sábado, 6 de agosto de 2011

El pollito feo


Clarisa, la gallina, estaba feliz. Y no era para menos: había puesto cinco o seis huevos la noche anterior, y había llegado el momento de sentarse sobre ellos y empollarlos como su instinto lo indicaba.

Pacientemente los calentaba con su cuerpo, y eventualmente salía de su nido a conseguir su alimento, esperando el momento en que sus huevos eclosionaran y naciesen de ellos hermosos pollitos color amarillo con un agradable y enternecedor pío-pío.

Finalmente se cumplieron los quince días de regla, y muerta de la curiosidad empezó a observarlos. Pronto notó que algunos huevos se movían, lo que la llenó de ilusión. Al día siguiente, varios de ellos mostraron rajaduras en su cáscara, y algún pollito mostró por fin su pelaje amarillo característico. Efectivamente, era un día de fiesta en el nido.

En menos de veinticuatro horas, ya habían nacido cinco hermosos pollitos, pero, por alguna razón desconocida, uno de los huevos mostraba retraso.

Como sea, era un huevo raro, sin cáscara, pero huevo al fin.

Pronto el extraño huevo empezó a moverse, y de él salió un pollito un poco raro: sin pelos, de color verdoso, con escamas y sin patitas.

Clarisa estaba un poco sorprendida, pero como sea, era su hijo, así que esas anomalías fueron pasadas por alto, y el nuevo miembro de su familia se integró mentalmente a sus hermanos.

Pronto apareció el primer problema con este extraño hijo: al carecer de patitas, no podía salir de paseo a alimentarse con la familia, y solía quedarse quieto en el nido.

La madre, preocupada, no dejaba de llevarle gusanos o carnosos insectos para alimentarlo.

Pronto los demás pollitos se dieron cuenta de que este peculiar hermano llamado Piolín, era raro y feo, así que empezaron a cuestionarlo y a reírse de él.

Clarisa se molestaba mucho con esta actitud discriminadora de sus hijos, y decidió proteger a su pollito feo por encima de todas las cosas.

Un día, este extraño hijo decidió por fin salir del nido a buscar comida, arrastrándose sobre la tierra por la carencia de patas

Enseguida demostró extrañas habilidades rastreras y un extraño sonido de cascabel en su extendido rabo. También era muy hábil cazando pequeños roedores que devoraba inmediatamente y sin problemas.

Los hermanos y Clarisa estaban sorprendidos: el pollito feo distaba mucho de ser pollito, a pesar de que todas las noches regresaba al nido a acurrucarse junta a su madre y hermanos.

Una tarde, cuando todo estaba tranquilo en la granja, Juan, el cuidador, descubrió que había una serpiente de cascabel en el nido de Clarisa la gallina. Sin ninguna consideración tomó una piedra grande y aplastó a Piolín.

Clarisa quedó muy ofendida por el asesinato de su adorado hijo, y se negó a poner huevos durante varios meses.

Los demás hijos de Clarisa, sin entender mucho lo que había pasado, quedaron contentos con el asesinato de un hermano que distaba mucho de ser estético.

Piolín, la joven serpiente de cascabel que adoraba a su gallinácea familia, nunca tuvo la oportunidad de demostrar que en el cuerpo de un pollito feo había una criatura dulce y amorosa de una especie bastante diferente.

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