sábado, 8 de junio de 2019
El síndrome de la rosa espinosa
Ella tenía una enorme necesidad psicológica de ser mala.
Imaginaba toda clase de ofensas, humillaciones, maltratos, vejaciones y golpes físicos y morales a los hombres que se le acercaban. Presumía de su capacidad de herir a quien tenía cerca.
Su blasón existencial era la rosa, con sus pretendidas dos caras: la atracción de una bella flor y el peligro de que quien se acercase saliese espinado.
La realidad era otra, muy diferente: Quienes la conocían disfrutaban enormemente de la dulzura de sus pétalos y de su inigualable aroma. Jamás hirió a nadie. Si acaso, generó algún mal entendido, que ella misma se encargó de aclarar casi inmediatamente.
Su frustración era que toda aquella persona con la que trataba, acababa estimándola.
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