
Fueron el perverso destino y las malvadas circunstancias quienes hicieron que aquella piedra buena y santa cayese dentro del zapato del caminante, generando el refrán y convirtiéndola para siempre en un sinónimo de molestia.
Una pequeña dosis de mí…así…pequeñita…para evitar que me intoxique con todas mis estupideces.
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