miércoles, 6 de febrero de 2019

¿Quién puso el frasco con el alacrán en el escritorio de la profe?





Se sospechaba de demasiados, así que el fiscal decidió emplear la técnica de conocer primero el motivo para el crimen. ¿Quién odiaba tanto a la profe como para poner el frasco con el alacrán sobre su escritorio?

Su ayudante, el detective Ramírez, volteó la argumentación del caso, preguntando:

“¿Qué hizo la profe para que alguien la odiase tanto al extremo de ponerle un frasco con un alacrán sobre su escritorio?”

Entonces se procedió a ver qué clase de persona era la profe y a qué calaña pertenecía realmente.

Se estudiaron a fondo sus antecedentes familiares, académicos, fiscales, personales, matrimoniales, médicos, lúdicos y psicológicos.

Se armó un expediente de 450 fojas que no arrojaban la menor luz sobre el caso, excepto algunas escabrosidades de la profe no relacionadas con el caso, mismas que el detective Ramírez prefirió caballerescamente obviar y no incluir entre los antecedentes del expediente.

Como no se encontraron elementos que justificaran tanto odio a la profe, se procedió a analizar al alacrán.

Resultó ser de la especie Centurión, no fatal, pero sí agresivo, capaz de adormecer al ser humano a quien le inyectase su ponzoña. “Pero –y esto lo puntualizó el detective Ramírez- el alacrán, de ser el culpable, necesitó necesariamente de un cómplice para que le cerrara el frasco”.

“¿Por qué en un frasco?”, preguntó Ramírez. ¿Por qué no quisieron que el alacrán la picase? Pienso que se trataba tan sólo de una advertencia.”

Se procedió a analizar el frasco: el tipo de vidrio; sus componentes; la tapa; la rosca de la tapa y las huellas digitales. Se concluyó que era un frasco de mermelada McCormick, pero la empresa fabricante de este producto negó cualquier relación con el caso. Tampoco había huellas digitales, por lo que se concluyó que se estaba ante un hecho realizado por profesionales de la extorsión. Se revisaron decenas de expedientes de criminales, algunos de los cuales fueron entrevistados por Ramírez, pero todos ellos tenían coartadas irrefutables.

El expediente llegó a las 986 fojas.

El fiscal, preocupado por un fracaso más en su historial, estaba urgido de una explicación racional. La presión que ejercía sobre el detective Ramírez era enorme, así que éste entrevistó al director de la escuela, a los demás profesores y a  la totalidad de los alumnos del plantel escolar. Algunos niños sospechosos fueron discretamente torturados en las galeras de la Prefectura de Policía, pero ninguno confesó haber sido.


Ya con 2476 fojas en el expediente del frasco con el  alacrán en el escritorio de la profe, finalmente compareció voluntariamente en la fiscalía una nena de siete años de nombre Marianita con la respuesta al complicado caso:

“La profe Estela es muy linda y le gusta revisar todo minuciosamente en el microscopio. Atrapé el alacrán en mi casa y decidí regalárselo. Simplemente olvidé comentárselo.”


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