sábado, 23 de agosto de 2008

La fiesta

Aquella tarde el Mal Humor tenía ganas de divertirse (a su manera, o sea, gruñendo a diestra y siniestra), así que organizó una fiesta en su casa, a la que asistieron todos sus invitados y algunos más.

La Malas Lenguas llegaron temprano disfrazadas de incógnitas, pues tenían muchas cosas desagradables que contar acerca de quienes todavía no estaban presentes.

Después llegaron las Malas Palabras, usando adjetivos altisonantes y de mal gusto que no venían al caso. Con ellas venían las Malas Compañías, haciendo propuestas indecorosas de todo tipo a los presentes.

No faltaron los Malos Hábitos, quienes aportaron el licor, el tabaco y las drogas, para que todo resultara a gusto del anfitrión.

Enseguida apareció la Mala Suerte, acompañada de una inesperada lluvia torrencial que echó a perder el asado al aire libre.

Como resultado de lo anterior, todos pasaron al interior de la casa del Mal Humor, quien estaba feliz renegando de todo lo que estaba sucediendo.

Casi al final llegaron las Malas Mañas, peligrosas, porque solían robarse las cosas de valor en las casas ajenas.

Por último, cuando todo parecía felizmente un desastre inaudito a gusto del Mal Humor, llegó la Mala Voluntad, quien, para fastidiar a todos y arruinar la fiesta, trajo a unas invitadas fuera de lugar: las Buenas Acciones.

Éstas, al no saber de qué se trataba la fiesta, obraron de buena fe y arruinaron todo. La Mala Voluntad logró su objetivo.

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