domingo, 16 de noviembre de 2008

El ostión que quiso ser mariposa


Es raro que un ostión sepa lo que es una mariposa, pero debido a una serie de casualidades, éste logró saberlo.

Fue una tarde de primavera en que una inesperada y enorme ráfaga de viento arrojó una gran ola hacia el acantilado junto al florido bosque. En ella iba el ostión de esta historia, que por primera vez en su vida pudo ver el mundo desde fuera del mar.

Quedó atorado en una playa, dentro de una pequeña charca que le permitía sobrevivir y observar ese extraño paisaje que él ni siquiera imaginaba que existiese. Vio árboles, arena seca, cielo azul, nubes, y animales fantásticos como las ranas, las libélulas, los cangrejos, las gaviotas y finalmente, algo de verdad insólito: una mariposa.

El ostión quedó prendado de la ligereza de este bello animal volador, de cómo podía existir un ser tan tenue y con tanta gracia y colorido. Lo observó un largo rato antes de tener la gran idea:

¡Él también podría volar! “¿Por qué no?”, se preguntó.

Meditando acerca de cómo hacerlo, el ostión recordó que era un bivalvo. Las dos conchas que lo conformaban, con un movimiento fuerte y rítmico, bien podían imitar a las alas de la mariposa.

Así, reunió fuerza y empezó a aletear con sus conchas. No podía elevarse, pero él insistía e insistía.

Lo único que lograba hasta ese momento era generar pequeñas olas en su charca, mismas que fueron demasiado llamativas: una gaviota se dio cuenta de su existencia y se acercó para devorarlo.

Lo último que el ostión escuchó en esta vida fue un tronido que significaba que sus conchas estaban siendo destrozadas por el fuerte pico de aquel voraz animal.

Moraleja: si naces ostión, compórtate como ostión, o atente a las consecuencias.

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