lunes, 16 de febrero de 2009

Matacuás


Era una cuesta de enero con verdadera mala leche.

Desde que vino al mundo rogó al dios Calendario que le brindase una oportunidad para demostrar cuán perversa podía ser, y qué mejor que debutar en el 2009, un año de verdad complicado.

Era experta en economía, y leía a diario lo que estaba sucediendo en los mercados mundiales, así que concluyó que era una cuesta privilegiada: ocupaba el lugar ideal en el momento ideal.

Planeando y planeando acerca de cómo podía ser más dañina y mortífera, se dio cuenta de que existían dos estrategias que, combinadas, harían estragos en la ignorante y odiada humanidad:

Una era aumentar su propio grado de dificultad, generando desempleo, escasez, carestía, inflación y recesión, todo al mismo tiempo; la otra era mutar para dejar de ser la cuesta de enero y convertirse también en la cuesta de febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre, y, por qué no, de los años siguientes.

Y cuando ya nadie parecía capaz de detenerla, de la nada apareció Matacuás, el devorador de cuestas de enero y de crisis económicas, quien con un par de dentelladas destrozó al monstruo para siempre, ante una sorprendida y agradecida humanidad que le aplaudía emotivamente.

En ese momento, Juan despertó muy entusiasmado de su sueño, e inmediatamente salió al jardín a buscar el diario de esa mañana.

Leyó todas las noticias y comentarios económicos, en donde se hablaba y se reconocía la gravedad de la situación. Pero por más que buscó con lupa y página tras página, el paladín Matacuás no apareció por ninguna parte…

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