lunes, 14 de noviembre de 2011

Fastidios


Definitivamente estaba de mal humor, o más que eso: fastidiado, muy fastidiado.

Sus creaciones lo habían decepcionado: los aguacates tenían el hueso demasiado grande; las jirafas, el cuello demasiado largo; las tortugas eran desesperantemente lentas; las plantas en la selva se quitaban el sol las unas a las otras; las frutas se pudrían en poco tiempo; los virus mutaban demasiado rápido.

Pero lo peor eran los humanos: los había hecho razonables, pero esa capacidad excepcional hacía que lo adorasen sin sentido, los convertía en rezadores insoportables, acosadores permanentes en busca de milagros inconcebibles, un rastrerismo indigno de una especie diseñada para algo grande.

El Diluvio Universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la Santa Inquisición, la quema de brujas, las lapidaciones y torturas, no habían dado resultados.

Fue entonces, tras de estos razonamientos, que Dios decidió suicidarse, a pesar de que él mismo lo había prohibido.

La vida no cambió para nada. Dios, un momento antes de suicidarse, reconoció su irrelevancia.

1 comentario:

Analogías dijo...

Hummm, habría que dabatir si la Santa Inquisición y demás mandangas lo inventó Dios o el hombre. Y lo del suicidio también.

Mucho me temo que el catolicismo ha puesto en boca de Dios cosas que no tenemos certeza de que las haya dicho.

Buen texto y buena reflexión.