lunes, 5 de abril de 2010

Ntembe


Ntembe apareció un día solicitando amistad y comunicación en el monitor de Mónica, una chica madrileña a quien fascinaba el chat y el hacer amistades en la Internet. Con un golpe de tecla aceptó la propuesta, y ambos jóvenes iniciaron un diálogo intenso y frecuente a partir de ese día.

Ntembe era africano, del Camerún. Se presentó ante Mónica como un chico de 30 años que vivía en una aldea cercana a la frontera con Nigeria, en donde acababa de llegar la Internet junto con todos sus prodigios de comunicación humana.

Intercambiaron fotos y halagos durante varios días, y así empezó a gestarse una de esas profundas amistades cibernéticas que muchas veces trascienden hasta el amor y el matrimonio.

Mónica adoraba la amplia sonrisa y el musculoso cuerpo color de ébano que aparecían en las fotografías digitales de Ntembe. Pronto su cabeza se llenó de alegres y alebrestadas mariposillas, así que no pudo negarse cuando su amigo africano le ofreció el boleto de avión para que ella pudiese visitar su aldea en el Camerún.

Un par de semanas después, la avioneta que transportaba a Mónica desde Douala estaba a punto de aterrizar en una pista en medio de la selva. El corazón de la joven madrileña latía muy fuerte mientras sobrevolaba la pista con decenas de negros ataviados con coloridos trajes alrededor de enorme letrero hecho de flores que decía:

BIEMBENIDA, MONICA QERIDA

Los alegres tambores retumbaban fuertes, sin dejar de ser escuchados a pesar del ruido del motor de la avioneta al hacer tierra.

Una vez detenido totalmente el vehículo aéreo y abierta la puerta de éste, Mónica bajó de ella. Localizó a Ntembe entre los asistentes. Corrieron uno hacia el otro y se fundieron en un enorme abrazo ante los entusiastas aplausos de los presentes.

Esa noche, Mónica -al igual que otras seis jóvenes europeas que la habían precedido- conoció íntimamente a su amado Ntembe y a muchos otros de los locales, tras de haber sido rebanada y hervida en perol de bronce con yerbas olorosas y especias locales, conformando el principal ingrediente del buana buana, maravilla gastronómica local.

Los alegres tambores de la aldea siguieron tocando hasta el amanecer. Ntembe, mientras tanto, procuraba la amistad de una ingenua chica sueca vía chat en la Internet.

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