miércoles, 6 de febrero de 2019

¿Quién tiene la razón?


Érase que se eran dos personalidades absolutas, obviamente superiores la una a la otra.

Ambas tenían un currículo de victorias incuestionables en lo que se refería a tener la razón. Miles de  discusiones avalaban sus determinaciones lapidarias, fulminantes, absolutorias. Después de tanto tiempo, las dos permanecían invictas.

Lamentablemente para ellas, llegó el día en que tuvieron que encontrarse en un inevitable punto de argumentación existencial. Era algo así como el enfrentamiento por el título absoluto de los pesos completos de la NBA (National Boxing Association) y la WBA (World Boxing Association). Imaginemos una pelea fuera de época entre Rocky Marciano y Cassius Clay (Mohamed Alí), por la unificación del título de los pesos completos de todos los tiempos.

¿Quiénes eran?

Se trataba nada menos que del Punto Final de la Discusión y de la Última Palabra del Asunto.

Las expectativas de la prensa no arrojaban un favorito, pero sí auguraban fuertes golpes al ego ajeno y resistencia total a la lógica del rival.

En Las Vegas, los momios cambiaban de momento a momento. Cualquier apuesta era riesgosa. El público deliberaba.

La pelea definitiva comenzó en la arena argumentística del Caesar Palace. El mundo asumió el rating más grande en la historia de las discusiones. Ripley y Guiness estaban presentes dispuestos a comercializar los resultados. Los monstruos de la televisión (BBC, Warner, CNN y Sony Television) compartieron la transmisión a nivel mundial.

La pelea comenzó inevitablemente con un round de calentamiento. Los contendientes, antes de lanzar sus  mejores argumentos, decidieron conocer al rival. Así se fueron los tres primeros episodios de una pelea programada a quince, pero que anunciaba su final mucho antes de lo programado.

La humanidad estaba convencida de que la pelea arrojaría luces definitivas en lo referente a la Verdad Absoluta y otros temas relevantes. Por lo menos eso era lo que habían anunciado ambos contendientes en las conferencias de prensa previas al Gran Combate.

Pero después vino la gran decepción, el desorden absoluto: una nena de catorce años –llamada Prudencia-, desde la fila 27 del Coliseo del Caesar Palace, entre el cuarto y quinto asalto de la gran pelea, se levantó para gritar: “¡Las discusiones siempre son relativas! ¡Esta pelea es un fraude!”


Ambos contendientes, el Punto Final de la Discusión y la Última Palabra del Asunto, se sintieron aludidos por el grito de la chiquilla. Los dos  bajaron la guardia y descuidaron el estilo. Ante la presión del público enardecido, recurrieron a actitudes fuera de reglamento, y el réferi de la pelea -de nombre Sentido Común- tuvo que aplicar su autoridad y descalificar a ambos boxeadores.









La nena de catorce años –Prudencia- fue convocada inmediatamente a una conferencia de prensa. Estaba nerviosa -desde luego-, pero mantuvo su ecuanimidad ante las cámaras de televisión. A su lado, el réferi (Sentido Común) la avaló en todo momento.

Fue la primera vez en la historia de la humanidad en que la musculatura de la imposición de los argumentos fue derrotada por la simple lógica, por la simple argumentación, por la relatividad de los hechos.

El Punto Final de la Discusión y la Última Palabra del Asunto sobreviven, desde luego, y seguirán enajenado a los necios en escenarios de segunda categoría. Pero entre la gente inteligente, la Prudencia y el Sentido Común han rescatado posiciones, al lado de una encantadora hada de la vida que los protege, y a quien todos conocemos como la Relatividad de los Hechos.




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