viernes, 10 de abril de 2009

Musas mediocres


Corría el siglo XXIII.

Las musas ya no eran como antes, improvisadas, ocurrentes o ingeniosas.
Desde hacía más de cien años, su creatividad había sido rebasada por la tecnología.
Muchas habían desertado de su profesión al no poder adaptarse al cambio implícito en la modernidad.

Las más avezadas habían logrado dado el salto, y utilizaban poderosos ordenadores con programas potentes y memorias descomunales que hurgaban en todo el pasado artístico y literario de la humanidad, agotando con ello todas las posibilidades de generar nuevos personajes, argumentos, textos, elementos plásticos, inventos, técnicas novedosas o cualquier otra ocurrencia: ya todo estaba plasmado.

Garnelia, una de las musas aún en activo, reconoció aquella tarde que ya nada había por crear en el planeta: ni con la mejor tecnología cibernética, ni con los mejores bancos de datos disponibles, y mucho menos con sus simples neuronas otrora poderosas, podía generarse algo novedoso.

Con mucha angustia, convocó a su autor de novelas para darle la mala noticia.

Él recibió la mala novedad con escepticismo, y le agradeció una vez más el haberle aportado una idea para un nuevo libro: éste se llamaría El final tecnológico de las musas mediocres.

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