viernes, 30 de diciembre de 2011

La noche de las Aberraciones


Zeus, en su olímpica promiscuidad, tuvo relaciones –bajo la influencia del los espiritosos vinos de Baco- con una ninfa muy tonta (pero sexualmente imponente). De ese desequilibrado encuentro nacieron las Aberraciones.

Pudo haber sido una noche como cualquier otra, porque nada había de diferente: ni el clima, ni la alineación de los astros, ni siquiera era martes 13 o un día nefasto.

Simplemente las Aberraciones decidieron que ese día harían su reunión secular, y tras de degustar aberrantemente los mejores vinos de la costas helénicas -aquellos que con toda dignidad y protocolo bebieron Aquiles y Agamenón antes de la batalla de Troya- decidieron salir imprudentemente a las calles humanas a hacer acto de presencia. Como sea, la prudencia nunca fue una de sus virtudes.

Fue precisamente esa noche que imprudentemente se me ocurrió invitar a cenar a Elizabeth. Todo salió mal. Tal vez ella era una de las Aberraciones. O no: tal vez mis infundadas esperanzas eran una de las maquinadas facetas de esas incongruentes criaturas.

Jamás lo sabré, pero –con el perdón del Olimpo- confieso que extraño a Elizabeth.

1 comentario:

Analogías dijo...

Pensé que al final Elizabeth resultaba ser una ninfa que se complementaba bien contigo, sexualmente hablando, claro.