domingo, 8 de marzo de 2009

La albóndiga agorera


Por más que preveamos los desventurados eventos futuros, el destino fatal siempre acaba atropellándonos.


Desde que fue conformada por las manos del experto cocinero, aquella consciente e inteligente albóndiga auguró que pronto sería cocinada en salsa roja junto con sus compañeras, e inmediatamente después de eso, comida por un comensal hambriento que la esperaba en la mesa número 12 de aquel restaurante madrileño.

Intentó advertir a las demás albóndigas en la olla acerca de la fatalidad que las esperaba, pero se dio cuenta de que carecía de boca y de cuerdas vocales para expresarse. Intentó huir, pero se dio cuenta de que no tenía extremidades para escaparse.

Resignada, sintió cuando un cucharón la transportaba de la olla al plato. Angustiada trató de gritar para mitigar su inminente dolor, pero, por su naturaleza, tampoco pudo hacerlo.

Esa tarde, nuestra albóndiga tuvo mucha suerte: de seis piezas que fueron servidas en el plato del hambriento comensal de la mesa 12 de aquel restaurante madrileño, ella fue la quinta en ser devorada.

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