Leonardo era un insoportable preadolescente como muchos
otros, pero de alguna manera había sido criado con mucho amor y respeto a los
animales.
Adoraba la música contemporánea, y, como la mayoría de los
individuos de su especie, poseía un
equipo MP3 con audífonos de alta resolución que solían distraerlo de ciertas
ocupaciones relevantes a criterio de sus padres, entre ellas el estudio y las
correspondientes tareas.
Una mañana, en el patio de su casa, justo cuando salía hacia
la escuela, se dio cuenta de que una enorme oruga devoraba las hojas de una
planta que su madre adoraba.
Eso, en principio, no era bueno, pero la belleza de aquella
voraz larva de mil colores era única. Su obligación de buen hijo hubiese debido
ser delatar al insolente bicho con su madre para que se le aplicase una dosis
adecuada de algún potente insecticida.
Sin embargo, una mezcla cerebral de estética elemental y de
rebeldía de puberto, le hizo convertirse en cómplice de la oruga.
Cuando regresó de la escuela, observó que las hojas de
aquella selecta planta de jardín habían sufrido un enorme deterioro, pero el voraz
bicho bien lo valía.
Unos días después, se dio cuenta de algo que había aprendido
de mala gana en la escuela: la oruga estaba formando un capullo.
Leonardo fue a toda velocidad a revisar su libro de
biología, y confirmó lo que supuso: el gusano multicolor estaba formando una
crisálida que, en poco tiempo, lo convertiría en mariposa. La belleza de la oruga
no podía generar menos que una criatura excepcional, fue su conclusión.
Para este especial preadolescente, aquello se convirtió en
un gran evento, en algo de verdad especial.
Su cerebro concluyó religiosamente que algo tenía él que
aportar para que aquella mariposa naciese de manera extraordinaria, como lo
merecía.
Revisó sus recursos y opciones, y decidió brindar a la
mutante criatura lo mejor de su repertorio de preadolescente: ¿qué podía ser mejor
en este planeta que escuchar Dirty Bit de Black Eyed Peas en MP3?
Así, puso sus
audífonos a ambos lados de la crisálida para que la incipiente mariposa
escuchase esa experiencia musical durante todo su proceso de formación.
Unos días después, la crisálida se fracturó, y de ella
emergió la más bella criatura que la naturaleza pudo haber concebido.
Extendió sus enormes alas, segura de que ella era algo de
verdad especial. Emprendió el vuelo sabiendo que jamás ningún insecto alado en
la historia había escuchado tan magnífico concierto en MP3.
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