domingo, 11 de enero de 2009

Una dulce familia


“¡Mamá: ya te dije que no me gustan las arañas!”, lloraba el alacrancito.

“Pues tienes que comerlas te gusten o no, pues son muy buenas para que, cuando seas mayor, tengas un buen veneno y puedas ir a cazar insectos con tu padre”, le respondió Mamá Alacrana, simulando estar muy enojada.

A su lado estaba la nena Alacrancita, la más pequeña de la familia -a quien apenas se le estaban formando sus tenazas y la punta de su cola- escuchando atentamente lo que platicaban Mamá Alacrana y su hermanito Alacrancín, justo cuando llegó Papá Alacrán del campo, muy satisfecho, pues ese día había cazado muchos insectos y un par de arañas de buen tamaño.

“¿Cómo están mis hermosos alacrancitos?, preguntó Papá Alacrán. “¿Aprendieron mucho en la escuela el día de hoy?”

Mamá Alacrana se adelantó a responder:

“Alacrancita sacó un 10 en la clase de escondrijos. Dice la maestra que cuando crezca será muy buena para pasar desapercibida bajo las piedras.”

“Respecto a Alacrancín, no tengo buenas nuevas: lo castigaron porque amenazó a otro alacrancito con su cola, y sabemos de sobra que eso es de pésima educación. Los alacranes deben respetarse entre ellos.”

“Además –insitió Mamá Alacrana- tienes que decirle a Alacrancín lo importante de comer una dieta balanceada, pues a mí no me quiere hacer caso.”

Entonces Papá Alacrán, lleno de orgullo viendo lo hermosas que estaban sus dos criaturas, les dijo:

“Es importante, hijitos queridos, que coman un poco de todo. Ya les he dicho que las arañas son muy necesarias para generar veneno. Sé de sobra que las abejas y las moscas son muy tiernas, pero no son suficientes para crecer sanos. Un poco de arañas, otro poco de insectos, y de postre…mmmm…una deliciosa oruga: ésa es la alimentación recomendada por los dietistas de la Universidad de Alacrania.”

Y así, después de ese dulce sermón, Papá Alacrán y Mamá Alacrana se guiñaron un ojo y se tomaron de una pata, felices, porque sabían estaban criando alacrancitos buenos, y los acompañaron a su pequeña grieta en la roca para dormir, y para ello les contaron un dulce cuento de hadas-alacranas buenas que protegían a los alacranes de los pisotones de los peligrosos humanos que de repente aparecían por esos lugares.

3 comentarios:

Joice Worm dijo...

Que ternura de cuento mi amigo querido...

Legendario dijo...

Gracias, amiga.

Infiernodeldante dijo...

Viendolos desde este ángulo, hasta cambiaría uno el terrible concepto que se tiene sobre los alacranes, no? Jaj. Un abrazo. Te sigo leyendo.