jueves, 12 de noviembre de 2009

La fría máquina de hacer negocios


Nadie podía saber si ese ente indeseable era un ser humano o una criatura biocibernética programada para ganar dinero.

Lo único que podía concluirse observándolo de cerca, era que su frialdad era absoluta, y sus resultados económicos eran fulminantes.

Quienes colaboraban con él para apoyarlo en las nimiedades relacionadas con planear, negociar y cerrar contratos, no percibían sentimientos, nervios, debilidades o incertidumbres de parte del frío personaje que todo supervisaba y a veces aprobaba tras de rápidos análisis comerciales, financieros y probabilísticos.

Era un monstruo especializado en asertividad, eficiencia, efectividad y resultados económicos.

Sus colaboradores cercanos se preguntaban si tenía familia, seres queridos, amantes, aficiones o mascotas. Él no daba la menor información. Solamente dosificaba lo que era necesario para fulminar a la competencia o para arrasar con los mercados que pretendía conquistar.

Un día no llegó a la oficina a la hora acostumbrada. A sus cuarenta años murió de un infarto que ningún dinero del mundo pudo haber evitado. Nadie estaba con él a la hora de su muerte.

Su lujoso entierro fue administrado por un fideicomiso frío e impersonal, y por una funeraria de lujo igualmente indiferente.

Más allá de algunos empleados desconcertados que se sintieron obligados a asistir a las exequias, no apareció nadie que derramara una sola lágrima o que diese a algún deudo inexistente un abrazo afectivo.

La herencia del poderoso magnate quedó congelada en una cuenta bancaria que nadie quiso jamás reclamar.

Cuentan que el combustible del horno crematorio se negó a quemarse. Nadie pudo explicar aquel fenómeno, por lo que el administrador del fideicomiso se vio obligado a hacer un entierro tradicional.

Cuentan también que los gusanos mortuorios vomitaron cuando pretendieron digerir aquel cuerpo indeseable, y que huyeron de aquella fosa buscando en cualquier otro lugar cadáveres digeribles pertenecientes a seres humanos dignos.

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