sábado, 27 de diciembre de 2008

En un lugar de la Mancha...


Era el literato más prestigiado de la lengua castellana en su época, pero, al mismo tiempo, un perfecto desgraciado.

Su secreto era patético: tenía un establo de musas esclavizadas, cuyos cerebros eran día a día ordeñados para lograr ideas, argumentos y personajes, para así seguir enriqueciéndose con novelas muy exitosas, pero de mérito dudoso, dadas las circunstancias.

Las enamoraba con promesas, las atrapaba embriagándolas con néctar de bugambilia, y después las encerraba en un lugar apropiado para la ordeña. Su carcelero era un personaje malvado -creado a sugerencia de las ingenuas musas- quien supuestamente iba a encerrar a los malos de una novela que jamás se escribió.

Además, si acaso ellas lograban huir algún día de aquella espantosa prisión literaria, había mastines apocalípticos que las perseguirían hasta destrozarlas. Para ellas no había escapatoria.

Otras pavorosas criaturas de sus propios cuentos, se encargaban de vigilarlas y de obligarlas a generar bellas historias noche tras noche, sin que ellas tuvieran la menor esperanza de volver a ser libres.

Pero un día, un desconocido e inesperado personaje enjuto y de triste apariencia, un tanto loco, soñador y rebelde, pero valiente como nadie, brincó de la nada, e indignado por lo que ocurría, enfrentó al villano literario, y, jugándose la vida, mató al carcelero y a los mastines, liberando a las musas para siempre.

Ellas, con enorme agradecimiento, buscaron otro autor para que proyectase a su honorable liberador hacia la fama literaria, que bien la merecía por sus andanzas.

Encontraron uno, bastante pobre y desconocido, pero con mucho potencial, trabajando como desmotivado burócrata en una irrelevante oficina administrativa del rey Felipe II. Se llamaba Miguel de Cervantes Saavedra.


El heroico personaje liberador de las musas recibiría algún día el extraño nombre de…Don Quijote de la Mancha.

1 comentario:

Joice Worm dijo...

Siempre me encantó sus cuentos de las musas...