sábado, 19 de abril de 2008

El descubridor

Era ya todo un anciano cuando escribió aquella noche en su viejo cuaderno el último párrafo antes de apagar la vela y retirarse a dormir.

Toda su vida se había dedicado a descubrir los misterios del Universo, de la vida, de la teología; pasó años encerrado en bibliotecas; caminó cientos de leguas en selvas y desiertos en búsqueda de elementos que fuesen confirmando o rechazando sus premisas e hipótesis; dialogó en persona y por correspondencia con cientos de clérigos de muchas religiones, con sabios, con científicos, con filósofos. Para lograr su objetivo, renunció a su familia, a amistades y diversiones. Vivió como un verdadero asceta obsesionado con saber el trasfondo de todo esto.

Poco a poco fue acorralando al tal Dios, reduciéndole espacios, quitándole disfraces y misterios. Éste era muy hábil para ocultarse, para negarse, para esfumarse, pero nuestro buscador de la Verdad era tenaz, objetivo, serio, y sobre todo, profesional.

Aquella noche, una última lectura al Corán le permitió vislumbrar algo que jamás había percibido en sus años de detallado estudio. Sonrió feliz: finalmente tenía la Respuesta. Antes de retirarse a dormir, escribió su enorme conclusión en el cuaderno.

Mientras le entraba el sueño, ya seguro de que había logrado su objetivo existencial de conocer la Verdad, pensó por primera vez en el uso que debería darle a su sensacional descubrimiento.

Una opción era guardarla para él, y no permitir que ningún otro humano la conociese. Otra era compartirla con unos cuantos y dignos elegidos que de alguna manera lo habían orientado en tantos años de búsqueda. Y la última era publicarla, no para lograr beneficios materiales –carecía de tiempo y de seres cercanos- sino para desengañar a la humanidad con su increíble descubrimiento.

Cerró los ojos para dormir. Esa noche un extraño y silencioso incendio de color azul cobalto asfixió dulcemente al anciano filósofo, mientras que las llamas convirtieron en cenizas todas sus brillantes conclusiones anotadas en aquel viejo y sabio cuaderno.

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