martes, 27 de octubre de 2009

El cuento imposible


Era un cuento imposible.

Ni las musas más inspiradas, ni los autores más avezados, ni la imaginación humana más descabellada, podían avalar aquella historia totalmente absurda que salió de la nada.

La idea fue rechazada por las hadas, los duendes, los dragones, los hombres lobo, los vampiros, los seres de la quinta dimensión y los xtabais. Definitivamente era un cuento sin futuro, y nadie que se considerase cuerdo quería ser parte de él.

Pero era un cuento insistente, de carácter fuerte, que no se doblegaba ante nada.

A pesar de que musas, autores, personajes, impresores, editores, libreros y lectores potenciales le dieron la espalda, el cuento había decidido nacer.

Las prospectivas eran negras, pero él era inquebrantable.

Fue así que se acercó a un autor fracasado, a una musa que jamás había inspirado a nadie, a personajes que se habían quedado en el tintero, buscando solidaridad para su nacimiento.

Después, él y sus desesperados amigos buscaron editores sin éxito, impresores con problemas económicos y lectores hastiados.

Finalmente nació, y por cierto, con mucho éxito: la historia se trataba de un cuento increíble que creía en sí mismo, capaz de doblegar a las adversidades por resistentes que éstas fueran, capaz de convencer a cualquiera de lo que él valía.

Sus párrafos y argumentos eran como espadas afiladas que rebasaban a las críticas y a la ignorancia.

Apostó por él mismo contra todas las probabilidades.

Así, nuestro inesperado cuento se convirtió en el símbolo de la lucha por los ideales imposibles, por la esencia de lo absurdo, por la lógica de lo inmerecido, por el triunfo de lo que no puede ser, por el éxito de la relatividad que emana de la voluntad.

Después de muchos años, de muchas quiebras de editores, de profundas angustias, el cuento imposible salió a la luz.

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