viernes, 24 de octubre de 2008

Ella se vistió de seda


En un remate de ropa por el cambio de estación, compró finalmente lo que siempre había soñado: un vestido de seda.

Como se lo quería llevar puesto, pasó al vestidor: no podía creer lo que veía en el espejo.

Nada más salir de la tienda, notó las atrevidas miradas de los caballeros que pretendían desnudarla, así como la ácida envidia de las damas que por ahí circulaban.

Decidió pasear por las calles elegantes de la ciudad en busca de algún romance. No tardó mucho en encontrarlo: un apuesto y elegante joven le sonrió, la abordó y la invitó a un bar a tomar la copa.

Después de cenar en un restaurante de moda, ella accedió tímidamente a ir al departamento del joven.

Se besaron en la sala, y finalmente terminaron en la elegante recámara.

Ella se quitó sensualmente el vestido de seda, dejando asomar su cuerpo velludo y su larga y enrollada cola. No pudo entonces resistir la tentación de subirse al ropero ni de columpiarse en la lámpara. Después corrió a la cocina a buscar una banana.

El joven, horrorizado, llamó inmediatamente a emergencias, en donde le informaron que, en efecto, esa tarde, del zoológico local, se había escapado una mono-araña muy coqueta.

Por la mañana, la mona amaneció de nuevo en su jaula.

El desconcertado galán pasó muchas tardes de su vida recostado en el diván de su psicólogo.

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