sábado, 1 de marzo de 2008

La pavorosa tecla ENTER


Cada dedo que posaba sobre el teclado le resultaba una mortificación.

Ella quería escribir, decirle al mundo que existía. Tenía un valioso mensaje que transmitir hacia afuera y una enorme necesidad de compartirlo. Pero temía ser malinterpretada, criticada, ridiculizada, ignorada o golpeada por las opiniones ajenas.

Debido a esta dicotomía contradictoria, ella tardó mucho en completar su texto. Finalmente lo hizo, pero el siguiente paso era todavía más angustioso: presionar la tecla ENTER. Por eso, sudó frío mientras revisaba una y mil veces su escrito. Era perfecto: cada palabra, cada acento, cada punto y cada coma estaban en su lugar, y lo que el texto transmitía era exactamente lo que ella quería que se entendiese.

Pero ahí estaba la amenazadora tecla ENTER, invitándola a que la presionase, para que el destino fatal se presentase irremisiblemente. Estuvo a punto de hacerlo, pero…

…pospuso la publicación dos días más. Volvió a revisar cada renglón y cada concepto. De nuevo fueron días de angustia y de desvelo.

Finalmente reunió fuerzas, se sentó frente a su ordenador, cerró los ojos, controló la respiración…y presionó la tecla ENTER.

Nunca supo si hubo respuestas en su blog, mucho menos la naturaleza de éstas, pues jamás se atrevió a asomarse de nuevo a la Internet.

Muchos años después, recostada en un cómodo diván, le confesaba a su psicoanalista que soñaba con una enorme tecla ENTER que cada noche ansiaba devorarla.

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