molestaban. Después iba a nadar y jugar con los patos, para quedar completamente limpio, pues era un cerdo muy higiénico.
Más tarde se asoleaba un rato para secarse, y después iba a retozar sobre el prado de las hierbas aromáticas junto a la colina, pues así quedaba oliendo a limpio durante el resto del día.
Comía olotes en compañía de sus queridos hermanos, pero para él la mejor parte del día era cuando Josefina, la granjera esposa de Mario, le llevaba de postre un enorme plato de margaritas frescas y olorosas que ella misma recogía especialmente para Aníbal, su animal favorito entre todos los de la granja.
Más tarde disfrutaba de la puesta del sol al lado de Reina, su querida novia, antes de regresar a su aseado chiquero a pasar la noche, soñando siempre con cosas agradables, como aquel día en que la humanidad había decidido volverse vegetariana y había convertido a los cerditos en sus mascotas favoritas.
No: Aníbal no era un cerdo como cualquier otro.
sábado, 27 de diciembre de 2008
En un lugar de la Mancha...
Era el literato más prestigiado de la lengua castellana en su época, pero, al mismo tiempo, un perfecto desgraciado.
Su secreto era patético: tenía un establo de musas esclavizadas, cuyos cerebros eran día a día ordeñados para lograr ideas, argumentos y personajes, para así seguir enriqueciéndose con novelas muy exitosas, pero de mérito dudoso, dadas las circunstancias.
Las enamoraba con promesas, las atrapaba embriagándolas con néctar de bugambilia, y después las encerraba en un lugar apropiado para la ordeña. Su carcelero era un personaje malvado -creado a sugerencia de las ingenuas musas- quien supuestamente iba a encerrar a los malos de una novela que jamás se escribió.
Además, si acaso ellas lograban huir algún día de aquella espantosa prisión literaria, había mastines apocalípticos que las perseguirían hasta destrozarlas. Para ellas no había escapatoria.
Otras pavorosas criaturas de sus propios cuentos, se encargaban de vigilarlas y de obligarlas a generar bellas historias noche tras noche, sin que ellas tuvieran la menor esperanza de volver a ser libres.
Pero un día, un desconocido e inesperado personaje enjuto y de triste apariencia, un tanto loco, soñador y rebelde, pero valiente como nadie, brincó de la nada, e indignado por lo que ocurría, enfrentó al villano literario, y, jugándose la vida, mató al carcelero y a los mastines, liberando a las musas para siempre.
Ellas, con enorme agradecimiento, buscaron otro autor para que proyectase a su honorable liberador hacia la fama literaria, que bien la merecía por sus andanzas.
Encontraron uno, bastante pobre y desconocido, pero con mucho potencial, trabajando como desmotivado burócrata en una irrelevante oficina administrativa del rey Felipe II. Se llamaba Miguel de Cervantes Saavedra.
El heroico personaje liberador de las musas recibiría algún día el extraño nombre de…Don Quijote de la Mancha.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
La última de su especie
Fue depositada en un buzón de correos pocos días antes de la Navidad por alguien que estaba lleno de afectos y buenos deseos, y que no quería entender que ya se vivía otra época.
El cartero que la sacó del buzón la observó sorprendido y con cierta nostalgia, pues se trataba de un evento ya poco frecuente, algo casi increíble.
Llegó a la oficina local de correos, en donde todos los que ahí laboraban le dieron toda clase de preferencias. No era para menos.
Fue reexpedida por la vía más rápida, pues ese sobre contenía emociones y expectativas de otros tiempos que de alguna manera había que preservar. Era algo así como una especie de dinosaurio que había sobrevivido al jurásico, ni más ni menos.
Llegó oportunamente a su destino, gracias a la buena voluntad de un equipo de carteros que entendía la enorme importancia de conservar esa tradición.
Sin embargo, ya era demasiado tarde para eso: a pesar de que en ese hogar fue recibida con alegría por el destinatario y colocada junto al decorado pino, aquella tarjeta de Navidad era la última de su especie.
