domingo, 6 de abril de 2008

El orgulloso bloque de mármol

Provenía de la prestigiada cantera de Carrara, de donde Miguel Ángel se había surtido de mármol para crear la Piedad, el Moisés y el David.

Carecía de veteado y fracturas que lo devaluasen. En cuanto apareció en la superficie, el excelso escultor pidió que lo extrajesen con sumo cuidado.

Fue transportado al taller del artista con toda clase de precauciones. No era para menos: había sido elegido para ser esculpido representando al prohombre recién fallecido, el orgullo de la ciudad.



El consejo citadino había reservado para esa escultura el lugar de honor de la plaza principal, en el hermoso y céntrico parque municipal. El bloque de granito sabía de sobra que era la mejor pieza escultórica de los últimos 500 años, y su pétreo orgullo desbordaba a diestra y siniestra.

Cuando la estatua fue develada por el alcalde, lo más selecto de la ciudadanía estaba presente. Un “Ahhhhh” de admiración pública fue la espontánea respuesta de los asistentes, de todos excepto de uno.

Aquel pájaro observaba el ininteligible ceremonial humano igualmente emocionado, pero con otras cosas en su pensamiento:

La nueva estatua en el parque estaba justo a la mitad de camino entre los dos robles en donde hacía su vida. Era un excelente punto para descansar y asolearse, y ¿por qué no?, para defecar.

El bloque de granito –ahora convertido en resignada estatua- se dio cuenta de las intenciones de la perversa ave, y se olvidó nervioso del homenaje humano del que era objeto.

A partir de ese día, el selecto trozo de mármol de Carrara, convertido en obra de arte por el magnífico escultor de la ciudad, vive angustiado y humillado por un ave del montón que día a día lo mancilla en lo más profundo de su honor.

El municipio –esto es muy obvio- carece de financiamiento para la limpieza de las esculturas de la ciudad.

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