El autor era genial y obsesivo en extremo. Dedicó treinta años de su vida a escribir esa magna obra.
Además de que sus tramas y argumentos eran sensacionales, su escrito poseía una característica inédita:
Si se leía desde el inicio y hasta el final, era una bellísima obra romántica, que rebasaba a Bécquer y a Lord Byron.
Si se leía desde el final y hasta el principio, era una epopeya de dioses y héroes del universo, digna de los mejores escritores clásicos.
Si se leía la primera palabra de cada párrafo, se trataba de un excelente poema de amor dedicado a una mujer muy enamorada.
Si se leía la primera palabra de cada frase, se trataba de una hermosa y abnegada plegaria al Señor, como agradeciendo la inspiración otorgada al magnífico autor.
Todo era perfecto en lo creativo, en lo literario y en lo poético en aquella sublime obra de arte…excepto por aquella desdichada coma colocada a la mitad del texto, que arruinaba la historia romántica, o bien la trama final de la sublime epopeya, o tiraba al suelo el romanticismo del poema dedicado a la mujer amada, o quitaba lo sublime a la plegaria de humilde agradecimiento al Creador.
El autor dedicó otros treinta años de su vida a buscar otras opciones de sintaxis, a modificar oraciones, a alterar la redacción sin afectar el texto.
Todo fue inútil: el cuento acabó en un cesto de papeles. El autor murió alcoholizado en una tasca de intelectuales frustrados.
Además de que sus tramas y argumentos eran sensacionales, su escrito poseía una característica inédita:
Si se leía desde el inicio y hasta el final, era una bellísima obra romántica, que rebasaba a Bécquer y a Lord Byron.
Si se leía desde el final y hasta el principio, era una epopeya de dioses y héroes del universo, digna de los mejores escritores clásicos.
Si se leía la primera palabra de cada párrafo, se trataba de un excelente poema de amor dedicado a una mujer muy enamorada.
Si se leía la primera palabra de cada frase, se trataba de una hermosa y abnegada plegaria al Señor, como agradeciendo la inspiración otorgada al magnífico autor.
Todo era perfecto en lo creativo, en lo literario y en lo poético en aquella sublime obra de arte…excepto por aquella desdichada coma colocada a la mitad del texto, que arruinaba la historia romántica, o bien la trama final de la sublime epopeya, o tiraba al suelo el romanticismo del poema dedicado a la mujer amada, o quitaba lo sublime a la plegaria de humilde agradecimiento al Creador.
El autor dedicó otros treinta años de su vida a buscar otras opciones de sintaxis, a modificar oraciones, a alterar la redacción sin afectar el texto.
Todo fue inútil: el cuento acabó en un cesto de papeles. El autor murió alcoholizado en una tasca de intelectuales frustrados.
1 comentario:
Que pena...
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