martes, 23 de marzo de 2010

El signo de interrogación


Hubo una vez un signo de puntuación gramatical que todo lo quería saber. Si bien los demás símbolos ortográficos lo criticaban por su inmensa curiosidad, él seguía adelante con sus investigaciones existenciales, siempre en busca de respuestas que no necesariamente llegaban.

“Cómo es esto? Cómo es aquello? Por qué? Qué me cuentan de lo que pasó? Cuándo? Cómo? Dónde?” preguntaba desesperado el signo de interrogación.

Como sea, nuestro amigo se sentía muy solo en su lucha por conocer las respuestas que la vida brindaba. Necesitaba fortalecerse, hacer lo que fuese para extraer más aclaraciones pertinentes de todo lo que sucedía en la vida.

Fue al gimnasio para hacer músculos; se pintó de negro, se estiró cuanto pudo, se estilizó en la medida de lo posible, mejoró sus curvas, pero su sensación de soledad no cambió, ni por ello obtuvo más respuestas de lo que él necesitaba saber.

Ya entrando en la desesperación, apareció su amigo el espejo. Éste le dijo que la única habilidad que él poseía en este mundo, era conseguir compañía a quien se sentía solo, todo por medio del mágico reflejo. Si el signo de interrogación quería reforzar su autoestima en base a sentirse acompañado, podría mirarse en él, y en seguida, como por arte de magia, aparecería un ser idéntico en todo, excepto en su simetría.

El signo de interrogación, que ya alucinaba su soledad, aceptó la propuesta de su amigo el espejo y se asomó en él.

Enseguida apareció en el espejo otro signo de interrogación idéntico, excepto que éste estaba invertido y boca abajo. Como sea, a nuestro signo gramatical le encantó conocerlo, y lo invitó a salir de aquella mágica superficie reflejante, para que juntos reforzaran las preguntas cuya respuesta era esencial para poder entender el mundo en que vivimos.

Inmediatamente pusieron manos a la obra, y las cosas se vieron más optimistas en lo sucesivo.

“¿Cómo es esto? ¿Cómo es aquello? ¿Por qué? ¿Qué me cuentan de lo que pasó? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?” preguntaron simultáneamente ambos signos de interrogación, ahora sin ningún temor.

Juntos los dos se sintieron tan fuertes y acompañados, que decidieron compartir por siempre sus responsabilidades inquisitivas.

Hoy en día, cualquier escritor de la lengua castellana que se digne de serlo, sabe de sobra que ambos signos de interrogación van siempre de la mano –uno antes y otro después- , y que el uno es inconcebible sin el otro. Y así, todos nosotros, de alguna forma, nos sentimos obligados a brindarles una respuesta a esa pareja gramatical tan propositiva, herramienta maravillosa que nos brinda en exclusiva nuestra gramática.

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