El correo electrónico y la modernidad habían acabado con esa hermosa tradición que alguna vez llenó de ilusiones a quien la enviaba y a quien la recibía.
martes, 23 de diciembre de 2008
El dálmata 87
87 es un joven perro dálmata de aquellos noventa y nueve que un mal día fueron secuestrados por la malvada Cruella de Vil para ser convertidos en piel para un lujoso abrigo blanco con manchas negras, aquellos mismos cachorros que huyeron de sus perversos captores en la famosa noche de las narices frías.
Su extraño nombre , o más bien, lo raro que parece que su nombre sea un número y no una palabra, resulta de la especial situación de cuando la familia Smith se vio obligada por las circunstancias a adoptar inesperadamente a noventa y nueve cachorros dálmatas.
Esta amorosa familia deseaba darle un nombre a todos ellos, pero agotaron su imaginación en el número 42, al que llamaron Chispa, y no tuvieron más remedio que dejar al resto, a partir del 43, con su número de inventario.
Como sea, 87 tuvo mucha suerte en la vida, pues fue a dar en adopción con una familia grande y cariñosa que decidió, por respeto al perro, dejarle su nombre original, o sea, el número 87.
Este hermoso perro es muy famoso en su barrio londinense, pues ahí todos saben que fue precisamente él quien mordió –arriesgando su vida- el tobillo del villano cuidador Wilbur, mientras el resto de sus amigos dálmatas escapaba de la mansión en donde los mantenían retenidos esperando ser convertidos en piel para abrigo.
Y cerca de la casa en donde hoy radica –para acabar de alegrar esta hermosa historia- vive otra perrita de aquel famoso grupo, la número 54, quien de verdad está enamorada de 87, y se muere de ganas de tener con él una camada de cachorros, lo cual ocurrirá en cualquier momento, como todos nosotros suponemos y deseamos.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Exploradora
Nunca pensó que su enorme responsabilidad social como exploradora fuese a llevarla a un mundo tan frío. Como sea, cuando quiso retornar al suyo para anunciar feliz a sus compañeras que había descubierto una casi inagotable veta nutricional en un lugar desconocido, desapareció la luz, y aquello empezó a enfriar mucho más de lo que había imaginado.
Asustada por lo que podía suceder, buscó a tientos, guiándose por sus instintos, algún lugar algo más apacible en lo referente a temperatura.
Se acercó lo más que pudo al sol recién apagado, y encontró algo de calor que poco a poco se extinguía. Tenía que encontrar rápido una solución, antes de morir congelada.
Poco le duró la esperanza. El agua en su cuerpo llegó a la fatal temperatura de congelación, y la audaz exploradora sucumbió víctima de la hipotermia, justo junto a la apreciada veta de alimento.
Al día siguiente –demasiado tarde para ella- se hizo la luz de nuevo, y se escuchó el grito de un niño sorprendido:
¡Mamá, mamá! ¡Qué asco! ¡Hay una hormiga congelada en mi pastel!
sábado, 20 de diciembre de 2008
El silencio de las nueces
Era un nogal obsesionado con llevar la contraria.
Vivía consciente de que sus nueces eran pocas y exageradamente ruidosas, así que decidió pedirles atentamente que fueran más silenciosas, y él, a cambio, sería más productivo en lo sucesivo.
El dueño del nogal, creyente en los refranes populares, quedó por siempre desconcertado.
jueves, 18 de diciembre de 2008
El triunfo de las fuerzas del mal
Finalmente todos aquellos presumidos paladines de las autollamadas “fuerzas del bien” habían sido aniquilados. De todos los pedantes y moralistas superhéroes (Superman, Batman, Spiderman, Capitán América, la Mole, Superchica, Hulk y muchos otros), sólo quedaban recuerdos y cenizas dispersas.
Tras de aquellas épicas y desgastantes batallas, también los heroicos defensores del mal habían resultado muy afectados. Muertos, heridos y agotados guerreros maléficos, eran el balance del lado de la oscuridad, pero todo había valido la pena: los buenos ya no existían, por lo que los humanos podrían gozar, a partir de ahora, de las anheladas tinieblas, en donde los demonios y otras estupendas criaturas de ultratumba los conducirían por el camino correcto, el del mal.
