jueves, 29 de abril de 2010

El maquillaje


Buscó en la bibliografía el mejor de los seudónimos, para que no se supiera que su nombre era Pancracio.

Buscó en las imágenes de la web un avatar que representase a un ser gallardo y poderoso, para ocultar el hecho de que era de escaso tamaño, feo y regordete.

Aprendió a usar magistralmente correctores de texto para que sus faltas de ortografía y sintaxis, consecuencia de su escasa escolaridad, no fuesen obvias en los monitores ajenos.

Hizo copias electrónicas de cientos de poemas de amor desconocidos, para que quien lo leyese lo considerase un gran poeta.

Plagió la foto de un modelo armenio para enviársela a las damas de la Internet que querían verlo retratado.

Mostró mucho tiempo su falsa imagen al mundo de la Internet, hasta que una mujer de su ciudad le sugirió que se conociesen en persona. Pospuso la cita mil años con mil recursos y mentiras, hasta que no tuvo más remedio que encarar el asunto.

Se juntaron en una cafetería, indicándose cómo irían vestidos.

Ella tampoco se acercaba nada a lo que él esperaba, pero se sintieron cómodos el uno con el otro.

Ya sin maquillaje cibernético, ambos se sintieron mejor y decidieron amarse tal como eran.

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