lunes, 26 de enero de 2009

Diarreín


Aquel día, Diarreín entró en un nuevo organismo, dispuesto a hacer sus acostumbradas travesuras.

Aunque algunas personas lo consideraban un germen patógeno, él no era más que un espíritu travieso, divertido y contundente, muy amigo de las amibas, de los protozoarios y de ciertas bacterias que habitaban los intestinos humanos y animales.

En menos de un par de horas, el cuerpo anfitrión empezó a notar su presencia, por lo que no tardaron en aparecer por ahí sus peores enemigos de siempre: los odiosos anticuerpos, antibióticos y antidiarréicos.

Como él era veterano de mil batallas fisiológicas, su organismo había ya generado bastante resistencia a las embestidas de estos temibles guardianes del orden corporal, así que decidió aplicarse con todo su profesionalismo.

La lucha se prolongó durante varios días, en los que se generaron muchos retortijones, gases y heces tan líquidas como el agua.

Finalmente Diarreín fue rodeado y asesinado, no sin antes haber dejado muertos en el camino a millones de unidades de sus enemigos.

Por la forma tan heroica como luchó dentro de aquel organismo, se ganó un lugar en el cielo de los gérmenes patógenos que cumplen con su misión existencial, y su memoria se conserva inmaculada entre todos los microbios y bacterias que aún permanecen en esos lugares.

¡Descansa en paz, Diarreín!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajaja. ¿Siempre eres así?
Una buena clase de biología ;)

Legendario dijo...

Hola, Damita:

Bienvenida a mi blog.

Este cuento fue hecho por encargo de alguien, así que no debemos generalizar.

Un abrazo.