A partir de ese momento, la humanidad podía, sin remordimientos de ningún tipo y entre muchas otras cosas, desvelarse, emborracharse, devorar viandas repletas de colesterol, comer sin pagar la cuenta, tener sexo ilimitado, pasarse la luz roja de los semáforos, tirar basura en la calle y agredir a las autoridades.
Ésa era, definitivamente, una jornada memorable.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
El ascensor
Nunca nadie lo supo, pues era un antropófago perfecto y muy inteligente, que jamás dejaba evidencias.
Cuando sus puertas se cerraban, él decidía si el pasajero en turno era apto para ser devorado o si lo dejaba para otra ocasión, situación que siempre acababa dándose.
Una vez decidido a comerse al infeliz en turno, emitía tremendos jugos gástricos que digerían a la víctima en cuestión de segundos.
Su problema era la obesidad. De tanto devorar pasajeros incautos, se volvió pesado y lento, así que los administradores del edificio decidieron cambiarlo por otro ascensor más rápido.
Pagó sus pecados al ser desmantelado y fundido.
Su alma, sin embargo, migró, y se adueñó de un vagón de metro en una gran metrópoli.
Hoy ese vagón sube de peso día tras día, sin que las autoridades locales tengan la menor idea de lo que sucede.
lunes, 15 de diciembre de 2008
No tan buenos días
Me desperté siendo yo mismo, el de siempre, después de un sueño en donde todo era a mi favor, o sea, en donde yo era otro mejor que yo, alguien que de verdad me hubiese encantado ser.
Quise volver a dormir para ser el triunfador de hacía tan sólo unos momentos, pero el despertador, el mismo despertador de siempre, se encargó de recordarme una y otra vez, y con el mismo rin-rin de todos los días, que seguiré siendo el mismo.
Entonces salí de la cama para hacer lo mismo de siempre.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Remordimientos
Algo era seguro: después de devorar a sus víctimas, su cerebro se llenaba de terribles remordimientos.
Él era un monstruo implacable, incapaz de pensar en otras criaturas que no fuesen él mismo, pero su estómago tenía unas enzimas que, al digerir la carne de la víctima, extraían de ella los afectos, las ilusiones y las esperanzas de ésta, enviándolas a su cerebro, y lo ponían triste, muy triste.
Pero ya había aprendido que bastaba un eructo para deshacerse de todo tipo de remordimiento digestivo.
martes, 9 de diciembre de 2008
Abracadabra carajo
Intentando poseer una palabra mágica para salir adelante en la dura lucha cotidiana por la existencia, José Antonio utilizó una y otra vez el clásico abracadabra que había escuchado en el cine aquella tarde, tratando de convertir a su infeliz gato experimental en un sapo verde asqueroso.
Después de mil intentos inútiles, ya desesperado y muerto de sueño, gritó “¡abracadabra, carajo!”.
El gato se convirtió inmediatamente y para siempre en un horrible anfibio verde, húmedo y lleno de granos.
Esa noche surgió de la nada un monstruo llamado José Antonio, capaz de cualquier cosa inimaginable.
domingo, 7 de diciembre de 2008
Disertando sobre la nada
Es difícil definir algo que no se ve ni se toca, que no pesa, que no huele, que no se siente, que no se puede morder, por más que intuyamos su existencia.
Antes que otra cosa, procedamos a ubicarla en el mundo de los no-objetos: la NADA es pariente cercana del cero, del vacío absoluto, de la carencia total, de la ausencia de cualquier cosa, de la naturaleza de los agujeros.
Continuemos con el profundo análisis:
¿Cómo podemos definir la NADA sin usar el término “nada”?
Según Schopenhauer en su libro Esencia Filosófica de las Incongruencias, todo ente posee necesariamente una esencia. Si la nada es a-esencial, es obvio que no la podemos definir como un ente, sino como todo lo contrario. Pero, ¿qué es lo contrario de un ente?
Recurramos a la sabiduría de Lao Tse, quien se atrevió a responder a esa complicada pregunta planteada siglos antes por uno de sus discípulos*. Él dice que los entes se clasifican en entes y anti-entes. Los anti-entes son las contradicciones de los entes, pero al hacer esta profunda aseveración omitió definir el término CONTRADICCIÓN, así que prácticamente aumentó la confusión cognitiva de los filósofos que lo sucedieron, yo entre ellos.
