jueves, 27 de noviembre de 2008

Enemigo íntimo


Vino de afuera. Era un alienígena implacable, diseñado para generar problemas mayores en aquel organismo humano desprevenido e ignorante.

Provenía de una res, en donde fue formado –sorprendentemente- a partir de una inofensiva dieta vegetariana de alfalfa y pienso. Pero era malvado por naturaleza, y tenía objetivos definitivamente perversos.

La ternera que lo generó –hermoso ejemplar- fue sacrificada y convertida en filetes para consumo humano.

Él formaba parte de una tajada de carne del muslo, con muy buena pinta: roja, sin nervio, con un contenido de grasa ideal que la hacía tierna y apetecible.

Llegó al estómago de su víctima al ser ingerido en un platillo caro en un restaurante de lujo. Unos minutos antes, ésta pidió que la carne se le sirviese “a la inglesa”.

Él, cumpliendo con su objetivo existencial, pasó del estómago a formar parte de la corriente sanguínea. Después de varios minutos de flotar entre hematocitos y leucocitos, descubrió una vena angosta en donde algunos de sus compañeros predecesores ya estaban arraigados. Decidió que era un buen lugar para establecerse y así cumplir con su misión.

En poco tiempo la vena quedó totalmente obstruida. El corazón de aquel organismo se sintió obligado a latir con más fuerza para intentar hacer que aquel vaso sanguíneo tuviese circulación. Al sentir que no lo lograba, el órgano insistió con más y más fuerza.

En menos de una hora, el esfuerzo cardíaco por vencer aquella inusitada resistencia, generó una desfibrilización del ventrículo derecho, y el corazón resultó dañado de muerte.

El colesterol malévolo quedó satisfecho. Para eso había sido creado.