
Hubo una vez un lugar en donde el abuso de los adjetivos hizo que éstos fuesen desgastándose paulatinamente, hasta el extremo de que el ¡Genial! se convirtió en rutina; el ¡Maravilloso! se convirtió en más de lo mismo; el ¡Sensacional! supo que era cualquier cosa menos eso.
Aprovechando el patético contexto, el adjetivo Mediocre, sin siquiera asomarse, se adueñó de todos los espacios.
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