
El cocodrilo lloraba de verdad la cruel indiferencia de su amada, pero por cuestiones del ADN de su especie (de las cuales no era responsable), nadie en aquel pantano creía en la sinceridad de sus lágrimas.
Tuvo que tragarse solo su amargura.
Una pequeña dosis de mí…así…pequeñita…para evitar que me intoxique con todas mis estupideces.
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