sábado, 20 de marzo de 2010

El convenio


Él estaba muy preocupado porque ella no llegaba. Ya eran veinte minutos de retraso, cuando entre ellos siempre habían sido absolutamente puntuales.

Ella se desesperaba en el taxi, pues estaba atorada en un interminable embotellamiento de tránsito, extraordinario en aquella ciudad.

Él pensaba que esta vez ella no llegaría a la cita, pues últimamente había sido muy egoísta con sus cosas, y pensaba que finalmente había logrado decepcionarla para siempre.

Ella pedía a Dios que él no malinterpretase su retraso, pues después de cincuenta años lo seguía amando como el primer día.

Él repasó mentalmente el convenio de pareja que ambos tenían: cada diez años, se separaban una semana. Después se reunían puntuales a las 7PM en la vieja fuente de la alameda de la ciudad, si es que ambos deseaban continuar la relación. Así lo habían convenido desde que decidieron unir sus vidas muchos años atrás. Ambos podían dejar de asistir dejando caer todo lo vivido, puesto que ninguno estaba obligado con el otro.

Ella bajó del taxi a la carrera y se acercó a la vieja fuente de la alameda en donde solían reunirse.

Él no aparecía por ningún lado, porque su incontinencia lo obligó a ir al baño público unos minutos.

Ella se puso los lentes desesperadamente para encontrarlo entre la multitud que paseaba en la alameda. Fueron minutos de angustia.

Por fin lograron verse de lejos el uno al otro. Corrieron como jovencitos para darse un fuerte y largo abrazo y un maravilloso beso: los dos tenían garantizado a su amor por los próximos diez años.

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