sábado, 1 de marzo de 2008

Loberías



Su estampa era temible. Sus ojos penetraban la oscuridad total, brillando fulgurantemente cuando alguna luz o lucero atravesaba su camino.

Era un macho alfa imponente. Todas las hembras de su territorio lo buscaban.

Sus fauces eran enormes, mostrando colmillos grandes y filosos.

Su pelo negro lo hacía ver tenebroso.

Sus aullidos ante la luna llena horrorizaban a todas las demás bestias de aquel bosque, que huían a esconderse cuando veían su silueta en la peña más alta.

Pero en el fondo de su corazón, él era manso: prefería las croquetas del supermercado a la carne cruda, y envidiaba a los perros del guardabosque que no tenían que cazar para comer, y que constantemente recibían palmadas y caricias de su amo.

Una mañana de invierno, aburrido de pasar frío, decidió convertirse en perro.

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