miércoles, 11 de agosto de 2010

El gran evento


Aquella noche se juntaron, en casa del Panegírico, todos los amigos aduladores incluidos en el Diccionario de la Lengua, para celebrar algo importante que aquél mantenía en enorme secreto hasta ese momento.

Llegaron primero las Alabanzas, siempre dispuestas a quedar bien con todo el mundo, y en esta particular ocasión, muertas de la curiosidad por la inusitada invitación.

Enseguida apareció el Elogio, oportuno y atento como siempre, esperando que la noticia misteriosa fuese digna de ser elogiada, lo que haría de cualquier modo aunque no fuese así.

No podía faltar la Apología, con su grandilocuencia natural, dispuesta a dejar claro que cualquiera que fuese la novedad que el Panegírico anunciase esa noche, había que engrandecerla y difundirla en el ancho mundo.

Las Loas tampoco faltaron, ellas más modestas una por una que la Apología, pero sabían adular bastante bien, sobre todo cuando lo hacían en conjunto.

La Lisonja, los Halagos y el Encomio llegaron un poco tarde, pero como alabaron a todos los demás, recibieron muchos aplausos a cambio.

Y en cuanto llegaron el Laudatorio y el Ditirambo -los únicos que faltaban-, el Panegírico consideró llegada la hora de dar la buena nueva:

“Amigos aduladores del Diccionario de la Lengua: tengo el gusto de participarles el nacimiento de una hija mía con enorme futuro entre los humanos. Ella obviamente nació en la maravillosa ciudad de Buenos Aires, pero ya se considera ciudadana del mundo, y está dispuesta a conquistarlo, lo que hará sin lugar a dudas dada su enorme capacidad y talento.

Su nombre es Égogla, y ya posee -así desde pequeñita- una definición en nuestro diccionario:

Una Égogla es un enorme, magnífico e interminable panegírico dedicado a la grandeza de uno mismo. ¿No es preciosa mi criatura?”, concluyó el orgulloso padre.

Inmediatamente los asistentes a aquella reunión, uno tras otro, se acercaron al anfitrión y a la criatura, para felicitarlos y dedicarles toda clase de elogios y alabanzas.

Égogla, tras de escuchar a todos los asistentes halagándola, se dijo a sí misma:

“Después de conocer a todos estos invitados de mi padre, no me cabe duda que soy lo más grande que existe en el mundo.”

Dicho lo anterior, se retiró satisfecha a dormir soñando en sí misma y en todas sus grandezas.

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