
Cuando ella escuchó la señal de tener un mensaje en su teléfono móvil, presionó, como siempre lo hacía, el número 1 para escucharlo. El mensaje que recibió de una voz grabada como de ultratumba, fue:
“Usted tiene un mensaje urgente. Para escucharlo, presione el número 2”.
Cuando presionó el número 2, el mensaje que recibió, con la misma voz extraña, fue:
“Usted tiene un mensaje urgente. Para escucharlo, presione el número 1”.
La mujer, intrigada por el mensaje urgente y la extraña voz, fue del número 1 al número 2 quinientas veces, hasta que murió de la curiosidad, dejando el teléfono móvil tirado junto a su cadáver.
El fiscal que investigó su muerte, cuando presionaba el número 1 para ver de quién había sido el mensaje asesino, escuchaba tan sólo una carcajada tenebrosa.
Convencido de la maldad del aparato, quiso llevarlo a juicio penal por asesinato alevoso, pero el juez simplemente le dijo que no dijese estupideces, que no se podía encausar legalmente a un teléfono.
Éste tiene ahora un nuevo dueño, y espera pacientemente la oportunidad para asesinarlo.
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