
Hay muchas clases de letras. Hablo de mayúsculas y minúsculas, de letras equivocadas y dislépticas, de letras aburridas, rutinarias y ásperas, de letras fuera de lugar e incluso amargas.
Entre tantos géneros de la especie literaria denominada “letras”, existe uno maravilloso que ahora quiero exponer al mundo: las letras transportistas.
Se trata de letras que tienen carisma, ángel, encanto, capaces de atraparnos y llevarnos lejos, de manera insólita, hasta los confines de la enajenación. Son letras que debidamente ordenadas en palabras, frases, párrafos y textos, nos transportan a mundos mágicos en los que se nos olvida el día a día, nuestros problemas, nuestras angustias, nuestros pesares, letras que nos hacen renacer momento a momento.
Son letras que nutren nuestra alma, que nos brindan horizontes inimaginablemente hermosos. Son letras religiosas que nos hacen olvidar lo malo y creer en el futuro, en lo maravilloso que puede ser el mundo en que vivimos.
No es fácil encontrarlas, pues son entes escasos en un mundo de letras irrelevantes y burdas. Pero existen. ¡Claro que existen!
Entre tantos géneros de la especie literaria denominada “letras”, existe uno maravilloso que ahora quiero exponer al mundo: las letras transportistas.
Se trata de letras que tienen carisma, ángel, encanto, capaces de atraparnos y llevarnos lejos, de manera insólita, hasta los confines de la enajenación. Son letras que debidamente ordenadas en palabras, frases, párrafos y textos, nos transportan a mundos mágicos en los que se nos olvida el día a día, nuestros problemas, nuestras angustias, nuestros pesares, letras que nos hacen renacer momento a momento.
Son letras que nutren nuestra alma, que nos brindan horizontes inimaginablemente hermosos. Son letras religiosas que nos hacen olvidar lo malo y creer en el futuro, en lo maravilloso que puede ser el mundo en que vivimos.
No es fácil encontrarlas, pues son entes escasos en un mundo de letras irrelevantes y burdas. Pero existen. ¡Claro que existen!
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