jueves, 26 de mayo de 2011

Y entonces...


Un artenicoteriono del lejanísimo planeta Rr4est%w, mientras pastaba, pisó sin darse cuenta aquel complejo pétreo sobre el depósito de uranio radioactivo que estaba ya sobrecargado por las radiaciones de la luna 7%destrix), generando una explosión casi insensible unos 25 metros debajo de la superficie de aquel fértil mundo.

De ella emanaron algunas radiaciones alfa que pronto contaminaron la órbita de la otra luna de aquel mundo –llamada Or!%tocia/-, por lo que uno de sus escasos habitantes, un rtrancionio, sintió una descompensación de su aparato digestivo, que resolvió simplemente eructando.

Sin embargo, su eructo ácido hizo que todo su sistema solar se sobrecargara de iones positivos, y su sol ya no pudo soportar el pH consecuente, por lo que explotó súbitamente.

Aquel sol en agonía generó millones de partículas gama que atravesaron la galaxia, produciendo decenas de reacciones en cadena.

Millones de astros se vieron afectados. Muchos de ellos vieron como su vida desaparecía.

Otros tuvieron menos suerte, y sufrieron consecuencias orbitales que los alejaron de todo tipo de equilibrio sideral.

Uno de ellos se estrelló con el cometa Ytr$34& que cargaba partículas alfa-plus, las que se desparramaron por todo el universo.

Una de esas partículas atravesó mi cerebro, afectando varias de mis neuronas, una de las cuales pudo recordar en donde carajo había dejado las llaves de mi automóvil que tenía dos horas buscando.

Gracias a todo eso, llegué temprano a mi cita y pude enamorar a quien hoy es mi amada compañera.

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