sábado, 7 de mayo de 2011

El brinco y el cactus


Nació brinco, pero en el lugar equivocado.

Los brincos siempre nacen sin cuerpo. Son ni más ni menos que una intención, un potencial que si se utiliza adecuadamente, reduce significativamente el tiempo y la distancia entre dos puntos.

Pero los brincos siempre necesitan músculos para concretarse.

El problema de este brinco fue que nació en donde casi no existían músculos.

En su desértico horizonte existían muchas criaturas: cactus, abrojos, flores del desierto, pero muy pocos animales, al extremo de que pasaban decenas de días sin que alguno de éstos apareciese.

El brinco estaba frustrado por no poder manifestarse, hasta que un buen día apareció un armadillo despistado.

El brinco, emocionado, aprovechó la oportunidad para presentarse:

Hola, armadillo: soy un brinco lleno de ganas de materializarme en tu cuerpo. Si me aceptas, podrás ir más rápido a través del desierto; podrás cazar insectos con más facilidad; presumirás de tu agilidad entre los demás animales del desierto….

El armadillo le respondió que no lo necesitaba, que su especie no brincaba ni necesitaba hacerlo.

Inténtalo con alguna serpiente de cascabel”, concluyó alejándose rápidamente.

Al rato apareció un correcaminos, y de nuevo el brinco lo consideró una oportunidad:

Hola, correcaminos: soy un brinco lleno de ganas de materializarme en tu cuerpo. Si me aceptas, podrás aumentar tu velocidad a través del desierto; podrás burlarte del coyote con más facilidad; presumirás de tu agilidad entre los demás animales del desierto….

El correcaminos le respondió que no lo necesitaba, que su velocidad era impresionante, que su especie no brincaba ni necesitaba hacerlo.

Casi al anochecer apareció la serpiente de cascabel, y el brinco aprovechó de nuevo la oportunidad de manifestarse:

Hola, serpiente de cascabel: soy un brinco lleno de ganas de materializarme en tu cuerpo. Si me aceptas, podrás aumentar tu velocidad a través del desierto; podrás escabullirte del águila con más facilidad; presumirás de tu agilidad entre los demás animales del desierto….

La serpiente de cascabel le respondió que no lo necesitaba, que su zigzagueo era impresionante, que su especie no brincaba ni necesitaba hacerlo.

Cuando el brinco estaba a punto de renunciar a su existencia, un cactus cercano que había escuchado todas las ofertas hechas por éste y que habían sido rechazadas por los arrogantes animales del desierto, le dijo:

Hola, brinco: ¿por qué no me das la oportunidad de poseerte? A veces la vida de los cactus en aburrida, monótona, desesperante. Yo estaría encantado de brincar aquí y allá.

El brinco le respondió:

Yo fui concebido para la especie animal, no para la vegetal, pero dadas las circunstancias, no me desagradaría integrarme a tu cuerpo. ¿Lo intentamos?

Al principio, todo fueron complicaciones: las raíces del cactus no lo permitían; las carcajadas del armadillo, del correcaminos y de la serpiente de cascabel desmotivaban el intento; todo parecía contra natura.

Pero ambos, el brinco y el cactus, eran criaturas de carácter, y no dejaron de procurarlo.

Después de cientos de intentos, el cactus logró un pequeño salto que sus empecinadas raíces permitieron. Fueron tan sólo un par de centímetros, pero suficientes para que el armadillo, el correcaminos y la serpiente de cascabel quedasen mudos y con la boca abierta.

Cientos de años después de ocurrido lo anterior, aún circula una leyenda entre los escasos habitantes del desierto de Sonora, que cuenta que todos los anocheceres, en el lejano horizonte, la silueta de un extraño y alocado cactus surge de la nada dando brincos por doquier, seguido de cerca de un armadillo, de un correcaminos y de una serpiente de cascabel, que lo observan con envidia y admiración.

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