
Por alguna causa que él jamás percibió, la voz de su conciencia resultó ofendida. Y como ella era muy rencorosa, nunca se lo perdonó.
Por lo tanto, ella se dedicó a perjudicarlo día a día con malos consejos: resultaba conservadora cuando él debía ser audaz, y echada para adelante cuando la prudencia era lo aconsejable.
Después de una enorme racha de buenas ocasiones perdidas y de inducirlo a hacer el ridículo muchas veces, la relación entre ambos se tensó al extremo de que la voz de su conciencia decidió vengarse emigrando al lugar menos conveniente para él: al cerebro de su suegra.
Así, él se quedó para siempre sin reflexiones, mientras que la madre de su esposa recibía a diario todo tipo de estímulos para fastidiarlo.
2 comentarios:
otra vez la pobre de la suegra, vaya!
Está estupendo. Como siempre...
Un fuerte abrazo, amiga.
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