jueves, 20 de agosto de 2009

Shira y el regalo de los duendes


Apareció de la nada.

Aquel enorme y aromático pedazo de carne de delicioso color rojo oscuro, estaba a su alcance, al borde de la mesa, suplicando ser devorado.

“Seguramente es un regalo mágico de los duendes que habitan en el patio trasero”, pensó Shira.

Ella consideraba que merecía el salchichón, pues siempre había permitido que los duendes transitaran libremente por aquellos lugares, sin ladrarles o molestarlos. Se veían amigables y agradecidos.

Pero también luchaba contra su conciencia, pues generalmente, cuando se adueñaba de algún alimento que aparecía sobre la mesa, salía regañada por sus amos. No la golpeaban con periódicos ni la amarraban en el patio, pero si le dirigían miradas fulminantes que le dolían más que cualquier golpe.

Shira estaba en un enorme conflicto.

La inteligente perra finalmente resolvió su problema con objetividad: soporto estoicamente su derrame de jugos gástricos, y, gracias a ello, el descuido de mi esposa en la cocina no pasó a mayores.

Como sea, y a pesar de no haberlo aprovechado, Shira agradeció a los duendes su regalo. Ya habría ocasión de otro. De alguna manera, ella lo merecía.

sábado, 8 de agosto de 2009

Shira y los duendes del bosque encantado


Tenemos la fortuna de vivir en las cercanías de un espléndido bosque urbano. La leyenda de nuestro barrio dice que en él existen duendes increíbles, criaturas que hacen todo lo posible porque ese maravilloso lugar no caiga en manos de las voraces empresas urbanizadoras.

A mi hermosa perra Shira y a mí nos gusta mucho pasear por ese desierto bosque, por lo que, un par de veces al día, al amanecer y al atardecer, solemos caminar entusiasmados entre sus árboles y matorrales, descubriendo barrancas y arroyos limpios, cosas tan extraordinarias hoy en día como lo son los duendes cuidadores.

En alguna parte, Shira debe haber escuchado hablar de los duendes de este bosque, pues cuando descubrimos algún pequeño sendero, agudiza su olfato y sus oídos, esperando encontrar alguno, o, por lo menos, descubrir sus huellas.

Varias veces le dicho a Shira que se trata de una leyenda, que los duendes no existen, pero ella insiste en querer encontrarlos.

También le he dicho que los duendes –en todo caso- son seres discretos que evitan a los humanos y a los perros, que no dejan huellas ni aroma, y que lo último que desean es que los encontremos.

Pero Shira, que es una gran optimista, y no deja de buscarlos, a veces hasta la frustración. En alguna ocasión ha llegado a casa con un poco de depresión.

En fin, tarde o temprano se convencerá de que no estamos en un bosque fantástico, excepto por algo extraño que nos aconteció hace un par de días: a unos veinte metros de donde estábamos, nos pareció ver a una niña de unos diez años vestida con una caperuza roja conversando con un espléndido lobo color negro. Cuando intentamos acercarnos a ellos, ambos se esfumaron misteriosamente…

jueves, 6 de agosto de 2009

La indiferencia de la piedra


Todo aquello ocurrió en su presencia.

El pequeño lince jugueteaba distraído con una mariposa, cuando una boa se acercó sigilosa por su espalda. Con un enorme y rápido estiramiento, se lanzó sobre él y lo prendió por una de sus patas.

El pequeño felino, todavía sorprendido, sacó sus filosas garras y atacó al enorme ofidio en sus ojos.

La sangre del reptil manó como un chisguete, pero en ningún momento soltó a su presa.

Poco a poco, las fuerzas del lince mermaron, mientras la gigantesca y sangrante boa lo engullía sin piedad. Como sea, el drama de la naturaleza duró casi media hora.

Finalmente no quedó del felino más que un ensanchamiento en el vientre del ofidio.

La indiferente piedra observó todo aquello sin hacer el menor gesto.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Shira y la caja mágica


Shira no es precisamente un hada, aunque su nombre y su enorme nobleza nos confundan en ese aspecto.

La caja mágica tampoco es un artefacto diseñado por duendes o magos extraordinarios, pero la bella y peluda Shira, desde que apareció por nuestro hogar, cree firmemente que ese espacio metálico de color blanco contiene cosas maravillosas en su interior. Por lo menos es lo que su afinado olfato le indica.

Por eso, siempre está pendiente de cualquiera de nosotros que se acerque a esa especie de arcón refrigerado, esperando ansiosamente que, tras abrir la misteriosa puerta de una manera para ella imposible, reciba alguno de los portentos ahí guardados, cosa de verdad muy poco probable.

La caja mágica que obsesiona a Shira es un frigorífico de tamaño estándar, lleno de lácteos, cárnicos y algunas verduras con los que nuestra familia se alimenta a diario.

Shira es una hermosa y enorme perra de raza pastor alemán, que llegó recientemente a nuestra casa para hacernos felices, y suponemos que un día entenderá que su dieta es a base de croquetas de supermercado.

Mientras tanto, su enorme y esponjado rabo se mueve apasionadamente cada vez que uno de nosotros entra a la cocina.

martes, 4 de agosto de 2009

Los dos escritores


Cuentan de un escritor que un día
tan pobre y mísero estaba
que sólo se sustentaba
de las hierbas que cogía.

¿Habrá otro -para sí decía-
más pobre y triste que yo?

Y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro escritor iba cogiendo
las hierbas que él arrojó