lunes, 8 de marzo de 2010

Confesiones de una suegra


Sí, padre: le puse purgante de caballo en su sopa, pero fue porque él antes tiró al retrete mi carísimo perfume francés.

También confieso que le arruiné su chaqueta de gamuza con sosa, en venganza porque él publicó en la Internet unas fotos que tomó a escondidas mientras me ponía mi faja.

Y fui yo quien puso engrudo en el radiador de su auto de lujo, pero fue mi respuesta a que él llenó mi cama de hormigas para que me fuera de su casa.

Y también fui yo quien puso en el fuego su colección de filatelia, pero es que él me tuvo tres minutos con la cabeza dentro del retrete sin poder respirar.

Y reconozco haber propuesto a mi hija que le cortásemos el pene mientras dormía, pero eso fue después de que él orinó completamente mi guardarropa, arruinándome varios vestidos. Fue una lástima que mi hija no hubiese aceptado esta merecida propuesta. Ella es muy ingenua, casi una santa.

Y sí, padre: fui yo quien hizo cargos económicos en la Internet sobre su tarjeta de crédito sin su consentimiento, pero lo hice porque él desgraciado me dejó toda una mañana encerrada en la perrera.

Pero no se equivoque, padre: estoy nada más confesando lo que le he hecho, pero no por estar arrepentida. Es un simple descanso anímico que necesito para reiniciar las hostilidades esta misma tarde. No, padre, mi venganza contra el monstruo que se casó con mi hija…apenas comienza.

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