* obsérvese que la obsesión por definir la NADA es muy antigua y generalizada.
Bertrand Russell considera, en su libro Las Perspectivas de lo Absurdo, que la NADA es perfectamente tangible, precisamente por su falta de tangibilidad. Según él, cuando estamos tocando algo y de repente dejamos de tocarlo, es ahí en donde la NADA se hace presente. Suena lógico, pero esta definición posee un engaño cognitivo: una cosa es que toquemos la NADA y otra muy diferente es que dejemos de tocar algo. Hay que tener cuidado con los filósofos, pues en su afán por poseer la verdad, nos marean con terminajos ininteligibles.
Según el prestigiado filósofo suizo Charles Bonnet –más ubicado-, NADA se puede finalmente definir como todo aquello que semeja el contenido de los agujeros del queso Emmental. Coincido mucho con él.
Claro está que pronto, ante una definición tan determinante, aparecerán todo tipo de detractores que me dirán que los agujeros del queso poseen olor, pero los científicos de la Universidad de Lausana han demostrado que dicho aroma procede del queso, que no es de los agujeros de donde se desprende. Refuerzan, por lo tanto, las profundas aseveraciones de Bonnet y mis creencias más íntimas.
Y así, estando yo completamente inmerso en esta profunda y erudita disertación filosófica, aparece mi mujer en bata y despeinada, preocupada porque aún no me he acostado a las 3 de la mañana.
Le explico la profundidad de lo que estoy analizando, rodeado de pilas de libros abiertos que dificultan el paso en mi biblioteca. Me observa cuidadosamente y tras de un minuto de meditación, libra por fin la definición más satisfactoria de la NADA que jamás hube leído o escuchado.
Así, viéndome profundamente a los ojos, me dice:
“NADA se define exactamente como el contenido de tu cerebro.”
Bajo la cabeza y humildemente me voy a dormir.
viernes, 5 de diciembre de 2008
El anticuento
El autor estaba harto de premios y halagos de sus cientos de miles de lectores.
Por ello, para vivir menos presionado, decidió escribir algo espantoso, ilegible, indigerible, aberrante, lo suficientemente decepcionante para que lo dejaran tranquilo el resto de su vida.
Creyó haberlo logrado.
Aquel cuento no tenía ni pies, ni cabeza, ni argumento, ni personajes, ni gracia, ni sintaxis, ni ortografía. Era, de hecho, un adefesio, un feto literario incongruente e insípido que, en condiciones normales hubiese sido vomitado por el más ignorante de los lectores.
Lamentablemente para el autor, su anticuento se convirtió en un éxito inenarrable, y por él le otorgaron el premio Nóbel.
El autor, sintiéndose fracasado y amenazado por la fama el resto de su vida, optó por suicidarse, mientras su cuenta de cheques creció al infinito.
El anticuento se convirtió en un clásico de la literatura universal.
martes, 2 de diciembre de 2008
El teléfono asesino
Cuando ella escuchó la señal de tener un mensaje en su teléfono móvil, presionó, como siempre lo hacía, el número 1 para escucharlo. El mensaje que recibió de una voz grabada como de ultratumba, fue:
“Usted tiene un mensaje urgente. Para escucharlo, presione el número 2”.
Cuando presionó el número 2, el mensaje que recibió, con la misma voz extraña, fue:
“Usted tiene un mensaje urgente. Para escucharlo, presione el número 1”.
La mujer, intrigada por el mensaje urgente y la extraña voz, fue del número 1 al número 2 quinientas veces, hasta que murió de la curiosidad, dejando el teléfono móvil tirado junto a su cadáver.
El fiscal que investigó su muerte, cuando presionaba el número 1 para ver de quién había sido el mensaje asesino, escuchaba tan sólo una carcajada tenebrosa.
Convencido de la maldad del aparato, quiso llevarlo a juicio penal por asesinato alevoso, pero el juez simplemente le dijo que no dijese estupideces, que no se podía encausar legalmente a un teléfono.
Éste tiene ahora un nuevo dueño, y espera pacientemente la oportunidad para asesinarlo.
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